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—Diez mil millones de años —dijo Rissa de nuevo, sacudiendo la cabeza—. El sol de la Tierra llevará tiempo muerto, la Tierra estará muerta —una pausa—. Yo estaré muerta.

—Quizá. Quizá no. Si es prolongación de vida, seguramente lo será por tus estudios aquí a bordo de Starplex. Después de todo, ¿por qué si no acabaría yo siendo uno de los beneficiados por el proceso? Quizá ambos estaremos vivos dentro de diez mil millones de años.

Más silencio.

—¿Y juntos? —dijo Rissa, por fin.

Keith dejó escapar el aliento ruidosamente.

—No lo sé. No puedo imaginar nada de todo esto. —Tuvo la idea de estar diciendo las palabras equivocadas—. Pero… si tengo que enfrentarme a tanto futuro, quisiera que fuera contigo.

—¿De veras? —dijo Rissa de inmediato—. ¿Nos quedaría algo que explorar, algo que aprender el uno del otro, después de todo ese tiempo?

—Quizá… Quizá no sea existencia corpórea —dijo Keith—. Quizá mi consciencia sea transferida a una máquina. ¿No había una secta en Nueva York que quería hacer eso, copiar cerebros humanos a ordenadores? O quizá… quizá toda la humanidad se convierta en una mente gigantesca, pero aún se podrá acceder a las psiques individuales. Eso sería…

—Sería menos aterrador que el concepto de vivir personalmente otros diez mil millones de años. En caso de que no lo hayas calculado todavía, eso quiere decir que hasta ahora has vivido una doscientas milmillonésima de la edad que vas a tener —hizo una pausa y suspiró.

—¿Qué? —preguntó Keith.

—Nada.

—No, te pasa algo.

Rissa guardó silencio durante unos diez segundos.

—Bueno, es sólo que tu actual crisis de mediana edad ya ha sido bastante dura de soportar. Odiaría ver qué se te ocurre cuando cumplas cinco mil millones.

Keith no sabía qué decir. Finalmente se decidió por una risa. Le sonó hueca, forzada.

Silencio de nuevo, durante tanto tiempo que pensó que quizá ella se había dormido por fin. Pero él no podía dormir. Aún no, no con esas ideas en su cabeza.

—¿Dulcinea? —susurró suavemente, tan suavemente que si ella ya estaba dormida con algo de suerte no la despertaría.

—¿Hmm?

Keith tragó saliva. Quizá debería dejar el tema, pero…

—Nuestro aniversario se acerca.

—La semana que viene —dijo su voz en la oscuridad.

—Sí —dijo Keith—. Serán veinte años, y…

—Veinte maravillosos años, cariño. Se supone que siempre tienes que incluir el adjetivo.

Otra risa forzada.

—Lo siento, tienes razón. Veinte maravillosos años —hizo una pausa—. Sé que estábamos pensando en renovar nuestros votos nupciales ese día.

La voz de Rissa adquirió filo.

—¿Sí?

—Nada. No, olvida lo que he dicho. Han sido veinte maravillosos años, ¿verdad?

Keith podía distinguir apenas su cara en la oscuridad. Ella asintió, luego le miró a los ojos, intentando ver más allá de ellos, ver la verdad, ver lo que le estaba preocupando. Y entonces lo supo, y se volvió de costado, de espaldas a él.

—Está bien —dijo ella al final.

—¿El qué?

Y ella dijo las últimas palabras que intercambiaron esa noche.

—No pasa nada —dijo— si no quieres decir «todos los días de mi vida».

Keith estaba sentado en su puesto en el puente. Hologramas de tres humanos y un delfín flotaban sobre el borde de la estación de trabajo. Su visión periférica registró cómo una de las puertas del puente se abría y Jag anadeaba al interior. El waldahud, sin embargo, no fue a su puesto. En vez de eso quedó de pie ante Keith y esperó, al parecer algo agitado, mientras Keith terminaba la conversación que estaba manteniendo con las cabezas holográficas. Cuando desconectaron, Keith se volvió hacia Jag.

—Como sabe, los darmats se han estado moviendo —dijo Jag—. Estoy francamente sorprendido ante su agilidad. Parecen trabajar en equipo, con cada esfera haciendo jugar sus propias fuerzas repulsivas y gravitatorias contra las otras para mover toda la comunidad en un esfuerzo cooperativo. De todos modos, al hacerlo, se han reconfigurado por completo, de manera que darmats individuales que antes no podíamos observar claramente están ahora en la periferia de la formación. He hecho algunas predicciones sobre qué darmat podría reproducirse a continuación, y me gustaría poner a prueba mi teoría. Para ello, me gustaría que moviera Starplex hacia el lado opuesto del campo de materia oscuras.

—PHANTOM, esquema del espacio local —dijo Keith.

Una representación holográfica apareció en el aire entre Keith y Jag. Los darmats se habían movido al lado opuesto de la estrella verde, de manera que Starplex, el atajo, la estrella, y la comunidad de darmats estaban prácticamente dispuestos en línea.

—Si nos movemos al lado opuesto del campo de darmats, quedaremos fuera de la vista del atajo —dijo Keith—. Podríamos no ver un watson atravesándolo. ¿No podría sencillamente poner una sonda allí?

—Mi predicción está basada en minúsculas concentraciones de masa. Necesito usar el hiperescopio del puente uno o el del puente setenta para realizar mis observaciones.

Keith lo consideró.

—De acuerdo —pulsó una tecla de su consola y aparecieron los habituales hologramas de Thor y Rombo—. Rombo, por favor, hable con quienes estén ahora llevando a cabo observaciones externas. Averigüe en qué momento podremos mover la nave sin interrumpir su trabajo. Thor, en ese momento llévenos al lado opuesto del campo de materia oscura, colocándonos en las coordenadas que le proporcionará Jag.

—Servir es el mayor placer —dijo Rombo.

—Aquí paz y después gloria —dijo Thor.

Jag movió la cabeza arriba y abajo, imitando el gesto humano. Los waldahudin nunca decían gracias, pero Keith pensó que el cerdo parecía enormemente complacido.

XVII

El puente estaba tranquilo, las seis estaciones de trabajo flotaban serenamente contra la noche holográfica. Eran las 05.00 hora de a bordo; el turno delta estaba en la hora final de su guardia.

En el puesto del director había un ib llamado Copa; había otros ibs en las estaciones de Navegación y Operaciones Internas. Ciencias Físicas estaba bajo el control de un delfín llamado Frentemellada, había un waldahud en ciencias biológicas, y una humana llamada Denna van Hausen estaba en Operaciones Externas.

Una rejilla de pantallas de fuerza radiaba desde el invisible techo, creando el vacío en huecos de un milímetro entre cada estación de trabajo, impidiendo la transmisión de ruido entre ellas. El ib de Operaciones Internas estaba en una conferencia holográfica con tres ibs flotantes en miniatura y tres cabezas waldahud sin cuerpo. La humana de Externas estaba leyendo una novela en una de sus pantallas.

De súbito, los campos silenciadores se desconectaron y empezó a sonar una alarma.

—Nave no identificada aproximándose —anunció PHANTOM.

—¡Allí! —dijo Van Hausen, señalando a la imagen de la estrella cercana—. Acaba de pasar por detrás de la fotosfera.

PHANTOM mostró la nave desconocida como un pequeño triángulo rojo; la nave en sí era demasiado pequeña para ser vista a esa distancia.

—¿Alguna posibilidad de que sea un watson? —preguntó Copa, con un toque Cockney en su acento británico.

—Ninguna —dijo Van Hausen—. Es al menos tan grande como una de nuestras sondas.