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—Buenos días, señor —dijo el siempre educado Azmi, en tono neutro.

Keith sabía por las películas antiguas cuán musicales eran los acentos indios; echaba de menos la rica variedad que las voces humanas tuvieron antes de que las comunicaciones instantáneas eliminaran todas las diferencias. Azmi hizo un gesto hacia el cubo.

—Hemos construido la cápsula del tiempo con un compuesto de grafito añadiendo algunos elementos radiactivos. Es sólida excepto por el sensor hiperespacial autorreparable, que se anclará al atajo, y el sistema ACS activado por luz estelar, para ayudar al cubo a mantener la posición relativa respecto a él.

—¿Y qué hay del mensaje para el futuro? —preguntó Keith.

Hek señaló una de las caras del cubo.

—Lo hemos grabado en las caras del cubo —dijo, con sus ladridos levantando ecos en el hangar—. Empieza en esta cara. Como puede ver, consiste en una serie de ejemplos enmarcados por cuadros. Dos puntos más dos puntos es igual a cuatro puntos; una pregunta con su respuesta. El segundo cuadro, aquí, tiene dos puntos más dos puntos, y un símbolo. Ya que puede valer cualquier símbolo arbitrario, hemos usado el signo humano de interrogación, pero sin el punto inferior; podría dar lugar a pensar que son dos símbolos en vez de uno. En cualquier caso, esto nos da una pregunta y una representación simbólica del hecho de que falta la respuesta. El tercer cuadro muestra el símbolo de interrogación, el símbolo que he establecido para «es igual a», y cuatro puntos, la respuesta. De manera que el cuadro dice «la respuesta a la pregunta es cuatro». ¿Lo ve?

Keith asintió.

—Ahora —siguió Hek—, una vez establecido un vocabulario para nuestro diálogo, podemos formular nuestra pregunta de verdad —anadeó hasta la cara opuesta del cubo, que también tenía marcas grabadas.

—Como puede ver —dijo Hek—, tenemos dos cuadros similares aquí. El primero tiene una representación gráfica del atajo, con una estrella emergiendo por él. ¿Ve la marca de escala mostrando la anchura de la estrella, y la serie de líneas verticales y horizontales de debajo? Es una representación binaria del diámetro de la estrella en unidades de la anchura de la caja, en caso de que haya confusión respecto a lo que la imagen representa. Y luego está el símbolo «es igual a», y el símbolo de interrogación. De modo que dice: «Atajo con estrella emergiendo es igual a ¿qué?». Y bajo él está el símbolo de interrogación, el símbolo «es a», y un amplio espacio en blanco: «la respuesta a la pregunta de arriba es…», y un espacio indicando que queremos una respuesta.

Keith asintió despacio.

—Inteligente. Buen trabajo, caballeros.

Azmi señaló a una de las otras caras del cubo.

—En esta cara hemos grabado información sobre los períodos y posiciones relativas de catorce púlsares diferentes. Si los constructores de atajos del futuro —o quienquiera que encuentre esto— tienen archivos que retroceden tanto en el tiempo, serán capaces de identificar el año concreto en el que fue creado el cubo con esa información.

—Más aún —dijo Hek—, podrían asumir, razonablemente, que el cubo fue creado poco después de que la estrella emergiera por este atajo, y presumiblemente sabrán también a qué fecha del pasado enviaron esa estrella. En otras palabras, tienen dos maneras independientes de determinar a qué época enviar una respuesta.

—¿Y funcionará? —preguntó Keith.

—Oh, probablemente no —dijo Azmi, sonriendo—. Sólo es una botella en el océano. Realmente no espero resultados, pero supongo que merece la pena intentarlo. De todos modos, como el doctor Magnor me ha dicho, si no obtenemos una buena explicación, y si decidimos que las estrellas son una amenaza, podemos usar la técnica waldahud de aplanar el espacio para evaporar los atajos. Vale, podría haber estrellas emergiendo por miles de salidas, y no podríamos hacer gran cosa para detenerlas. Pero si saben que tenemos la capacidad de interferir en algún grado, quizá nos den una explicación en lugar de obligarnos a ello.

—Muy bien —dijo Keith—. Pero ¿qué hará que el cubo sea conspicuo? ¿Cómo están seguros de que alguien reparará en él?

—Ésa es la parte más difícil —ladró Hek—. Hay sólo unas pocas maneras de hacer que algo destaque. Una es hacerlo reflectante. Pero sin importar de qué hagamos la caja, tendrá que aguantar diez mil millones de años de abrasión por polvo interestelar. Cierto que serán sólo unos pocos impactos microscópicos por siglo, pero el efecto neto durante todo ese tiempo será el de lijar cualquier superficie reflectante.

»La segunda posibilidad que consideramos fue hacer la cápsula del tiempo grande; tanto que llame la atención. O pesada, de modo que curve el espaciotiempo. Pero cuando más grande se haga, mayores son las probabilidades de que sea destruida por colisión con un meteoro.

»La última posibilidad era hacerla ruidosa; ya sabe, que emitiera una señal de radio. Pero eso requiere una fuente de energía. Ahora, por supuesto, tiene cerca la estrella verde, y podemos usar simples células solares para generar electricidad, pero la estrella muestra un alejamiento apreciable respecto al atajo. En apenas unos pocos miles de años estará a un año luz de aquí, demasiado lejana como para ser una fuente de energía significativa. Y cualquier fuente de energía interna que usemos habrá agotado su combustible, o sus elementos radiactivos habrán decaído en plomo, mucho antes de la fecha prevista.

Keith asintió.

—¿Pero no han dicho que estaban usando luz estelar convertida en electricidad para suplir de energía el sistema de control de altitud?

—Sí. Pero no queda energía extra para una baliza de ningún tipo. Vamos a tener que asumir que quienes construyeran los atajos tendrá detectores que encontrarán el cubo de todas maneras.

—¿Y si no lo hacen?

Hek movió todos sus hombros arriba y abajo.

—Si no lo hacen… Bueno, no habremos perdido gran cosa con probar.

—De acuerdo —dijo Keith—. A mí me parece bien. ¿Esto es un prototipo, o la cápsula real?

—La concebimos como un prototipo, pero todo encajó enseguida perfectamente —dijo Azmi—. Yo diría que podríamos usar ésta.

Keith se volvió hacia Hek.

—¿Y usted qué dice?

El waldahud ladró una vez.

—Estoy de acuerdo.

—Muy bien —dijo Keith—. ¿Cómo proponen lanzarla?

—Bueno, sólo tiene propulsores ACS —dijo Azmi—. Y no me atrevo a ponerla ahí fuera sin más con esas criaturas de materia oscura nadando a su alrededor; probablemente sería atraída por su campo gravitatorio. Pero ya hemos visto que los seres de materia oscura tienen algo de movilidad, de modo que asumo que no estarán aquí para siempre. He programado un cohete estándar para llevarse de aquí el cubo, pero volver al cabo de cien años y dejarlo a unos veinte kilómetros del atajo. Después de eso, los propulsores ACS de la propia cápsula deberían poder mantenerlo en su sitio relativo al punto de salida del atajo.

—Excelente —dijo Keith—. ¿Está también lista la lanzadera?

Azmi asintió.

—¿Lo puede lanzar desde aquí?

—Por supuesto.

—Hagámoslo, entonces.

Los tres salieron del hangar, y tomaron un ascensor hasta la sala de control de atraque, que tenía ventanales en ángulo dominando la vista del interior del cavernoso hangar. Azmi se sentó frente a una consola y empezó a manipular controles. Bajo sus órdenes, un tráiler mecanizado entró en el hangar llevando un cohete cilíndrico. Brazos mecánicos unieron el cubo a las abrazaderas del frontal del cohete.

—Despresurizando hangar —dijo Azmi.

Ondulantes campos de fuerza empezaron a cerrarse en tres de los cuatro muros, y en el suelo y techo, forzando al aire del hangar a salir por ventiladores en la pared trasera. Cuando todo el aire fue expulsado y comprimido en tanques, los campos de fuerza se colapsaron, dejando el vacío en el interior.