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– Muy bien -contestó ella sin dudarlo-. Pero ¿le parecerá bien a Kate?

– Ese hijo es vital para ella. Estoy seguro de que lo comprenderá. Aunque eso significará que gran parte del trabajo caerá sobre tus hombros.

– A mí no me importa trabajar hasta tarde.

Jake Nash la miró con seriedad durante un rato, pero a ella le pareció captar un brillo burlón en sus ojos.

– Me espantaría estropear tu vida social.

– No tienes nada que temer -replicó ella mientras intentaba mantener un gesto serio.

De vuelta a su mesa, Taryn se comió el sándwich mientras le daba vueltas a la conversación que acababa de tener con Jake. Como le había dicho, a ella no le importaba trabajar hasta tarde. En realidad, con una vida doméstica tan poco estimulante, estaría encantada de ir a trabajar los fines de semana si hacía falta.

Sin embargo, la cosa no terminaba ahí. Al acordarse del terror que sintió cuando creyó que él iba a despedirla, Taryn se dio cuenta de que no sólo disfrutaba con su trabajo, sino que le encantaba trabajar para él. Era algo muy raro. Al principio, ese hombre no le había gustado lo más mínimo, pero a lo largo de ese mes había comprobado que tenía una mente muy despierta y no le quedaba más remedio que admirarlo. Si Kate y ella trabajaban mucho, él no se quedaba de brazos cruzados. Jake Nash era un fenómeno cuando se trataba de trabajar.

Taryn comprobó lo agotada que estaba Kate cuando, al día siguiente, ésta salió de una conversación a puerta cerrada con su jefe. Al parecer, había aceptado sin objeciones la propuesta de Jake.

– Jake me ha contado que tuvo una charla contigo. ¿No te importa trabajar todas esas horas, Taryn?

– En absoluto… Si no te importa a ti. Quiero decir, tú estarás para aconsejarme casi todo el tiempo y la experiencia que gane me servirá para ser secretaria de dirección cuando tenga que irme de aquí.

Kate tenía una cita con el médico el viernes a las cinco de la tarde y se marchó hacia las tres. Ya no volvería ese día. Había sido un día de mucho trabajo, como todos, y Taryn estaba en el despacho de Jake recogiendo unas cartas que había dejado para que las firmara. Sonó el teléfono y volvió a su despacho para contestar. Se sentó, tomó papel y lápiz y descolgó.

– Despacho del señor Nash, dígame…

– Debes de ser mi prima favorita -dijo una voz que habría reconocido en cualquier sitio.

– ¡Matt! -exclamó ella con alegría.

Él trabajaba en una petrolera y llevaba años fuera del país.

– El mismo. ¿Te apetece salir a cenar esta noche?

Matt, el hijo de su tía Hilary, era diez años mayor que ella y lo quería como a un hermano mayor.

– Me encantaría ir a cenar contigo, Matt.

Taryn levantó la mirada y comprobó que Jake la miraba con enojo. ¡Era el colmo! Hacía menos de diez minutos que ella le había pasado la llamada de una tal Sophie Austin y parecía como si le molestara que atendiera una llamada personal. También era verdad que le quedaba mucho trabajo para dejar la mesa vacía antes del fin de semana, aunque él ya debería saber que terminaría todo el trabajo antes de irse a casa.

– Te recogeré a las siete, ¿te parece? -le preguntó Matt.

Ella no pensaba cortar la conversación porque él estuviera mirando.

– Me parece muy bien. Podrías pasar a saludar a mi padre.

– Supongo que eso incluirá a la temible segunda señora Webster…

– Así es. Bueno, hasta luego -se despidió Taryn entre risas-. Me ha encantado hablar contigo, Matt.

– Lo mismo te digo, cariño.

Taryn seguía sintiendo una leve aversión por Jake cuando volvió a su despacho.

– Parece que Matt está muy metido en tu casa…

Si él no lo hubiera dicho con tono ofensivo y sí ella no hubiera estado tan furiosa con él por reprocharle una llamada personal cuando había trabajado como una mula durante toda la semana, le habría dicho que era su primo.

– Efectivamente -replicó ella lacónica y arrogantemente.

A él no le gustó el tono.

– ¿Sabe tu padre que Matt está casado? -le preguntó él con toda su mala idea.

Taryn nunca había tenido ganas de pegar a nadie, pero estuvo a punto de hacerlo en ese momento. Jake no podía saber si Matt estaba casado o no y había insinuado despreciablemente que a ella sólo le interesaban los hombres casados. Se sintió muy ofendida, pero se contuvo.

– ¡Claro! -replicó con calma-. Si no me equivoco, mi padre conoce a la mujer de Matt.

Esa noche salió tarde de la oficina. A su madrastra no le hizo ninguna gracia que empezara a prepararse para salir nada más llegar, pero el placer de volver a ver a Matt lo compensaba con creces.

– ¿Vas a quedarte mucho tiempo? -le preguntó su padre a Matt.

Le caía muy bien el hijo de su hermana; parecía como si fuera el hijo que le habría gustado tener.

– Un mes o dos.

Matt se quedó un rato charlando y luego prometió volver el domingo.

– Ven a comer y trae a tu madre.

Horace Webster estaba tan alejado de las cuestiones domésticas que no se le ocurrió quién iba a cocinar.

Unos minutos después, Matt sugirió que sería mejor que se fueran para no llegar tarde a la hora de la reserva.

– ¿Qué tal te va la vida amorosa? -le preguntó Matt a Taryn en el coche.

– ¿Quién tiene tiempo para una vida amorosa?

– ¿Sigues prendada de Brian Mellor?

Taryn se quedó pasmada y se volvió para mirarlo.

– ¿Cómo sabes eso?

No se lo había contado a nadie, excepto a Jake, que se lo había sacado con malas artes.

– Ha sido un tanteo, pero ha habido suerte… Aunque dos más dos son cuatro. Mi madre me dijo que te marchaste de su oficina y no pensabas volver; tenía que ser por él… No podía ser por el trabajo, ya estabas acostumbrada.

Taryn no contestó y Matt, considerado con sus sentimientos, siguió.

– ¿Todavía te duele el amor?

– No, ya lo he superado.

Le sorprendía pensar que durante dos años había creído que lo amaba. ¿Alguna vez habría sentido amor por él? ¿No habría sido afecto por una persona muy amable?

– ¿Qué me cuentas de ti?

Su primo se había quedado destrozado después de que su matrimonio se hiciera añicos.

– No he visto a Alison desde que volví. Quiero que vuelva, pero durante estos meses alejado de ella me he dado cuenta de que no voy a conseguir nada si me planto en la puerta de su casa. Hay más peces en el mar, ¿no? Al menos eso dicen. ¿Sigues saliendo con tu grupo de amiguitas?

– No mucho.

Se sentía algo distanciada del grupo que conocía desde hacía mucho tiempo.

Le gustaba salir con su primo, siempre habían podido hablar de cualquier cosa, pero cuando la llevaba a casa, Taryn se dio cuenta de que casi no podía recordar nada concreto de la conversación que habían tenido.

– No voy a entrar -le dijo Matt cuando llegaron-, pero intentaré por todos los medios venir a la comida familiar del domingo.

Taryn se rió y entró sonriendo a su casa, donde encontró a su madrastra especialmente insoportable. Decidió que tenía que buscar con más empeño un sitio donde vivir.

El domingo, Taryn saludó afectuosamente a su tía y se dio cuenta de que llevaba un maletín, como se dio cuenta de la frialdad entre Hilary y su madrastra. Matt estuvo tan encantador como siempre y alabó a su tiastra por la comida. Ella aceptó los halagos aunque ni siquiera hubiese pelado las patatas. Luego, cuando se sirvió el café, se fue a reposar y Matt acompañó a su tío a ver lo que estaba haciendo en el taller.

– Taryn -dijo lentamente su tía cuando estuvieron solas-. Necesito que me ayudes.

Taryn sospechó lo que se avecinaba.

– Me había preguntado por qué habrías traído el maletín -comentó con desenfado.