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«Un hombre inteligente», pensó mientras India enfilaba hacia el garaje, colocando después su Mercedes descapotable entre un Aston Martin negro y un Rolls. Por lo menos, los invitados eran puntuales.

Tal vez Niall tampoco acudiría a la subasta de por la tarde. La idea no había parecido impresionarle, y además tendría sus propios compromisos laborales. Romana dejó a India hablando con un grupo de invitados y se dirigió al enorme local preparado para proporcionar un espacio de juegos seguro y confortable. Había varios puestos en los que se repartían las sudaderas que tanto molestaban a Niall, y un equipo de camareros dispuesto a servir refrescos a niños y mayores.

Molly ya estaba allí, trabajando con algunos miembros de su equipo para asegurarse de que las banderas de C &F ondeaban en la dirección correcta y que el logo de la empresa resaltaba en la mayor cantidad de sitios. También recopilaba todas las manos extra que encontraba para que fijaran los globos en cualquier soporte posible. Un par de esas manos extra pertenecía a Niall Macaulay. Estaba claro quién había llegado en el Aston, un coche negro, peligroso y seductor, que le quedaba como anillo al dedo.

– Niall, no esperaba verte esta mañana.

– Llevo aquí desde las diez y media. Según tu agenda, ésa es la hora a la que tú deberías haber venido.

– La culpa la tiene India -intervino Molly-. Es una tortuga conduciendo. Por nada del mundo supera los ochenta kilómetros por hora, ni siquiera en la autopista.

Romana apretó los labios para evitar que se le escapara una risa histérica, tanto por la mentira de Molly como por la visión de Niall Macaulay en pantalones vaqueros y con una sudadera de Claibourne & Farraday. Los vaqueros se ajustaban a sus piernas como un guante y su pelo tenía un aspecto desenfadado, como si se lo acabara de despeinar con los dedos. Parecía una persona totalmente distinta a la que había conocido veinticuatro horas antes. Romana trató de concentrarse en el trabajo.

– No te di la dirección porque tú tampoco me la preguntaste.

Aquello no le cuadraba a Niall. Romana había intentado librarse de él aquella mañana, y no la culpaba por ello, pero ése era un juego en el que no bastaba con participar. Tenía que ganarlo.

– Telefoneé a tu oficina esta mañana y no estabas -dijo Niall, esperando una respuesta que no se produjo-. Pero claro, la noche de ayer fue muy larga -concluyó dando por válida la explicación.

Una oleada de sangre golpeó las mejillas de Romana.

– Para tu información, estaba en el hotel Savoy a las siete y media de la mañana para asegurarme de que todo estaba bajo control en el pase de modelos de esta…

Romana se interrumpió. Acababa de cometer un gran error.

– … noche -concluyó.

En su afán por aclarar que no había permanecido en la cama hasta las diez de la mañana, Romana había confesado lo que tanto trabajo le había costado ocultar. Que en lugar de irse a casa y colocar los pies en alto frente a la televisión, esa noche tendría que controlar a todos los medios de comunicación que acudirían a un pase de modelos a gran escala.

En otras palabras, le había mentido.

– ¿Se trata tal vez del pase de modelos de trajes de novia? -preguntó Niall, por si quedaba alguna duda de que sabía que ella le había mentido-. Molly me envió amablemente por fax una lista con todas las actividades de esta semana. Aunque no lo parezca, yo tengo un trabajo que ajustar al tuyo.

– Lo siento -acertó a decir Romana.

La verdad era que no podía decir mucho más. Le había mentido. Él sabía que le había mentido y ella sabía que él sabía…

– ¿Pudiste descansar algo más, aparte de la hora que te quedaste dormida en mi casa? -preguntó de pronto sin contemplaciones.

Molly sonrió abiertamente con una mueca de satisfacción.

– Se te escapa un globo -respondió Romana con tanta frialdad como si se hubiera abierto la puerta de la nevera.

Se había acabado el trato personal. Tenía que mantener las distancias. Se acabaron las cenas a última hora. Se acabaron las confianzas.

Romana tomó a Molly por el brazo y la llevó a uno de los cuartitos.

– No digas ni una palabra -dijo cuando Molly intentó abrir la boca-. Ni una palabra. Me quedé dormida en el sofá, ¿de acuerdo? Esto es pura y simplemente trabajo, así que deja a un lado tu calenturienta imaginación. Niall sólo se estaba haciendo el conquistador.

Eso era lo que más la había sorprendido. Aunque hubiera pasado algo entre ellos, Niall no era el tipo de hombre que presumía de sus conquistas con los amigotes. ¿Lo habría hecho deliberadamente para molestarla? Tendría que haber imaginado su reacción, así que ¿por qué hacerlo, si tenía más que ganar siendo amistoso, ganándose su confianza?

La cabeza de Niall asomó entonces por la puerta.

– Te está buscando un equipo de la televisión local, y acaba de llegar un autobús cargado de niños. Pensé que te interesaría saberlo. ¿Puedo ayudarte en algo?

Él había mostrado su verdadera cara, y Romana pensó que no se había equivocado en su primera impresión.

– Limítate a tu papel, Niall. Mirar y aprender. Y procura no pisarme los talones.

Y sin esperar respuesta, se dirigió al equipo de televisión para darles instrucciones de los planos que debían filmar cuando India cortara la cinta del local, además de sacar imágenes de los niños divirtiéndose.

Tenía que asegurarse también de que no grabaran ningún plano de aquel aspirante al consejo de administración de Claibourne & Farraday.

Niall decidió que sería más útil ayudando a los niños a ponerse las sudaderas, pero no podía apartar los ojos de Romana mientras ella hablaba con la prensa, respondía preguntas y presentaba a India. Era capaz de hacer una docena de cosas a la vez sin parecer agobiada. Era una lección magistral sobre cómo mantener la calma bajo presión.

Una niña tiró de sus pantalones, reclamando su atención. Niall se colocó a su altura y la ayudó a ponerse la sudadera.

– Romana me ha dicho que se quedó dormida en tu sofá -comentó Molly, poniéndose a su lado.

– Yo no he sugerido otra cosa.

– Creo que sí. Tengo que decir que me has decepcionado. Esperaba algo más cuando me las arreglé para que tuvierais que volver juntos a casa.

Así que el único error de toda la velada no había sido tal.

– Nuestra relación es meramente profesional, Molly -dijo con firmeza.

Niall trató de olvidar el tacto de la piel de Romana bajo sus dedos cuando la despertó; su ternura cuando trató de apartar de él cualquier recuerdo doloroso de Louise. Una ternura que él había rechazado.

– Eso es lo que dice ella. Pero no tiene por qué ser así. Y, personalmente hablando, creo que deberías invitarla a comer para disculparte por tu total falta de caballerosidad de esta mañana.

– Personalmente hablando, creo que no aceptaría -replicó Niall. Pero la idea le parecía muy atractiva-. De todas formas, si reservas una mesa en el Weston Arms, veré qué puedo hacer.

– Eso está hecho.

Romana colocó la cinta de la inauguración en su lugar y se concentró con gran interés en anudar los lazos de los extremos. Se había prometido a sí misma no mirar en aquella dirección, pero sus ojos seguían de reojo a Niall mientras este permanecía entre las madres, animando a los niños a jugar. No quedaba nada del hombre de negocios en aquel joven dispuesto a echar una mano. Y no pudo por menos que notar cómo lo miraban todas las mujeres del local.

En cualquier otro lugar y en cualquier otra circunstancia, ella también lo estaría mirando.

– Romana, tenemos un problema en la cocina -dijo alguien tirándole del brazo para llamar su atención.

– ¿Qué tipo de problema? -respondió ella sin apartar la mirada de Niall.

El fotógrafo de Celebrity avanzaba hacia él. Tenía que detenerlo.

– Del tipo que no puede esperar.