– ¿Cuál es su margen de error?
– Te lo diré en el lenguaje que utilizan los técnicos -Ferrer leyó-: «un dos por ciento dentro de un intervalo de confianza del noventa y cinco por ciento». Son fiables.
– Explícame cómo se hace una encuesta cualitativa.
– La técnica es la siguiente: se realizan dinámicas de grupo de aproximadamente dos horas de duración e integradas por ocho personas. En la cualitativa que hicieron para el Front realizaron seis reuniones: dos en Alicante, una con mujeres de cincuenta a sesenta años y otra con hombres y mujeres de los dieciocho a los veinticinco. En Valencia hicieron tres: dos en la ciudad, una con hombres de sesenta a sesenta y cinco años, y la otra con hombres y mujeres de entre dieciocho y veinticinco. La de l'Horta Sud se llevó a cabo en tres pueblos con mujeres de treinta a cuarenta y cinco años. La última se hizo en Castellón con mujeres de edades comprendidas entre los treinta y los cuarenta.
– ¿Qué les preguntan? -Oriol tomaba notas.
– Pues si creen que hace falta un partido valencianista, qué tendría que reivindicar… cuestiones de carácter general.
– Parece que la cuantitativa es más importante.
– Según lo que quieras hacer con ella.
Antes de responderle, Oriol se tomó un poco de tiempo.
– Quiero conocer las posibilidades electorales del Front.
– Entonces la cuantitativa es la más importante.
– Soy todo oídos.
Enric Ferrer le comentó a Oriol el universo, la técnica, la muestra y la distribución, y la distribución total de contactos. Después leyó los resultados: conocimientos y percepciones políticas alrededor del Front, las fuentes de información que habían tenido los encuestados para saber de la constitución del Front, qué valoración hacían de la defensa de los intereses valencianos, la percepción ideológica que tenían del Front (un sesenta por ciento creía que era de izquierdas o más bien de izquierdas), la opinión que tenían sobre cuáles debían ser las actuaciones prioritarias del Front, con quién tendría que formar coalición o si no hacía falta hacerlo con nadie, la valoración del líder, las de los líderes de los demás partidos, el idioma de los encuestados, qué habían votado en las pasadas elecciones y las posibilidades electorales del Front de cara a las próximas.
– Así que tienen una expectativa de entre noventa y cinco mil y ciento cinco mil votos -repitió Oriol.
– Oscilan entre el cuatro coma ocho y el cinco coma dos por ciento. Todo su crecimiento en los últimos años ha sido a costa de los partidos de izquierda.
– ¿No le quitan votos a la derecha?
– Depende del discurso ideológico. En realidad, ya alcanzaron el techo de trasvase de votos desde la izquierda en las pasadas elecciones.
– O sea, que si quieren asegurarse una cifra superior al cinco por ciento tendrán que moderar su discurso.
– Es una constante en todos los partidos de izquierda. Pero en lo referente al Front hay algo más, que me parece decisivo.
– ¿Y qué es?
– La presencia mediática. Necesitan hacerse muy visibles si no quieren quedar enterrados por la avalancha publicitaria de conservadores y socialistas. Si quieres apelar al voto de los indecisos, al voto no fiel, es importante, en una campaña o precampaña electoral, un buen marketing. Para llegar necesitas hacer una gran campaña. Ten en cuenta que la política valenciana está bipolarizada por conservadores y socialistas, por eso el Front insiste tanto en lo del tercer espacio. Hace falta una campaña inteligente; una campaña publicitaria, mal está que yo lo diga, como la que hicimos para los calzoncillos Abanderado. ¿Te acuerdas?
– No -sonrió Oriol.
– «Los hombres usan Abanderado, porque las mujeres compran Abanderado.» ¿A ti quién te compraba los calzoncillos?
– Mi madre.
– Ahora te los compras tú por ser soltero, pero si estuvieras casado quizá te los compraría tu mujer. Quiero decir que, a veces, hace falta buscar al auténtico destinatario del producto, que a menudo no es su usuario directo. El Front está buscando el voto fuera de su clientela habitual.
– ¿Y la estrategia es correcta?
– Sí. Un gran porcentaje de votantes de los socialistas no se considera de izquierdas. La derecha consiguió mayoría absoluta en el Gobierno español con muchos votos prestados de electores que, por su procedencia social, eran supuestamente de izquierdas. Pero para hacer todo eso el Front tiene un problema.
– ¿Cuál?
– Necesitan dinero.
– ¿Mucho?
– Bastante. Parece que atraviesan dificultades económicas. Aún no han podido pagar esta encuesta -Enric Ferrer bebió un poco de café. Estaba tibio-. Es raro que tengas tanto interés en el Front.
– Por la confianza que tengo en ti, porque es posible que te pueda necesitar y por el favor que me has hecho, mereces una respuesta.
Se lo explicó todo.
Josep Maria Madrid era a Joan Albiol, secretario general de los socialistas, lo que Júlia Aleixandre al President de la Generalitat: la persona de confianza que velaba para que todo saliera bien. Como Francesc Petit, también el nuevo secretario general de los socialistas sufría contestación interna, aunque el problema se había visto reducido gracias a la decidida intervención del aparato federal del PSOE, que, harto de los líos internos de la federación valenciana, había ordenado a las diversas facciones autóctonas que se abstuvieran de hacer públicas sus diferencias -bajo pena de medidas severas-, al menos hasta pasadas las próximas elecciones. La federal estaba convencida de que la imagen de división de los socialistas valencianos de cara a los electores era muy perjudicial. En todo el Estado, en las últimas elecciones generales, el partido lo había experimentado en propias carnes.
El grupo en torno a Josep Maria Madrid se encargaba de que la organización funcionara de forma homogénea, sin fisuras, y a la vez preparaba el terreno exterior para que Joan Albiol, que encabezaría la lista electoral autonómica, alcanzara la presidencia de la Generalitat. De cuarenta y cinco años y profesor de instituto, Madrid era de los más veteranos de la organización. Casi siempre había ocupado puestos de responsabilidad en la sombra, pero veinte años en la política activa habían hecho de él un hombre conocido por las demás organizaciones, que creían, y no se equivocaban, que sus criterios eran los que se acababan imponiendo. Joan Albiol había delegado en él toda estrategia interna y externa del partido. Tenía plena confianza en él, ganada durante la operación de asedio sutil a Esquerra Unida, cuando, con el anterior secretario general, había conseguido provocar una escisión que debilitó considerablemente las expectativas electorales de ese partido. Ahora, Esquerra Unida era un partido que vivía, en cierto modo, pendiente de lo que decidieran los socialistas en las próximas elecciones. Controlada Esquerra Unida, Josep Maria Madrid tenía como objetivo provocar una división en el Front, dadas las buenas perspectivas electorales de los nacionalistas. O eso o un acuerdo preelectoral o, en última instancia, asegurarse de que, si el Front tuviera que decidir el Govern, se inclinara por la opción socialista. Del éxito electoral dependía que Joan Albiol continuara liderando el partido. El silencio de las corrientes de oposición sólo era una tregua impuesta por la ejecutiva federal; tregua que no tendría ningún sentido ante un desastre en las elecciones.
El principal escollo era Francesc Petit, siempre con lo del tercer espacio político diferenciado. Se había convertido en una obsesión para Josep Maria Madrid, hombre paciente y tenaz, obligado por el tiempo que tenía hasta las próximas elecciones a trazar una estrategia más directa pero también más arriesgada, jugando con las cartas boca arriba. No obstante, Madrid tomó la decisión de entrevistarse con Horaci Guardiola. A través de un militante socialista, alcalde de un municipio importante gracias al voto decisivo de los concejales adscritos al sector de Guardiola, se encontraron en un apartamento de Josep Maria Madrid, en Port Saplaya, urbanización residencial situada a cuatro quilómetros de la ciudad en dirección a Barcelona.