Выбрать главу

Entonces lo sintió, esa súbita dureza contra su cadera, y emocionada supo lo que era. Esa misma tarde había visto por primera vez a un hombre desnudo, y la conmoción del acto que había presenciado la había dejado débil y asqueada, pero esto era diferente. Este era Webb. Esto significaba que la deseaba.

Al percatarse de ello la invadió el placer. Dejó de pensar. El la movió para que no lo sintiera contra su cadera, y empezó a hablar. Lo miró, sus ojos clavados en su hermosa boca, casi sin asimilar sus palabras. Quería que ella comiese, sólo por él.

– Vale-, murmuró ella. Por ti-. Haría cualquier cosa por él. Entonces el deseo se volvió tan intenso que ya no pudo contenerlo por más tiempo, e hizo lo que había deseado hacer durante tanto tiempo que parecía como si lo hubiese anhelado durante toda su vida. Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.

Sus labios eran firmes y cálidos, con un dejo de sabor a tentación que la hizo temblar de deseo. Lo notó sobresaltarse, como si lo hubiera asustado y noto que sus manos se movían hacía su cintura y la agarraban como si quisiese apartarla de él.

– No-, sollozó, súbitamente aterrorizada de que pudiera alejarla. -Por favor, Webb. Abrázame-. Y abrazándolo con más intensidad lo beso con más fuerza, atreviéndose tímidamente a lamer sus labios tal y como había visto en una película.

El tembló, un fuerte estremecimiento recorrió su musculoso cuerpo, y sus manos se cerraron con más fuerza sobre ella.

– Ro…- comenzó, y la lengua de ella se deslizó entre sus labios abiertos.

El gimió con todo el cuerpo en tensión. Y entonces, repentinamente, abrió la boca y comenzó a moverla, y ella perdió por completo el control sobre el beso. Sus brazos se apretaron con fuerza alrededor de ella, y su lengua se introdujo profundamente en su boca. El cuello de Roanna cayó hacia atrás bajo su empuje, y sus sentidos se debilitaron bajo el violento ataque. Había pensado en los besos, incluso había practicado por la noche con una almohada, pero nunca habría imaginado que un beso pudiera hacerla sentir tan débil y acalorada, o que su sabor fuese tan delicioso, o que sentirle contra ella pudiese desatar un anhelo tan inmenso. Se retorció sobre su regazo, tratando pegarse más a él, y con ferocidad él la giro para que sus pechos se apretaran contra su torso.

– ¡Bastardo infiel!

El alarido resonó en los oídos de Roanna. Saltó del regazo de Webb, con el rostro pálido, mientras se giraba hacia su prima. Las facciones de Jessie estaban distorsionadas por la rabia mientras permanecía parada en la puerta, mirándolos con odio, sus manos apretadas en puños.

Webb se levantó. El rubor coloreaba sus pómulos, pero su mirada era firme mientras encaraba a su esposa.

– Cálmate-, dijo en voz queda. -Puedo explicarlo.

– Mejor que sí,- se burlo ella. -Esto debe de ser bueno. ¡Maldito seas, no me extraña que no estuvieses interesado en tocarme! ¡Todo este tiempo te has estado follando a esta estúpida y pequeña putilla!

Una niebla roja invadió la visión de Roanna. ¡Cómo se atrevía Jessie a hablarle a Webb de esa forma, después de lo que había hecho esta misma tarde!

Sin darse cuenta de que se había movido, se vio de pronto frente a Jessie, y la empujó contra la pared tan fuerte que su cabeza rebotó contra ella.

– ¡Roanna, para! Dijo Webb ásperamente, agarrándola y apartándola bruscamente a un lado.

Jessie se enderezó y se retiró el pelo de los ojos. Rápida como un gato pasó por delante de Webb y abofeteó a Roanna con todas sus fuerzas. Webb la agarró y la apartó a un lado, sujetándola firmemente por el cuello de la blusa mientras que cogía a Roanna por la nuca.

– Ya es suficiente, maldita sea-, dijo con los dientes apretados. Webb no solía maldecir delante de las mujeres, y el hecho de hacerlo ahora delataba la enormidad de su enfado. -Jessie, no tiene sentido meter en esto a toda la casa. Hablaremos de ello arriba.

– Hablaremos de ello arriba-, lo imitó ella. -¡Vamos a hablar de ello aquí mismo, maldito seas! ¿Quieres mantenerlo en secreto? ¡Mala suerte! Mañana por la noche todo Tuscumbia sabrá tus preferencias por las jovencitas, porque lo voy a gritar a los cuatro vientos

– Cállate-, estalló Roanna, ignorando la mejilla que le ardía y mirando a Jessie con odio. Trataba de liberarse de Webb, que la tenía dolorosamente aferrada por la nuca, pero él se limitó a sujetarla con más fuerza.

Jessie le escupió. -Siempre has ido tras de él, so puta-, siseo. -Lo has planeado todo para que os encontrará juntos, ¿a que sí? Sabías que iba a bajar a la cocina. No estabas feliz de follártelo a mis espaldas, quería restregármelo por las narices de una vez por todas.

El alcance de la mentira era tal que dejó a Roanna atónita. Le echó una mirada a Webb y captó el súbito brillo de la sospecha y la condena en sus ojos.

– Callaros ambas-, gruñó él, en voz tan grave y helada, que un escalofrío recorrió su espalda. -Jessie. Arriba. Ya-. Soltó a Roanna y se llevó a Jessie casi a rastras hacia la puerta. Allí se detuvo, y lanzó a Roanna una mirada tan gélida que la cortó como un cuchillo. -Luego me ocuparé de ti.

La puerta se cerró con un portazo tras de ellos. Roanna se apoyó débilmente contra los armarios y se tapó la cara con las manos.

Dios mío, jamás quiso que pasara esto. Ahora, Webb la odiaba, y no podría soportarlo. El dolor afloro en su interior, atascándole la garganta, ahogándola. Nunca había sido adversaria para Jessie quien la superaba en astucia y engaño, y una vez más lo había demostrado, lanzando, sin esfuerzo, una mentira que pondría a Webb en su contra. Ahora él pensaría que lo había hecho todo adrede, y nunca, nunca la amaría.

La Abuela no le iba a perdonar este follón. Se balanceó adelante y atrás, abrumada de tristeza, preguntándose si la enviarían lejos de allí. Jessie le había dicho a la Abuela que Roanna debería ir a un internado femenino en el norte, pero Roanna no quiso ir y Webb la apoyó, pero ahora dudaba que Webb moviese un solo dedo aunque la enviasen al desierto del Gobi. Nunca la perdonaría por haberle causado tantos problemas, aunque consiguiera convencerlo de que Jessie había mentido, cosa que dudaba poder hacer. Según su experiencia, siempre creían a Jessie.

En apenas minutos, su mundo se había derrumbado a su alrededor. Había sido increíblemente feliz, esos breves y dulces momentos en sus brazos, y de repente todo se convirtió en un infierno. Probablemente tendría que irse, y perdería para siempre a Webb.

No era justo. Era Jessie quien era una puta. Roanna no se atrevía a contarlo, no podía decirlo, pasase lo que pasase. No se podía defender de las maliciosas mentiras que Jessie, incluso ahora, contaba sobre ella.

– Te odio-, murmuró inaudiblemente, a su ausente prima. Se acurrucó contra los armarios como si de un pequeño y asustado animal se tratase, su corazón martilleando tan fuertemente contra sus costillas que estaba a punto de desmayarse. -Ojala te murieras.

Capítulo 5

Roanna permanecía acurrucada en su cama. Se sentía miserablemente helada a pesar del calor de esa noche de verano, y estaba tan lejos de sentir sueño como cuando escapó escaleras arriba a su habitación.

Las horas que habían pasado desde que Jessie la había sorprendido besando a Webb habían sido una pesadilla. Por supuesto, el alboroto había hecho acudir a la carrera al resto de habitantes de la casa. No hicieron falta preguntas, ya que Jessie había maldecido a gritos tanto a Webb como a Roanna durante todo el tiempo que él la arrastró escaleras arriba, pero la Abuela y Tía Gloria la habían machacado con interminable preguntas y acusaciones.

– ¿Cómo has podido hacer una cosa así? Le preguntó la Abuela, mirando fijamente a Roanna con ojos tan fríos como lo habían sido los de Webb, pero Roanna había permanecido en silencio.