—¿Y eso les da derecho a matar a la gente?
—Estoy hablando de su percepción, no de su moralidad. La muerte de cualquier ser humano individual, mi muerte, podría ser significativa para ellos, si la vieran en el contexto adecuado. Pero no pueden.
—Han hecho esto antes, sin embargo, han creado otros mundos con Spin… ¿no fue eso una de las cosas que descubrieron los replicadores antes de que los Hipotéticos se desconectaran?
—Otros mundos con Spin. Sí. Muchísimos. La red de los Hipotéticos ha crecido hasta abarcar la mayor parte de la zona habitable de la galaxia, y eso es lo que hacen cuando encuentran un planeta que alberga alguna especie inteligente y que usa herramientas con un cierto grado de madurez… lo envuelven en una membrana de Spin.
Me vino a la mente la imagen de arañas envolviendo a sus víctimas en seda.
—¿Por qué, Jase?
La puerta se abrió. Carol había vuelto, trayendo una vela en un plato de porcelana. Puso el plato en la mesilla y encendió la vela con una cerilla. La llama bailoteó, amenazada por la brisa que entraba por la ventana.
—Para preservarla —dijo Jason.
—Para preservarla ¿de qué?
—De su propia senilidad y su muerte final. Las culturas tecnológicas mueren como todo lo demás. Florecen hasta que agotan sus recursos; luego mueren.
A menos que, simplemente, no se murieran. A menos que continúen floreciendo, expandiéndose por sus sistemas solares, trasplantándose a las estrellas…
Pero Jason había previsto mi objeción.
—Incluso el viaje espacial a escala local es lento e ineficiente para seres con una esperanza de vida humana. Quizá hubiéramos podido ser la excepción a la regla. Pero los Hipotéticos llevan por ahí desde hace muchísimo tiempo. Antes de diseñar la membrana del Spin vieron cómo incontables mundos habitados se ahogaban en sus propias heces.
Inhaló y pareció atragantarse. Carol se volvió hacia él. Su máscara de competencia se le cayó, y durante el momento que Jason tardó en recuperarse quedó claro que estaba puramente aterrorizada, que no era una doctora sino una mujer con un hijo moribundo.
Jase, afortunadamente quizá, no podía verlo. Tragó saliva y empezó a respirar normalmente de nuevo.
—Pero ¿por qué el Spin, Jase? Nos empuja hacia el futuro, pero no cambia nada.
—Al contrario —dijo—. Lo cambia todo.
La paradoja de la última noche de Jason fue que su discurso se volvió más extraño e intermitente según parecían ampliarse exponencialmente sus conocimientos adquiridos. Creo que en esas pocas horas aprendió muchísimo más de lo que fue capaz de compartir, y lo que sí compartió fue increíble… una explicación de un poder asombroso y provocativo en cuanto a sus implicaciones para el destino de la humanidad.
Dejando a un lado el trauma, la lucha agónica para encontrar las palabras adecuadas, lo que dijo fue…
Bueno, comenzó con un «Intenta verlo desde su punto vista».
Su punto de vista: el de los Hipotéticos.
Los Hipotéticos, ya los consideráramos un solo organismo o muchos, habían evolucionado a partir de los primeros organismos Von Neumann que habitaron en nuestra galaxia. El origen de esas máquinas autorreplicantes primigenias era oscuro. Sus descendientes no tenían recuerdos directos de ello, no más de lo que tú o yo podemos «recordar» la evolución humana. Puede que fueran el producto de una temprana cultura biotecnológica de la cual no queda ningún rastro; o puede que emigraran desde otra galaxia más antigua. En cualquier caso, los Hipotéticos de hoy pertenecían a un linaje casi inimaginablemente antiguo.
Habían visto incontables veces la aparición y muerte de especies inteligentes en planetas como el nuestro. Al transportar pasivamente material orgánico de una estrella a otra puede que incluso ayudaran a sembrar los procesos de la evolución orgánica. Y habían observado cómo las culturas biológicas generaban burdas redes de máquinas Von Neumann como subproducto de su complejidad cada vez mayor (pero insostenible a largo plazo)… no una vez, sino muchas. Para los Hipotéticos todos parecíamos salas de maternidad de replicadores: extraños, fecundos, frágiles.
Desde su punto de vista esta gestación interminable y renqueante de redes simples de máquinas Von Neumann, seguida por el rápido colapso ecológico de los planetas de origen, era un misterio y una tragedia.
Un misterio porque los fenómenos fugaces a escala puramente biológica les eran difíciles de comprender o siquiera percibir.
Una tragedia, porque habían empezado a considerar esas culturas progenituras como redes biológicas fallidas, similares a ellos mismos: creciendo hacia la verdadera complejidad pero destruidas prematuramente por ecosistemas planetarios finitos.
Para los Hipotéticos, por tanto, el Spin era un medio para preservarnos, a nosotros y otras docenas de civilizaciones similares que habían emergido en otros mundos antes y después que nosotros, en nuestra edad de oro tecnológica. Pero no éramos piezas de museo, congeladas en el tiempo para mostrar al público. Los Hipotéticos estaban redefiniendo nuestro destino. Nos habían suspendido en un tiempo lento mientras ensamblaban las partes de un grandioso experimento, un experimento que se había estado formulando durante millones de años y que ahora estaba acercándose a su meta definitiva: construir entornos biológicos enormemente expandidos en los que esas culturas que de otra manera estarían condenadas pudieran expandirse y en las cuales al fin pudieran encontrarse y entremezclarse.
Al principio no comprendí el sentido de todo eso: ¿Entornos biológicos ampliados? ¿Mayores que la propia Tierra?
Ahora estábamos en la plena oscuridad de la noche. Las palabras de Jason quedaban interrumpidas por movimientos convulsivos y sonidos involuntarios, que he dejado fuera de este relato. Periódicamente comprobaba los latidos de su corazón, que se debilitaban por momentos.
—Los Hipotéticos —dijo— pueden manipular el tiempo y el espacio. La prueba de eso nos rodea por todos lados. Pero crear una membrana temporal no es la menor ni la mayor de sus habilidades. Pueden conectar, literalmente, nuestro planeta mediante bucles espaciales a otros planetas parecidos… Nuevos planteas, algunos diseñados y creados artificialmente, a los cuales podríamos viajar instantánea y fácilmente… viajar por medio de enlaces, puentes, estructuras, estructuras ensambladas por los Hipotéticos, ensambladas a partir, si es que es posible de verdad, de la materia de estrellas muertas, estrellas de neutrones… estructuras que han arrastrado literalmente por el espacio, pacientemente, pacientemente, durante el transcurso de millones de años…
Carol se sentó a un lado en la cama y yo me senté al otro lado. Le sujeté por los hombros cuando su cuerpo se convulsionó y Carol le acarició la frente durante los intervalos en los que no podía hablar. Sus ojos chispeaban a la luz de la vela y contemplaba fijamente la nada.
—La membrana del Spin sigue en su sitio todavía, trabajando, pensando, pero la función temporal ya ha terminado, ha sido completada… eso eran las fluctuaciones, el subproducto del proceso de desintonización, y ahora la membrana se ha hecho permeable de forma que algo puede penetrar en la atmósfera atravesándola, algo grande…
Posteriormente el significado de sus palabras fue obvio. En aquel momento me sentí asustado y sospechaba que había empezado a caer en la demencia, una especie de sobrecarga metafórica gobernada por la palabra «red».
Por supuesto, me equivocaba por completo.
Ars moriendi ars vivendi est: el arte de morir es el arte de vivir. Lo había leído en algún momento de mis años de interinidad y lo recordé mientras estaba allí a su lado. Jason murió como había vivido, en la búsqueda heroica de la comprensión. Su regalo al mundo serían los frutos de esa comprensión, no acaparados por unos pocos sino libremente distribuidos.