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Capítulo 3

Taryn llevaba un mes trabajando para Jake Nash cuando se dio cuenta de que hacía mucho que no pensaba en Brian Mellor y le pareció sorprendente. Sin embargo, más sorprendente todavía era que en ningún momento de ese mes hubiera deseado volver a trabajar con Brian. Estuvo a punto de dejar escapar una exclamación cuando al hilo de eso se preguntó si todavía amaba a Brian. Al cabo de un par de segundos vio clarísimamente que no lo amaba. Había pasado dos años y pico queriéndolo, pero en unos meses estaba a punto de olvidarlo. Cuando estaba en la oficina, no tenía tiempo de pensar en otra cosa que no fuera el trabajo, pero…

En ese momento estaba de camino hacia allí y podía darle vueltas a otras cosas. Comprendió que había necesitado salir del ambiente de una oficina y trabajar aquellos dos meses con el tío abuelo de Jake. Sin embargo, estaba feliz de haber vuelto a ese trajín. Trabajar para Jake, él le había pedido que lo llamara por el nombre de pila, había sido toda una revelación. Era el primero en llegar a la oficina; al menos siempre estaba allí cuando llegaba ella. Eso cuando no estaba de viaje y no lo veían durante días.

Taryn aparcó y entró en el edificio. Saludó a los compañeros de trabajo que conocía y fue hacia el ascensor. Todos habían sido muy amables y habían aceptado lo que había dicho Kate. Todos excepto Dianne Farmer, una mujer alta y muy acicalada de veintitantos años.

– Yo habría solicitado ese puesto si hubiera sabido que estaba libre -había dicho con acritud.

– Es un puesto temporal mientras yo trabajo en otro encargo -la había cortado Kate.

Kate, sin embargo, le confesó más tarde que Jake no trabajaría con ella por nada del mundo.

– ¿No es apta para el puesto?

– Creo que podría hacerlo -Kate sonrió-, pero es demasiado evidente que él le gusta.

– Ah… -susurró Taryn-. ¿A él le gusta organizar sus propias cacerías?

– ¡No sabes cuánto! Sin embargo, nunca quedaría con alguien de la oficina. No tiene hueco para ese tipo de enredos en su vida laboral.

Taryn sonrió para sus adentros. Había creído que había tirado por la borda sus posibilidades de conseguir el trabajo cuando le dijo que haría una excepción y no se enamoraría de él.

Kate era quien tenía más relación con él, pero de vez en cuando la llamaba para dictarle algo. Taryn comprobó que había acertado en cuanto a las puertas de su despacho. Una daba al pasillo y la otra daba a un cuarto de baño. Sin embargo, era algo más que un cuarto de baño porque Kate tenía náuseas con cierta frecuencia y Jake le había propuesto que lo usara para que no se descubriera su estado. Una de esas veces, en la que Jake no estaba en su despacho, Kate había salido corriendo hacia allí. Cuando a Taryn le pareció que tardaba demasiado, fue a preguntarle si podía ayudarla y se la encontró demacrada y con la cabeza metida en el lavabo.

– Mi madre no me había avisado de que iba a pasar por esto -se había lamentado.

Taryn la llevó al despacho de Jake.

– Siéntate. Yo me ocuparé de recoger un poco el cuarto de baño.

Kate, agradecida y aturdida, se sentó. Taryn comprobó que Kate había limpiado todo rastro y sólo le quedó poner la toalla en el toallero. Al hacerlo, se fijó en la ducha y en que había un traje oscuro que colgaba de un gancho. Jake siempre se iba el último y estaba claro que esa noche tendría pensado darse una ducha antes de cambiarse para ir a algún acto social, también estaba claro que él tenía asuntos por ahí que no eran de trabajo.

Una vez, cuando llevaba pocos días en su puesto, había contestado una llamada telefónica y había oído una voz muy sensual que preguntaba por el señor Nash.

– Un momento, por favor -Taryn tapó el auricular y se dirigió a Kate-. Louise Taylor…

– Ésa es nueva… Será mejor que se lo preguntes a él.

Taryn había llamado a Jake por la línea interna.

– Louise Taylor pregunta por ti.

– Pásamela -le había pedido él-. ¡Louise!

Ella había oído el afectuoso saludo antes de cortar su línea.

Taryn salió del ascensor y pensó que, efectivamente, había aprendido mucho durare ese mes. Le asombraba la cantidad de trabajo que hacía Kate, pero también le alegraba pensar que estaba empezando a ser una ayuda para ella. Por una vez, Kate no había llegado todavía.

– Buenos días, Taryn.

Jake apareció por la puerta que comunicaba los despachos y la miró de arriba abajo. Él habría trazado una línea que le impedía quedar con sus empleadas, pero Taryn notó que esa mirada era de beneplácito.

– Ha llamado Kate. Ha pasado un fin de semana espantoso y le he dicho que no venga hoy. ¿Podrás apañarte?

– Sin problemas -contestó Taryn con una despreocupación que no sentía.

Así empezó un día como no había conocido otro. La mañana pasó volando. Emprendió todo lo que se le presentó con la sensación de que era para primera hora, hasta que miró el reloj y comprobó que era la una menos cuarto.

A la una y veinte se tomó un respiro y fue a la cafetería del personal, donde compró un sándwich para comérselo delante del ordenador. Estaba volviendo al despacho cuando se tropezó con Robin Cooper, un director que le había propuesto salir con él.

– Vaya, hoy me siento afortunado -dijo él mientras la acompañaba-, como si fuera posible que aceptaras una invitación a salir conmigo.

– Eres tenaz -Taryn se rió-. Lo reconozco.

– Eso es una forma de aceptar, ¿verdad? -preguntó él con una sonrisa.

Era un tipo divertido y Taryn seguía sonriendo cuando llegaron a la puerta de su despacho.

– Es posible que hoy no seas tan afortunado después de todo.

– ¡No tienes corazón, Taryn! -exclamó él cuando ella abrió la puerta.

– Lo sé -contestó ella antes de entrar y cerrar la puerta.

– ¿Quién era? -preguntó una voz.

Ella había creído que Jake se había marchado, pero la puerta que comunicaba los dos despachos estaba abierta y eso indicaba que había ido a buscarla.

– ¿Quieres algo? -le preguntó ella.

– Robin Cooper -afirmó él, que seguía a lo suyo.

– El mismo.

– ¿No tienes corazón porque no quieres salir con él? -preguntó Jake.

– Hay muchos días en la semana -contestó ella con desenfado.

– ¿Quieres decir que tienes una fila de admiradores que espera salir contigo?

– Algunas noches tengo que quedarme para lavarme el pelo…

Vio que él fruncía los labios y el ceño, como si no le gustara mucho que su segunda secretaria personal tuviera una vida social tan intensa. Una tontería, naturalmente. No era de su incumbencia lo que ella hiciera cuando no estaba trabajando.

– Hoy quería hablar contigo sobre tu trabajo.

A ella se le cayó el alma a los pies. ¿Estaría descontento? ¿Iría a despedirla?

– ¿He hecho algo mal? -preguntó con la esperanza de que no se le notara el terror.

– Ni mucho menos. Entra y siéntate.

Taryn obedeció, pero cuando se sentó, seguía insegura.

– La cuestión es que Kate esperaba que con el tiempo, a medida que el cuerpo fuera adaptándose al embarazo, se sentiría mejor. Pero ya ha pasado mucho tiempo.

– Trabaja mucho -replicó Taryn inmediatamente-. Kate…

– No hace falta que salgas en su defensa -la interrumpió Jake con una sonrisa-. Sé muy bien los esfuerzos que hace. Finge que está en plena forma, pero está agotada -hizo una pausa-. Ahí es donde entras tú.

– Sabes que haré cualquier cosa para ayudarla.

– Perfecto. ¿Qué tal te has apañado hoy tú sola?

– He estado muy ocupada, como era de esperar.

En realidad, había estado todo el día con la lengua fuera.

– Pero, dado que no has tenido tiempo de comer como Dios manda -Jake miró el sándwich que llevaba en la mano-, ¿te las has arreglado bien?

– Y he disfrutado -afirmó sinceramente.

– Me alegro. He decidido que no quiero que Kate trabaje tantas horas; las horas extra. Quiero que se vaya a casa cuando termine su horario. Incluso antes si hace falta -la miró a los ojos-. ¿Te parece bien?