Выбрать главу

– No lo recuerdo,- dijo ella. La mirada de agotamiento era más pronunciada.

Él suspiró y se puso en pie. -Bueno, no se preocupe por ello. Mucha gente no recuerda al principio lo que ocurrió justo antes de recibir un golpe en la cabeza, pero a veces los recuerdos regresan después de un tiempo. Volveremos sobre ello, señorita Roanna. Webb, acompáñeme al pasillo, y le cuento lo que hemos hecho hasta ahora.

Webb salió con él, y Beshears caminó por el pasillo hacia los ascensores. -Seguimos el rastro sobre la hierba por todo el pasto que va paralelo al camino que lleva a la carretera, justo hasta donde se bifurca para acceder a Davencourt,- dijo. -Calculo que dejó su coche allí aparcado, pero ya hace un par de semanas que no ha llovido y la tierra estaba demasiado compacta para contener marcas de rodadas. Sólo para asegurarnos trajimos un par de perros, y siguieron el mismo rastro hasta el giro, pero después de eso nada. Es un buen lugar para esconder un coche; la maleza es tan espesa que cualquier coche aparcado, incluso a veinte metros de la carretera sería malditamente imposible de ver a plena luz del día, así que mucho menos por la noche.

– ¿Entró por la puerta de cocina?

“-Eso es lo que parece. No hemos podido encontrar ninguna otra señal de entrada.- Beshears resopló. -Al principio, pensé que había sido un idiota al no entrar por alguna de esas frágiles puertas de cristal que tienen por toda la casa, pero tal vez fue muy astuto. Piénselo, la cocina es la mejor elección. Todo el mundo debería estar arriba en la cama a esas horas de la noche, así que no querría arriesgarse a despertar a nadie entrando por cualquiera de las puertas del porche superior. Las puertas que dan al patio están en el lateral de la casa, visibles desde los establos. Pero la puerta de cocina está en la parte de atrás, y no puede verse ni desde la carretera, ni desde los establos ni desde ningún otro sitio.

Habían llegado junto a los ascensores, pero Beshears no se detuvo para llamarlo. Él y Webb caminaron hasta el final del pasillo, fuera del oído de nadie que bajara del ascensor en aquella planta.

– ¿Se llevaron algo? – preguntó Webb.

– Nada que nadie notara. Estaba la lámpara tirada en el suelo, pero excepto por eso y la cerradura de la puerta de la cocina, parece que no tocaron nada más. No sé lo que hacía en el estudio, a menos que se sobresaltara cuando la señorita Roanna gritó. Supongo que regresó corriendo abajo, buscando una salida rápida, pero la puerta de la calle tiene doble cerrojo y no pudo abrirlo en la oscuridad. Entraría corriendo en el despacho, vio que no tenía salida al exterior, y accidentalmente derribó la lámpara. Parece que finalmente salió por la puerta de la cocina, lo mismo que para entrar.

Webb pasó bruscamente su mano por su pelo.-Esto no volverá a pasar,- dijo. -Tendré un sistema de seguridad instalado esta semana.

– Ya tendrían que tenerlo puesto.- Beshears le miró con desaprobación. – Booley solía insistir en lo fácil que debía ser colarse en esa casa, pero nunca pudo convencer a la señorita Lucinda para hacer algo al respecto. Ya sabe como es la gente mayor. Al estar la casa tan lejos de la ciudad, ella se sentía segura.

– No quería sentirse como en una fortaleza,- dijo Webb, recordando los comentarios que Lucinda había hecho durante años.

– Esto, probablemente, la hará cambiar de opinión. No se moleste en instalar uno de esos sistemas que piden ayuda automáticamente, porque están demasiado lejos de la ciudad y sería tirar el dinero. Ponga una alarma atronadora que despierte a todo el mundo, si quiere, pero recuerde que los cables pueden ser cortados. Su mejor apuesta serían unas buenas cerraduras sobre puertas y ventanas, y conseguirse un perro. Todo el mundo debería tener un perro.

– Lucinda es alérgica a los perros,- dijo Webb irónicamente. No estaba dispuesto a traer uno ahora y amargarle los pocos meses que le quedaban de vida.

Beshears suspiró. -Supongo que por eso nunca han tenido uno. Vale, olvide la idea.- Se dieron la vuelta y caminaron de regreso a los ascensores. -La señorita Lucinda tuvo otro ataque después de que se marcharan.

– Lo sé. Gloria me lo dijo.

– Vieja cabezota,- comentó Beshears. Alcanzaron los ascensores, y esta vez él presionó el botón. -Llámeme si Roanna recuerda algo, de lo contrario no tenemos una mierda.

Roanna descansó tranquilamente el resto del día, a pesar de las molestias de las nauseas. El doctor le puso una medicación para remediar eso, y pudo tomarse la mayor parte del almuerzo, una dieta suave de sopa y fruta. Lanette resultó ser sorprendentemente buena como enfermera, asegurándose de que Roanna tenía siempre agua fresca en la jarra junto a su cama donde ella pudiera alcanzarla, y ayudándola a ir al cuarto de baño cuando le fue necesario. El resto del tiempo, permaneció sentada pacientemente, leyendo una revista que había comprado en la tienda de regalos, o viendo la televisión con el volumen bajo.

Webb estaba inquieto. Vagó dentro y fuera del cuarto, mirando malhumoradamente la cara de Roanna cada vez que estaba dentro. Algo en su comportamiento lo molestaba cada vez más. Estaba demasiado tranquila. Tenía razones para estar disgustada y asustada, pero en cambio mostraba poca respuesta a nada. Rehuyó su mirada y alegó dolor de cabeza cuando trató de hablar con ella. Las enfermeras la revisaban con regularidad y dijeron que estaba bien, sus pupilas reaccionaban con normalidad, pero aún así estaba intranquilo.

Llamó dos veces para preguntar por Lucinda, pero en ambas ocasiones contestó Lucinda misma y no le dejó hablar con Gloria. -Estoy bien,- le dijo de mal humor. -¿No crees que el doctor me habría enviado al hospital si tuviera algo serio? Soy vieja, tengo cáncer, y mi corazón no es el de antes. ¿Qué más crees que podría ir mal? Francamente, no sé ni porqué me iba a molestar en tomar medicinas ni para un catarro.

En ambas ocasiones pidió hablar con Roanna, y las dos veces Roanna insistió en que se sentía lo bastante bien para hablar. Webb escuchó su parte de la conversación y se dio cuenta de lo cautelosa que sonaba, como si tratara de esconder algo.

¿Había visto a su atacante después de todo?

Si era así, ¿por qué no se lo había contado a Beshears? No podía pensar en ninguna razón por la que ella mantuviera algo así en secreto, nadie a quien ella quisiera proteger. Definitivamente escondía algo, pensó, y estaba decidido a averiguar qué. No de inmediato, no mientras estuviera convaleciente, pero tan pronto como estuviera de vuelta en casa, iba a llevársela y sentarla en un lugar privado para tener una pequeña charla.

Lanette dijo que se quedaría esa noche, y Webb, finalmente a las nueve, se marchó. Aunque regresó a las seis y media de la mañana siguiente, listo para llevar a Roanna de vuelta a casa tan pronto como le dieran el alta. Ella estaba preparada, vestida ya con ropa de calle y con mucho mejor aspecto que el día anterior. Veinticuatro horas de descanso forzoso le habían hecho bastante bien, a pesar de las circunstancias.

– ¿Has dormido algo? – le preguntó.

Ella se encogió de hombros. -Todo lo que cualquiera dormiría en un hospital, supongo.

Detrás de ella, Lanette busco su mirada y negó con la cabeza.

Eran pasadas las ocho cuando el doctor entró y comprobó de nuevo sus pupilas, después sonrió y le dijo que podía irse a casa. -Tómese las cosas con calma durante una semana,- le dijo, -y después vaya a ver a su médico de cabecera para una revisión.

Webb las llevó entonces a casa, esforzándose por evitar los baches y las vías del ferrocarril en un esfuerzo por no sacudir su cabeza. Todos los que se encontraban en casa en ese momento salieron a recibirla, y su plan de tener una conversación privada con ella se fue así al garete. No tuvo ni una posibilidad de estar a solas con ella en todo el día. Ella fue inmediatamente llevada a la cama, aunque se quejó con un poco de irritación de que prefería estar en el sillón, pero nada satisfaría a Lucinda excepto que descansara acostada. Lucinda y Gloria la mimaron en exceso, Bessie entró al menos diez veces a preguntarle si estaba cómoda, y Tansy abandonó sus dominios culinarios para llevar personalmente las bandejas de comida que había preparado con los platos favoritos de Roanna. Incluso Corliss se acercó a visitarla y le preguntó un tanto incómoda si se encontraba bien.