—Dios mío, yo… Sí, lo haré.
—Apúnteme.
—No creo ser la persona adecuada, pero… Sí, vale.
—Voy para allá.
Rissa se había puesto al lado de su marido.
—Haré lo que pueda —dijo.
Keith la miró.
—Rissa…
—No te preocupes, cielo. Tengo que asegurarme de que vives todos esos miles de millones de años.
Keith le tocó el brazo.
—Rombo, asigna una nave a cada uno. PHANTOM, llévalos allí tan rápido como sea posible.
—Ejecutando.
—Buen trabajo, todo el mundo —dijo Keith, inclinándose hacia delante en su silla, con las yemas de los dedos juntas frente a su cara.
—¡Jesús! —gritó Thor. Una pequeña explosión floreció en la imagen—. Acaban de hacer volar nuestro watson.
—Jag, analice el arma usada —dijo Keith—. Al menos podremos averiguar cuál es su armamento.
Jag miró un monitor cuadrado.
—Láseres policiales waldahud estándar —dijo.
Pero luego se levantó de su puesto e hizo un gesto a Frentemellada, que había estado ocupando el puesto de oficial de físicas durante el turno delta. Jag pulsó algunas teclas.
—Transfiriendo ciencias físicas a estación delfín uno —dijo. Se volvió hacia Keith—. Quizá… quizá sería mejor si yo no participara más. Gawst no ha invocado el nombre de la Reina Trath, y por tanto asumo que él y sus asociados actúan sin aprobación real, en un intento de amasar considerable gloria. Aun así, son waldahudin. Quizá debería volver a mi apartamento.
—No tan deprisa, Jag —dijo Keith, poniéndose en pie. Miró a Lianne—. ¿Tiempo hasta el lanzamiento?
—Diez, puede que once minutos.
Keith se volvió hacia Jag.
—Me hizo usted mover a Starplex de modo que no pudiéramos ver las fuerzas waldahud agrupándose al otro lado de la estrella verde.
—Lo niego —dijo Jag, con ambos juegos de brazos cruzados a la espalda.
—¿Su lealtad no es para los waldahudin?
—Mi lealtad es para la Reina Trath, pero no hay pruebas de que ella autorizara el intento de apoderarse de esta nave.
—Lianne, ¿cuántos watsons recibió Jag en los últimos dos días?
—Comprobando. Tres. Dos eran de CHAT…
—Que está justo al lado del sistema waldahud… —dijo Keith.
—Y el tercero era una unidad comercial de una compañía de telecomunicaciones de Rehbollo.
—Contenía noticias personales —dijo Jag— relacionadas con un miembro enfermo de mi familia.
—Examina esos watsons, Lianne —dijo Keith—. Quiero comprobar los mensajes que llevaban.
—Una vez descargué los datos que quería —dijo Jag—, liberé los watsons para su reutilización… Borrando los datos primero, claro.
—Deberíamos poder recuperar algo —manifestó Keith—. ¿Lianne?
—Comprobando —dijo ella, y un momento después—. Vale, los watsons enviados a Jag están aún a bordo. Llevamos más de cien, y esos tres están aún en la cola para su reutilización —pulsó algunas teclas—. He conectado con todos ellos; están en blanco.
—¿Nada que recuperar?
—No. El área de datos ha sido borrada, y sustituida por patrones aleatorios. No queda nada.
—Uso siempre un borrado de nivel siete —dijo Jag.
—Eso es dos niveles más que los estándares militares de la Tierra —dijo Keith.
—Es más pulcro —dijo Jag—. Ha comentado usted a menudo mi predilección por la pulcritud.
—Eso son chorradas —dijo Keith—. No creo que fuera coincidencia que me pidiera mover la nave; los waldahudin no hubieran podido atacar en masa si hubiéramos estado allí para verlos salir del atajo uno a uno.
—Le digo que es una coincidencia —dijo Jag.
Keith se volvió a la estación de OpIn.
—Lianne, anula todas las autorizaciones de mando de Jag Kandaro em-Pelsh. Y finalice todas las tareas que tiene activas.
Las teclas emitieron sonidos al ser pulsadas.
—Ejecutando —dijo Lianne.
—No tiene usted autoridad para hacer esto —dijo Jag.
—Pues demándeme —dijo Keith. Miró al waldahud—. Yo fui uno de los que argumentaron en contra de basar cualquier parte de Starplex en estructuras militares humanas, pero si lo hubiéramos hecho, al menos ahora tendría un calabozo al que arrojarle —miró un juego de cámaras luminiscentes flotando sobre la galería de observadores tras las estaciones de trabajo.
—PHANTOM, graba un nuevo protocolo. Nombre: «arresto domiciliario». Autoridad competente, Lansing, G.K. Parámetros: individuos bajo arresto domiciliario no tienen acceso a ningún área de trabajo; PHANTOM no les abrirá las puertas a esas áreas. También tienen prohibido el uso de comunicaciones externas, y dar órdenes a PHANTOM por encima del nivel doméstico cuatro. ¿Entendido?
—Sí. Protocolo establecido.
—Graba lo siguiente: a partir de este momento, 07.52 horas, y con efecto hasta que lo anule yo personalmente, Jag Kandaro em-Pelsh está bajo arresto domiciliario.
—Recibido.
La voz de Keith estaba bajo control.
—Ahora puede dejar el puente.
Jag cruzó de nuevo ambos pares de brazos a la espalda.
—No creo que tenga derecho a expulsarme de esta sala.
—Hace un momento quería irse —dijo Keith—. Por supuesto, eso era cuando aún tenía autoridad para tomar una lanzadera y escapar a la armada.
Rombo había dejado la estación de Operaciones Externas y había rodado hasta quedar cerca de la consola del director. Las luces bailaban sobre su red sensora, y las hebras de la red se habían vuelto amarillas, el color de la ira.
—Apoyo a Keith —dijo la fría voz británica—. Ha dañado usted todo aquello por lo que hemos trabajado. Deje el puente voluntariamente, Jag, o le expulsaré.
—No puede hacerlo. Atacar a otro sentiente va contra el código operacional.
Rombo rodó hacia Jag, una apisonadora viviente.
—Míreme.
Jag mantuvo su postura desafiante un momento más. Rombo se acercó más y más, sus ruedas revestidas de cuarzo chispeando a la luz estelar del holograma del puente. Los tentáculos como cuerdas del ib se alzaban de su habitual amasijo, estirados en el aire como serpientes enfurecidas. Jag finalmente dio la vuelta. El campo estelar frente a él se abrió, y salió. La puerta se cerró.
Keith dio las gracias a Rombo con un movimiento de cabeza, y luego:
—Thor, ¿situación de las naves waldahud?
Thorald Magnor miró a Keith por encima del hombro.
—Asumiendo que no tengan nada más que láseres policiales estándar, estaremos a tiro en tres minutos.
—¿Cuánto falta para que nuestras naves estén listas para el lanzamiento?
Las luces de Rombo destellaron una respuesta mientras volvía a su puesto.
—Dos están listas. Las otras tres… Deme otros cuatro minutos.
—Quiero lanzar las cinco a la vez. Todo tiene que salir por la puerta dentro de doscientos cuarenta segundos.
—Se hará.
—Aún nos superarán en número, ocho a cinco —dijo Thor.
Keith frunció el ceño.
—Lo sé, pero son nuestras cinco naves más rápidas con pilotos delfines. Rombo, en cuanto nuestras naves se hayan alejado de los hangares, quiero toda la potencia a las pantallas de fuerza. Corte los motores; desvíe todo a las pantallas.
—Se hará.
—Lianne —dijo Keith—. Quiero poner un mensaje a Tau Ceti en otro watson. Dispáralo por un cañón de masa. Envíalo en una órbita que lo lleve al atajo sólo por inercia; quiero que vuele hasta allí sin usar energía.
—Un watson tardará tres días en llegar al atajo así —dijo Lianne.
—Soy consciente de ello. Calcula la trayectoria. ¿Cuánto tiempo tengo hasta que lancemos nuestras naves?