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No obstante, algunos fisiólogos sostienen que tiene por función producir un líquido lubricante, mientras creen otros que es el rudimento de un órgano útil en una muy lejana etapa de la evolución física.

Sigue al ciego el colon, que se divide en tres sectores: ascendente, transverso y descendente.

Esta porción del intestino grueso mide unos 155 centímetros, de longitud.

Pasa el ascendente por la derecha del abdomen; el transverso por encima de la masa replegada del intestino delgado, y el descendente por la izquierda del abdomen.

Forma en su extremo el colon descendente una especie de curvatura denominada flexión sigmoidea, donde se estrecha notablemente su diámetro para formar el recto, porción última del intestino grueso, que concluye en el ano, por donde salen los excrementos en el momento de la defecación.

En sus tres porciones, el intestino grueso puede considerarse como la cloaca colectora de los desechos de la digestión; y cuando se obstruye por cualquier causa o pierde el intestino su vitalidad de manera que no pueda ejercer los movimientos peristálticos que empujan los excrementos por todo su trayecto, sobreviene la constipación, el estreñimiento o demás inconvenientes intestinales, entre ellos la enterocolitis.

Por el contrario, cuando las materias fecales o heces se descomponen o pudren rápidamente, sobrevienen las diarreas.

Las paredes internas del colon presentan diminutos folículos que tienden a reabsorber en el sistema las heces retenidas por estreñimiento, de manera que el colon es entonces como el receptáculo de materias pútridas.

La propiedad absorbente de las paredes internas del colon se halla comprobada por haber absorbido ciertas sustancias que a propósito se le inyectaron y cuyos efectos fueron evidentes al cabo de pocos minutos.

A veces se administra el alimento, además, por medio de clisteres o lavativas, cuando no puede soportarlo el estómago del enfermo.

Vemos así que el colon puede absorber y llevar al organismo sustancias pútridas cuando queda obstruido por el estreñimiento.

Es un fenómeno semejante al de las cloacas obstruidas que devuelven al retrete de las viviendas domésticas las materias fecales.

La mayoría de la gente desconoce los riesgos graves del estreñimiento y, el peligro que supone demorar la defecación.

El colon es semillero de muchísimas dolencias.

CAPITULO V. OBSTRUCCION INTESTINAL

Requiere este capítulo muy cuidadosa lectura, por la gran importancia que para el bienestar físico tiene lo que vamos a exponer aunque no sea muy agradable.

Pero por ello aconsejamos precisamente el estudio detenido del asunto, a fin de eliminar de una vez para siempre su aspecto desagradable.

Vamos a hablar de la cloaca colectora que todos llevamos en nuestro organismo, y que la mayoría de las gentes convierten en ponzoñosa letrina, por ignorancia de las leyes naturales.

La cloaca intestinal, cuando no se procura su buen funcionamiento, por incomprensión o descuido, causa gran número de trastornos y dolencias que alteran la salud del indivíduo, a veces gravemente.

La cefalalgia, la acidez de estómago, la dispepsia, la índigestión, la acedía y otros trastornos proceden en gran parte, si no por completo, de la obstrucción intestinal.

Los granos, las costras y erupciones de la piel, la saburra de la lengua, el sudor maloliente, los estados febriles, Ia fetidez del aliento, la nerviosidad y muchos otros síntomas, derivan sobre todo de la pestilente y embozada cloaca que tantos llevan consigo sin saberlo.

Quien dude de ello se verá más obligado aún a estudiar cuanto manifestamos sobre el problema.

Que estudie este capítulo hasta el fin, y con seguridad desvanecerá toda duda.

El intestino grueso y especialmente los tres sectores de la porción denominada colon están expeditos en la mayoría de los animales y en las personas de vida saludable y normal.

No los obstruyen materias excrementicias y quedan libres de ellas por evacuaciones naturales.

No obstante, en la mayoría de las gentes que se creen civilizadas, pocas veces funciona normalmente el colon, y se cree que las siete décimas partes de dichas personas sufren en mayor o menor grado algunas de las varias formas de estreñimiento y constipación.

Los informes de los hospitales prueban que de 500 casos en que se observó el colon después de la muerte del enfermo, en la autopsia, sólo 50 lo tenían en condición normal.

Los demás se encontraban obstruidos por materias fecales endurecidas.

Conocen los yoguis de la India esta circunstancia desde hace muchos siglos, y también ahora la reconoce la moderna patología occidental.

Aun entre quienes se ufanan de tener todos los días una evacuación natural, suele manifestarse cierta obstrucción.

Manifiesta el especialista norteamericano doctor Forrest, a este propósito:

"Puede haber una y aun más de una evacuación diaria, y sin embargo estar el sujeto morbosamente constipado.

"Recordemos que, en rigor, la constipación equivale al colon recargado.

"Por lo tanto, si cada día se evacua parte de dicha carga por un extremo del colon, queda todavía cargado el otro extremo, de suerte que la constipación subsiste a pesar de la evacuación diaria."

Otro autor agrega:

"Los diarios movimientos del intestino no demuestran que el colon esté expedito. En efecto, los más graves casos de estreñimiento a que hemos asistido fueron aquellos en que diariamente evacuaba el enfermo."

Se admiran los autores médicos de la capacidad asombrosa del colon para retener los excrementos.

Obsérvase a veces que las materias fecales retenidas en el colon de un solo individuo hubieran podido llenar varios cólones de normales dimensiones.

En tales casos estaban distendidas las paredes del intestino, y como hinchadas por la gran cantidad de heces que contenían, duras como un embutido.

Hubo casos en que un individuo estuvo varias semanas sin evacuar.

Se cuenta que en determinada circunstancia la irrigación del colon expulsó huesos de cereza ingeridos muchos meses antes.

Son muy notables los casos de obstrucción intestinal que vamos a referir, y aunque no sean de lectura muy agradable, conviene fijarse en ellos por si sus circunstancias coinciden con las que en sí mismo notó el lector, y puede, en consecuencia, recurrir al remedio oportuno.

Aconsejamos que no sean pasados por alto estos casos, sino que se consideren atentamente.

El doctor H. T. Turner, de Walla Walla, población del estado norteamericano de Washington, narra el caso siguiente:

"En 1880 se murió un enfermo de inflamación de los intestinos, y solicité de la familia el permiso, que me concedieron, para efectuar la autopsia, pues yo tenía el convencimiento de que había de haber alguna sustancia en la válvula ileocecal, o cerca de ella, o acaso en el apéndice vermiforme.

"La autopsia descubrió en la bolsa del ciego y en el orificio del apéndice gran cantidad de semillas de uva y rosetas de maíz.

"Esta circunstancia, unida al estado de corrupción y ennegrecimiento del colon, indicaba la exactitud de mi diagnóstico.

"Abrí el colon en toda su longitud de metro y medio, y lo encontré lleno de materias fecales, incrustadas en sus paredes y repliegues, en varias partes duras y secas como piedra pizarrosa, que obstruían el conducto intestinal hasta el punto de haberle ocasionado al enfermo, según dijo la familia, cólicos violentos, repetidos dos veces al mes algunos de ellos, sin otro alivio que el proporcionado por enérgicos purgantes.

"Cuantos médicos lo visitaron creyeron que padecía cólicos hepáticos; pero yo colegí que la dura materia fecal de las deposiciones era ya crónica, como resultado de años enteros de acumulación, y había sido causa remota de la muerte del Sujeto.

"La flexión sigmoidea del colon descendente estaba sumamente cargada y distendida hasta doble tamaño del natural.