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Keith y Rissa corrieron hacia sus puestos, dando la impresión de que corrían por el espacio exterior.

Los puestos del puente estaban dispuestos en dos hileras de tres asientos cada una, con el director ocupando la posición central de la hilera posterior. La hilera anterior estaba siempre ocupada. Los puestos de la hilera posterior se usaban sólo cuando era necesario; Jag, Keith y Rissa tenían todos oficinas separadas en las que llevaban a cabo la mayor parte de su trabajo. Uno de los monitores de Keith mostraba siempre un diagrama de quién estaba autorizado para usar la estación de trabajo en cada momento. Ahora mismo la hilera anterior la ocupaba el equipo del turno alfa estándar:

Operaciones internas

Lianne Karendaughter

Timón

Thorald Magnor

Operaciones externas

Rombo

Ciencias físicas

Jag Kandaro em-Pelsh

Director

Keith Lansing

Ciencias biológicas

Clarissa Cervantes

El encargado de OpIn era responsable de todas las actividades a bordo, incluyendo ingeniería. En el lado opuesto de la estancia estaba su contrapartida, el encargado de OpEx, que supervisaba los muelles de atraque y las misiones efectuadas por las cincuenta y cuatro naves de diferentes tipos que atracaban allí. A la izquierda de Keith estaba el puesto de Jag, jefe del Departamento de Ciencias Físicas. A su derecha, de nuevo una contrapartida: Rissa, jefe del Departamento de Ciencias Biológicas.

Ya que casi toda la investigación en Físicas se llevaba a cabo a bordo de la nave, tenía sentido que OpIn estuviera frente al puesto de Físicas. Lianne podía girar su silla, o mover su estación de trabajo sobre la base giratoria, para consultar cosas cara a cara con Jag. De manera similar, la mayoría del trabajo biológico se llevaba a cabo fuera de la nave nodriza; Rombo en OpEx podía consultar cosas con Rissa (aunque Rombo, un ib, tenía visión de 360 grados y no necesitaba volverse para verla).

Para facilitar todavía más las comunicaciones, hologramas en tiempo real de diez centímetros de altura de las cabezas de Thor y Lianne, más una imagen de cuerpo entero de Rombo, solían flotar sobre el borde de las consolas de Jag, Keith y Rissa. Los ocupantes de la fila anterior tenían hologramas de las cabezas de los de la fila posterior flotando sobre sus puestos.

A cada extremo de la sala había una gran piscina cubierta por un campo de fuerza antisalpicaduras; cualquiera de los puestos podía transferir sus funciones a un delfín en cualquiera de las piscinas. Tras los puestos había una hilera de nueve polisillas para observadores.

Keith miró cómo Jag entraba por la puerta de estribor. El waldahud se movía por el campo estelar a pasos cortos de sus piernecillas patizambas, con los cuatro brazos rígidos a los costados. Jag llevaba un par de funcionales prendas de vestir, incluyendo un cinturón con bolsas colgando, y una banda con bolsillo alrededor de su brazo superior izquierdo. Estaba prácticamente desnudo, el condenado, salvo por su espeso pelaje, mientras que Keith se estaba congelando vivo. Las áreas comunes de la nave se mantenían a quince grados Celsius, el equivalente a un mediodía caluroso de verano en Rehbollo. Keith medio esperaba ver condensarse su aliento cada vez que salía de su apartamento.

Cuando Jag se sentó, los monitores de su puesto se configuraron para ser dos veces más altos que anchos. Jag podía ver dos pantallas simultáneamente, una con el par vertical de ojos izquierdos, otra con el par vertical de ojos derechos. Como los humanos, los waldahudin tenían dos hemisferios cerebrales, pero cada hemisferio podía procesar una imagen estereoscópica por sí solo.

No había expresión alguna en el rostro de Jag (aunque de todos modos Keith no era bueno descifrándolas). Su altercado en el corredor una hora antes no merecía, aparentemente, comentario alguno. Claro que no, pensó Keith. Un día normal para uno de ellos.

Movió la cabeza y se dio la vuelta. Thorald Magnor, al timón, era un gigantesco humano de unos cincuenta años, con una barba de color rojo llama. En OpEx, la polisilla había sido retirada bajo el suelo, y la consola rebajada para acomodar a su usuario actual. Rombo, como todos los ibs, parecía una silla de ruedas de piedra con una sandía en el asiento.

Uno de los monitores de Keith mostraba el informe del THAC, el Telescopio Hiperespacial Astrofísico de la Commonwealth, sobre el recién abierto atajo. La salida estaba en el Brazo de Perseo, a unos novecientos mil años luz de su posición actual. Y eso era todo lo que se sabía, salvo que algo había pasado recientemente por el atajo, activándolo. Lo que fuera ese algo, y dónde había ido a través de la red, nadie lo sabía.

—De acuerdo, gente —dijo Keith— Empezaremos con una sonda clase alfa estándar. Thor, llévanos a veinte kilómetros del atajo.

—Deme dos segundos, jefe —dijo Thor. Keith podía ver la cara de Thor en el holograma en miniatura, y su cogote de verdad en el puesto delante suyo. Su cara era grande y ruda, su barba y cabellos largos y crespos. Keith había visto una vez un casco vikingo en el apartamento de Thor; le hubiera sentado bien—. Tenemos una sonda atracando ahora mismo.

Un instante más tarde, unas luces destellaron en la red de sensores de Rombo.

—Anuncio con placer que la Marc Garneau ha sido asegurada en el hangar ocho —dijo una voz con acento británico en el oído de Keith.

Por convención, las voces de los waldahud se traducían con anticuados acentos neoyorquinos, mientras que a los ibs se les daba acentos británicos; hacía más fácil distinguir quién hablaba, ya que las voces traducidas emanaban todas del mismo sitio, el implante coclear del oyente.

—Vale, jefe —dijo Thor—. Allá vamos.

Keith podía ver las grandes manos de Thor manipulando los controles. El campo estelar que rodeaba el puente empezó a moverse; cosa de cinco minutos después, las estrellas dejaron de moverse.

—Como ha pedido, jefe —dijo Thor—. A veinte mil metros del atajo, en el blanco.

—Gracias —dijo Keith—. Rombo, lance la sonda, por favor.

Los tentáculos como cuerdas de Rombo restallaron en su consola como si la estuviera domando a latigazos. Su red de sensores relucía.

—Será un placer.

Un diagrama de la sonda apareció en uno de los monitores de Keith: un cilindro plateado de cuatro metros de largo por uno de diámetro, con la superficie cuajada de escáneres, sensores, cámaras, y placas CCD. La sonda sólo contaba con propulsores y cuatro racimos de reactores cónicos para corregir el rumbo; un hipermotor era demasiado caro para arriesgarlo, sobre todo teniendo en cuenta que la sonda podía no regresar.

La sonda aceleró a través de un cañón de masa en uno de los módulos habitables superiores de Starplex. En cuanto la sonda salió al espacio, el personal del puente pudo ver el brillo de sus propulsores en la esfera holográfica que los rodeaba. La sonda giró sobre su eje de manera que todos sus instrumentos quedaran expuestos a todo el panorama del firmamento.

No había un objetivo visible para la sonda; al menos todavía no. Pero su curso había sido calculado de manera que entrara en el atajo con el ángulo exacto especificado por el THAC. Cuando lo hizo, la sonda pareció desaparecer, tragada por un pequeño anillo de fuego violeta.

—Amistosamente observo que el pasaje a través del atajo ha sido normal —informó Rombo con su rico acento de Oxford.

Ahora empezaba la espera. Cada uno mostraba la tensión de manera distinta. En OpIn, Lianne tamborileaba con sus uñas pintadas en el borde de la consola. Las luces de la red de Rombo destellaban de vez en cuando, no en un pictograma coherente, sino como signo de agitación mental. Jag se tocaba el pelaje y deslizaba sus placas dentales translúcidas una contra otra, con un leve sonido como el deslizar de una tiza sobre la pizarra. Keith se levantó y paseó arriba y abajo. Rissa se dedicó a organizar archivos en su consola. Sólo el imperturbable Thorald Magnor parecía tranquilo; colocó sus enormes pies sobre la consola y, reclinándose en su asiento, entrelazó los dedos tras su melena anaranjada.