Era el mismo fotógrafo que estaba el día anterior en la grúa cuando Romana se había lanzado al vacío.
– Señor Farraday, me gustaría hacerle una foto con los niños si no tiene usted inconveniente.
Niall miró en dirección a Romana, esperando que pusiera algún impedimento. Pero ella había desaparecido.
– Ningún inconveniente -dijo.
– ¡No me lo puedo creer!
Arrodillada sobre dos centímetros de agua, era incapaz de aflojar la llave de paso del fregadero. Estaba húmeda y escurridiza, y la estúpida a la que había pedido un trapo había salido huyendo como pollo descabezado y todavía no había vuelto. Desesperada. Romana se quitó la sudadera para intentar detener el desastre. La llave de paso comenzó poco a poco a moverse. Estaba empapada, empezaba a tener frío y no podía ver si estaba haciendo algún progreso.
– ¿Puede alguien decirme si esto está parando? -chilló.
– ¿Algún problema?
Romana soltó un improperio mientras Niall se colocaba a su lado en el suelo.
– No, hago esto para divertirme.
– Ah, si es así me voy -replicó él, haciendo amago de marcharse.
– ¡No! -gritó Romana agarrándole instintivamente el brazo-. Lo siento, no quería ser tan brusca. El camarero se ha quedado con el grifo en la mano cuando iba a abrirlo.
Un silencio repentino le confirmó que al menos el agua había dejado de inundar la cocina. Romana se dio cuenta de que estaba aferrada a la muñeca de Niall como un náufrago a un bote salvavidas.
– Niall, respecto a lo de anoche… -esperaba que él dijera algo así como «olvídalo, estabas cansada». Pero no dijo ni una palabra-. No tenía que haberte hablado de ese modo esta mañana, pero estaba tan… bueno, me sentía tan…
– ¿Avergonzada?
– Sí. Normalmente no me quedo dormida cuando me invitan a cenar. Pero llevaba muchas horas trabajando -respondió a la defensiva.
Se suponía que aquello era una disculpa, así que lo intentó de nuevo.
– Y no debería haberte mentido respecto al pase de modelos. Pero pensé que no querrías…
Se quedaba sin palabras. Era mucho más sencillo decir exactamente lo que pensaba cuando hablaba sin pensar.
– ¿No querías que fuera tu sombra durante el pase de modelos?
– No. Al menos no en éste en concreto. No quería que…
– ¿Que recordara el pasado?
– Supongo que hay cosas que no se pueden olvidar.
Romana dejó de apretar con la sudadera.
– ¿Qué ocurre con las llaves de paso? -preguntó, intentando desviar la conversación hacia un terreno neutral-. ¿Tú crees que les pagan un plus a los fontaneros por apretarlas hasta que no se puedan mover? ¿O lo hacen para que las mujeres con menos fuerza les tengan que llamar y cobrarles así esas facturas tan elevadas?
– Desde luego es un buen negocio si eres fontanero -dijo Niall-. Buscaré un trapo.
Niall se puso en pie, ofreciéndole una panorámica completa de sus piernas.
– Y un cubo -añadió Romana andando muy despacio para no provocar una ola.
– Quítate esa ropa mojada.
– Por el amor de Dios, Niall. Un poco de agua no acabará conmigo -dijo mientras abría los armarios de la cocina en busca de un trapo.
– Ponte esto.
Niall se sacó la sudadera por la cabeza, alborotándose todavía más el pelo, y se la dio a Romana.
– No es necesario -replicó ella, resistiendo la tentación de envolverse en un una prenda impregnada del calor de su cuerpo.
– Sí lo es. Tienes que quitarse esa ropa mojada ahora -dijo Niall poniéndole la sudadera en las manos.
– Pero…
– Pero nada. Puede que no sepa mucho de relaciones públicas, pero puedo enfrentarme sin problemas a un suelo inundado.
Capítulo Seis
A Romana le molestó la insistencia de Niall, pero no tenía tiempo para discutir, así que tomó la sudadera que le ofrecía y se dirigió al cuarto de baño. Cuando se miró al espejo emitió un chillido.
Su camisa blanca de seda estaba empapada, y a través de ella se le veía claramente el sujetador, que también era transparente. Parecía que estuviera desnuda.
Sabía que tenía que agradecerle a Niall no haber aparecido de esa guisa en las páginas de Celebrity. El fotógrafo no habría desaprovechado una ocasión como aquélla.
Se sacó la camisa y el sujetador, los enrolló y los guardó en su bolso. Luego se secó el cuerpo y el pelo. Y se puso encima la sudadera de Niall.
Estaba suave y calentita. Olía a cuero y a brisa fresca, y a ese algo indefinible que era Niall Macaulay. Pero no tenía tiempo de pararse a analizarlo. Los camareros necesitaban la cocina, así que abrió la puerta, dispuesta a enfrentarse a la inundación.
No hizo falta. Niall había usado un cubo y una fregona para recoger el agua. El suelo estaba completamente seco.
– ¿Todo bien? -preguntó él incorporándose junto al armario donde estaba guardando el cubo.
– Sí, gracias. Has hecho un gran trabajo. Y gracias por esto -dijo señalando la sudadera.
– Ha sido un placer.
– De eso estoy segura -Romana deseó no haber dicho esa tontería-. No sé dónde se ha metido mi ayudante -añadió rápidamente para cambiar de tema.
– Tal vez no quiso mojarse los pies -replicó él moviendo la comisura de los labios en un amago de sonrisa-. Es un riesgo estar cerca de una dama tan peligrosa como tú -añadió, esa vez sonriendo con franqueza.
– Somos tres damas peligrosas -respondió ella con acritud-. Díselo a tus compañeros. Bueno, voy a avisar a los camareros de que ya pueden venir.
– Espera un par de minutos y arreglo el grifo.
– ¿Sabes hacerlo?
– Observa y aprende -dijo él, imitándola-. Se aprende mucho cuando vives en una casa antigua. Siempre te quedas con algo en la mano.
– Bien, yo iré a asegurarme de que no ocurre ninguna desgracia más -contestó Romana, retirándose los rizos detrás de las orejas.
Se dio la vuelta para marcharse. Niall ya estaba agachado hurgando en el fregadero, pero ella no podía irse así.
– Gracias por tu ayuda. Esto va mucho más allá de las labores propias de una sombra.
Niall se puso de pie. No quedaba el menor atisbo de sonrisa en su rostro.
– ¿Qué esperabas, Romana, que me sentara a mirar cómo te las apañabas? ¿Y que tomara notas, tal vez? ¿O que puntuara tus habilidades como fontanero del uno al diez?
– Por supuesto que no -respondió, sorprendida por lo airado de su reacción.
También él estaba sorprendido. No podía creer que ella lo considerase tan frío.
– Quería decir que… -Romana no pudo continuar.
– ¿Qué querías decir? Esos niños son más importantes que nuestras pequeñas rencillas y, desde luego, mucho más que el arreglo de un fregadero -dijo Niall -y realmente lo pensaba. Pero eso no cambiaba nada-. Por supuesto, si el incidente hubiera tenido lugar en los grandes almacenes, no habría estado tan dispuesto a colaborar.
– Ya veo. ¿Y por qué no estás allí con un equipo de supervisores, comprobando las hojas de balance? ¿Qué haces en un local de actividades infantiles para niños con necesidades especiales?
En eso tenía razón. No estaba aprendiendo nada de cómo llevar un negocio de primera magnitud en ese pequeño local. Pero estaba aprendiendo mucho de Romana Claibourne. Cosas que a Jordan no le gustaría nada saber.
– Romana, tengo que volver a la ciudad -dijo India mirando en dirección a Niall Macaulay-. ¿Crees que lo hemos impresionado?
– ¿Impresionado?
Niall estaba hablando con Molly. En ese momento, le tocó el brazo a su ayudante a modo de despedida, y Romana sintió una punzada de algo parecido a los celos por la complicidad que parecía haber entre ellos.
– ¿Romana?
– ¿Qué? ¡Ah! No es de los que se impresionan con facilidad.
Había decidido que no era el mejor momento para contarle a su hermana que aquel hombre había salvado el día. Tal vez nunca habría un buen momento para decírselo.