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—Oh, desde luego, ¿y quién sabe por cuántos ciclos así habrán pasado nuestros descendientes antes de que juntaran el valor y la tecnología para afrontar este proyecto? El método de saltos temporales continuos otorga sólo una pseudoinmortalidad, es claramente inferior a conseguir hacer que el universo dure para siempre. No sólo quiere decir que ningún edificio ni estructura puede durar más de diez mil millones de años, también limita la inmortalidad a aquellos seres que posean viaje en el tiempo.

—Supongo —dijo Keith—. ¡Pero qué proyecto!

—Desde luego —dijo Jag—. Y podría ser de envergadura aún mayor de lo que parece en un principio. Dígame: ¿cómo de viejo es este universo ahora mismo?

—Quince mil millones de años —dijo Keith—. Años terrestres, quiero decir.

Jag movió sus hombros inferiores.

—De hecho, aunque es la cifra más citada, ningún astrofísico se la cree. Quince mil es un compromiso, a mitad de camino entre las edades sugeridas por dos líneas de razonamiento diferentes. El universo tiene o bien diez mil millones o bien veinte mil millones. Desde mediados de la década de 1990, el valor aceptado para la constante de Hubble, que mide la tasa de expansión del universo, ha sido de cosa de ochenta y cinco kilómetros por segundo por megaparsec. Eso significa que el universo todavía se está separando a tasa muy alta desde el big bang; significa que la gravedad ha hecho poco para frenar la expansión por el momento, y por tanto no puede ser mucho más viejo de diez mil millones de años.

»Pero estudios espectrales de estrellas de primera generación, especialmente las de los cúmulos globulares, sugieren que esas estrellas han estado en fusión durante al menos dos veces ese tiempo. Hemos asumido durante mucho tiempo que o un cálculo o el otro debían ser incorrectos. Pero quizá ninguno lo sea. Quizá lo que estamos viendo ahora sea simplemente la fase más reciente de un proyecto en varias etapas. Quizá rechacé demasiado pronto la sugerencia de Magnor de empujar cúmulos globulares a través de los atajos. Quizá esos cúmulos, cada uno de ellos con decenas de miles de estrellas, ya han sido empujados aquí desde el futuro. Es posible que originalmente este universo contuviera mucho, mucho menos del noventa y cinco por ciento de la densidad crítica de materia, y que la fase actual del proyecto sea sólo un ajuste fino.

—Pero… pero sin duda la duplicación de la masa es sólo temporal —dijo Lianne—. Para volver a su ejemplo original, si viajara usted desde mañana hasta hoy, habría dos de ustedes hoy, pero mañana uno de ellos desaparecería, de vuelta al pasado.

—Quizá —dijo Jag—, pero durante todo el intervalo entre el punto de salida en el futuro y el de llegada en el presente, la masa se ha duplicado. Y si esos dos puntos están separados diez mil millones de años, entonces se ha duplicado la masa durante muchísimo tiempo, tanto como para que sus efectos hagan frenar la expansión del universo. Con cálculos muy cuidadosos, no se necesita aumentar la masa del universo permanentemente. Sólo se necesita hacerlo durante el tiempo necesario como para que la atracción gravitatoria detenga la tasa de expansión de la explosión original. Si se hace bien, incluso sin un aumento permanente de masa, se podría tener al final un universo en el futuro lejano que estuviera perfectamente equilibrado, un universo que viviría para siempre.

Jag se detuvo a tomar aliento.

—Es el proyecto de ingeniería más ciclópeo que jamás se haya intentado —dijo—. Pero desde luego es preferible a la alternativa, que era dejar morir al universo —sonrió ampliamente a todos los miembros del personal del puente—. Nosotros lo hicimos. ¡Criaturas de materia normal, criaturas con manos! Al final… Corrección, ¡para evitar el final, el universo nos necesita!

La ceremonia, que tuvo lugar en su restaurante waldahud favorito, fue breve. La audiencia fue mucho mayor que la de su boda en Madrid, donde asistieron sólo los familiares cercanos; cualquier tipo de celebración era bienvenida a bordo de Starplex.

Thorald Magnor había sido ascendido a director en funciones para que pudiera celebrar el servicio.

—Gilbert Keith —dijo—, ¿quieres tomar de nuevo a Clarissa María como esposa, para amarla, honrarla y cuidarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza?

Keith se volvió a mirar a su mujer. Recordaba el día, veinte años atrás, en que habían pasado por este ritual, un día maravilloso y feliz. Había sido un buen matrimonio, estimulante intelectual, emocional y físicamente. Y ella era, en todo caso, todavía más hermosa, más intrigante hoy que entonces. Miró sus grandes ojos marrones y dijo:

—Sí, quiero.

Thor se volvió hacia ella, pero antes de que pudiera hablar, Keith estrechó la mano de su esposa y añadió en voz alta, para que todos lo oyeran:

—Todos los días de nuestras vidas.

Rissa le sonrió, radiante.

Demonios, pensó Keith, veinte años apenas arañaban la superficie…

Epílogo

Keith Lansing había estado durmiendo bien desde hacía semanas. Yacía en la cama, junto a su preciosa mujer, adormeciéndose. ¿Y qué si él y Rissa y Jag y Morrolargo y Rombo y todos los otros mil millones de ciudadanos de la Commonwealth no llegaban a abultar lo que un guisante en este loco universo? ¿Y qué si eran una broma cósmica, un producto secundario inesperado del arte de la materia oscura? Algún día marcarían la diferencia; algún día lo cambiarían todo…

Keith se despertó con un sobresalto. Apartó la tarjeta de plástico que cubría la esfera de su reloj; eran las 04.13 horas. Se incorporó en la cama y escuchó el ruido blanco que PHANTOM emitía por los altavoces de la habitación.

Cristo, pensó. Cristo Jesús.

Empujar millones de estrellas desde el futuro hacia atrás en el tiempo cambiaría el pasado; lo cambiaría radicalmente, caóticamente. No habría manera de que la línea temporal se desarrollara como lo había hecho originalmente; no había manera de que su pasado diera lugar al mismo futuro. No se podía evitar una paradoja, a menos que… a menos que…

A menos que uno mismo volviera hacia atrás en el tiempo, a un tiempo antes de que la primera materia del futuro apareciera. Keith sintió latir su corazón a toda prisa. Todos los seres del futuro lejano debían estar aquí ya, en algún lugar del presente.

Recordó las fotos que había visto de aquella lisa bola de metal, metal que había sido una vez el bumerang enviado desde Tau Ceti al atajo de Tejat Posterior, un metal alterado por algún tipo de ciencia fantásticamente avanzada.

Los Estampadores habían cerrado en verdad la puerta a la Commonwealth… habían cerrado la puerta a su propio pasado. Habían dejado muy claro que querían, necesitaban, seguir aislados de sus versiones anteriores.

La gente usando ese atajo, e indudablemente innumerables más, eran gente del futuro. Y entre esa gente estaría la versión de sí mismo que había firmado el mensaje en la cápsula del tiempo, la versión que era aparentemente un líder en el proyecto para salvar el universo, un Keith Lansing de miles de millones de años de edad, un Keith Lansing que se había convertido, literalmente, en el gran anciano de la física. Cómo le gustaría encontrarse con ese otro yo…

Keith miró a Rissa en la penumbra. Estaba aún profundamente dormida, pero sus movimientos en la cama le habían quitado de encima la sábana. Él la volvió a tapar; luego se recostó de nuevo sobre la almohada, y se durmió lentamente, soñando con un hombre de cristal.