Выбрать главу

Era el hombre con quien había sido tan grosera. Le había preguntado qué hacía allí, pero ¿qué estaba haciendo él allí?

Capítulo 2

Si bien había tardado un minuto en reconocerlo, él, al parecer, la había reconocido sólo con ver su cara.

– No esperamos visitas -le comunicó ella incisivamente.

– ¿No las esperáis?

Fue evidente que a él no le gustó que se hubiera atribuido el papel de perro guardián y, sin esperar que ella contestara, se dirigió hacia la puerta de la casa.

– ¿Quién es usted? -le preguntó ella a su espalda.

– ¿Debo suponer que eres la incomparable Taryn que rebosa por las líneas telefónicas que van de aquí a Nueva York?

Ella se quedó con los ojos como platos.

– ¿Conoce…?

Taryn se calló. La hija del señor Compton vivía en Nueva York.

– Soy Jake Nash. ¿Tú eres el ama de llaves temporal de mi tío abuelo que aspira a ser la definitiva?

– Pienso marcharme en cuanto la señora Ellington pueda volver -contestó ella con frialdad-. El señor Compton está echando la siesta. Si quiere, puede acompañarme a la cocina y le haré una taza de té.

Él pareció dudar, como si estuviera a punto de preguntarle quién se creía que era para darle órdenes a alguien de la familia de su jefe. Sin embargo, se apartó un poco para que ella pasara delante.

– Es una buena idea -concedió.

Él conocía el camino a la cocina y, en cuanto llegaron, Taryn comprendió por qué le había parecido una buena idea. Apoyó su cuerpo alto y delgado contra una encimera y empezó a bombardearla con preguntas.

– ¿Eres el ama de llaves de mi tío? -fue la primera.

– Provisionalmente. Me marcharé en cuanto la hija del ama de llaves permanente se recupere.

– ¿Es definitivo?

– ¿Acaso es de su incumbencia? -le preguntó ella con tono cortante y olvidándose de hacerle una taza de té-. Usted no me ha contratado.

Taryn pudo comprobar, por las cejas arqueadas, que era un hombre que no estaba acostumbrado a que le contestaran con otra pregunta.

– Parece que has llegado a ser algo más que eficiente durante el poco tiempo que llevas aquí -afirmó él secamente.

– ¡Para eso me han contratado!

– ¿Hasta el punto de dar largos paseos con tu empleador?

– No tan largos.

– ¿Hasta el punto de llevarlo a un pub?

– ¡Me llevo él! -exclamó ella sin saber por qué estaba defendiéndose-. Menos una vez, que estaba lloviendo y él estaba cansado de estar metido en casa. En cualquier caso…

– Según me han contado, lo has introducido en la perversión de los dardos -la interrumpió él.

Taryn estuvo a punto de soltar una carcajada. En realidad, de no haberle parecido imposible, habría dicho que también había un brillo burlón en la mirada de Jake Nash.

– ¿Qué es todo…? -Taryn cayó en la cuenta de lo que había querido decir con lo de las líneas telefónicas a Nueva York-. Ha estado en contacto con Beryl, su hija. ¿Verdad?

Jake Nash la miró detenidamente y a ella le dio la leve y absurda impresión de que le habían gustado sus facciones delicadas y sus ojos de color azul oscuro.

– Ella llamó a mi madre -reconoció él.

– ¿Le pidió que viniera a comprobar cómo soy?

– Todo es Taryn por aquí y Taryn por allá. No puedes reprochárselo.

– ¡Cree que busco su dinero! -exclamó Taryn con espanto-. ¿Cree que… él está… encaprichado conmigo?

– Beryl ha conocido a la señora Ellington, pero no te ha conocido a ti. No puedes culparla por tener la preocupación natural de una hija.

– De modo que en cuanto ella llamó, usted salió corriendo para cerciorarse…

– Hoy tenía unos asuntos por aquí -la cortó él-. No me ha importado desviarme.

– ¡Jake!

Un grito de júbilo llegó desde la puerta. Taryn miró a su empleador y, por una vez, se alegró de que fuera un poco duro de oído.

– ¡Qué alegría verte! -exclamó el señor Compton mientras estrechaba la mano de Jake en medio de la cocina-. Evidentemente, ya conoces a Taryn. Todavía no puedo creerme que sea tan afortunado de tener dos amas de llaves.

– ¿Quiere el té? -le preguntó Taryn.

Ella notó que Jake la atravesaba con la mirada, pero decidió pasarlo por alto.

– ¿Lo tomamos en el jardín? -le preguntó a su vez el señor Compton.

– ¿Le importaría llevar la bandeja?

Taryn se dirigió amablemente a Jake sin mirarlo, agarró la bandeja que había preparado y se la entregó. Los dos salieron, con el señor Compton charlando animadamente, y ella se alegró de quedarse sola en la cocina. Empezó a preparar el té y también empezó a darse cuenta de que Beryl sólo estaba portándose como una hija digna de ese nombre; que sólo quería cerciorarse de que esa ama de llaves temporal, de la que él no dejaba de hablar, no estaba engatusándolo, aunque eso también fuera ofensivo para su padre.

– Te has olvidado de una taza -le dijo el señor Compton cuando ella les llevó la tetera.

Era una amabilidad que él quisiera que los acompañara y ella habría estado encantada de hacerlo, pero pensó que al señor Compton le gustaría tener compañía masculina, para variar.

– Tengo algo en el horno y quiero vigilarlo -contestó ella, aunque el guiso que estaba haciendo no necesitaba que nadie lo vigilara.

– En ese caso…

Taryn se entretuvo un rato para comprobar que todo, los cuchillos, las servilletas y el pastel estaba en orden.

– Taryn también trabajaba en el mundo de la ingeniería -le explicó el señor Compton a su sobrino-. He tenido la suerte de que haya querido cambiar de aires justo cuando la señora Ellington…

– ¿Eres ingeniera? -le preguntó Jake Nash como si le interesara.

Esa vez, ella no pudo evitar encontrarse con sus ojos grises.

– Secretaria de dirección -contestó lacónicamente.

Taryn estaba cruzando el jardín para volver a la casa cuando oyó al señor Compton.

– Taryn era secretaria de dirección en Mellor Engineering. Naturalmente, los conocerás.

Eso le explicaría a Jake por qué estaba en el edificio aquel día, pero no le explicaría por qué había sido tan cortante en el ascensor. No le importó que creyera que la habían despedido; no pensaba explicarle que había sido ella la que se había ido.

En ese momento, mientras bebía una taza de té, se dio cuenta de que se sentía bastante fuera de lugar, bastante… No supo cómo expresarlo. No le gustaba ese hombre. La vida con el señor Compton había sido muy tranquila. Ese hombre, Jake Nash, había irrumpido allí y había alterado esa tranquilidad.

Taryn se fue a su cuarto cuando vio por la ventana que los dos hombres iban hacia la cocina. Jake llevaba la bandeja. Él era el visitante del señor Compton y no había ninguna necesidad de que el ama de llaves estuviera allí para despedirlo.

Esperó unos minutos después de ver el coche alejarse por el camino y volvió a la cocina. Estaba cortando unas patatas cuando Osgood Compton apareció.

– Ya se ha ido Jake -le comunicó innecesariamente.

– Le habrá gustado verlo.

No había ninguna necesidad de que el buen hombre supiera el verdadero motivo de aquella visita ni lo poco que le gustaba a ella ese hombre.

– Mucho. Sobre todo, cuando siempre está tan ocupado -confirmó el señor Compton.

– Dijo algo de que tenía cosas que hacer por aquí.

– Jake siempre tiene que hacer cosas por algún sitio -corroboró él con tono de orgullo-. Dirige la Nash Corporation. Supongo que la conocerás.

Taryn lo miró con asombro. Cualquiera que supiera algo de ingeniería conocía a Nash Corporation. No sólo se dedicaban a la ingeniería, también eran famosos en el mundo de la electrónica y la aviación, por mencionar algunos campos. ¡Jake Nash era el mandamás de esa empresa!