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Lo miré de repente.

– ¿A qué te refieres con «humanos»?

– Aquí. Los «hijos de Dios» no son seres humanos. Son ángeles.

– ¿Qué? -Si el libro hubiera estado en mis manos, se me habría caído-. ¿Estás seguro?

– Segurísimo. Lo dicho, años de servicios religiosos. Usan este término a lo largo de toda la Biblia. -Pasó las hojas hasta Job-. ¿Lo ves? Aquí está de nuevo. «Otro día en que los hijos de Dios fueron a presentarse ante el Señor, se presentó también entre ellos Satán.» Se refiere a los ángeles… ángeles caídos, en este caso.

Tragué saliva.

– ¿Qué… qué estaban haciendo en el Génesis, entonces? ¿Con las «hijas de los hombres»? ¿Los ángeles tenían… tenían sexo con mujeres humanas?

– Bueno, dice que las mujeres eran «hermosas». Es difícil culparlos, ¿no? -Me devoró con los ojos mientras hablaba-. No sé. Este punto no se comenta mucho en la iglesia, como te puedes imaginar. Más que nada se hacía hincapié en el pecado y la culpa, pero yo no hacía mucho caso.

Seguí mirando el libro fijamente, desconcertada, pero invadida de repente de teorías e ideas. Warren me ojeó con curiosidad al ver que no respondía a su broma.

– ¿Te sirve de algo?

– Sí -dije, recuperándome-. Me ayuda un montón. Le sorprendí con un suave beso en los labios, cogí la Biblia y me fui.

Capítulo 14

– ¿Nos has reunido para una sesión de porno bíblico?

Hugh apartó la mirada con desinterés de donde los vampiros y yo nos arracimábamos alrededor de la mesa de mi cocina. Ya casi no se apreciaba ninguna magulladura. El diablo se puso un cigarro en los labios y sacó un mechero del bolsillo de su abrigo.

– No fumes aquí -le advertí.

– ¿Qué más te da? ¿Me vas a decir que no te pasaste casi todo el siglo XX fumando?

– En absoluto. Pero ya no lo hago. Además, es malo para Aubrey.

La gata, que estaba sentada en una de mis encimeras, dejó de atusarse al oír su nombre y lo miró de soslayo. Hugh, devolviéndole la mirada, dio una larga calada al cigarro antes de apagarlo contra la superficie junto a ella. Aubrey siguió acicalándose, y Hugh empezó a deambular por el apartamento.

A mi lado, Cody estaba apoyado en la mesa, estudiando mi Biblia.

– No entiendo cómo pueden ser ángeles estos tipos. «Hijos de Dios» parece un término genérico para los humanos. Quiero decir, ¿no se supone que todos somos hijos de Dios?

– Mejorando lo presente, claro -llamó Hugh desde el salón, antes de añadir-: ¡Jesús bendito! ¿De dónde has sacado esta estantería? ¿De Hiroshima?

– En teoría lo somos -convine, haciendo oídos sordos al diablillo y respondiendo a la pregunta de Cody. Había hecho varias pesquisas bíblicas desde mi descubrimiento de hoy y empezaba a cansarme del libro-. Pero Warren tiene razón… ese término se emplea para referirse a los ángeles. Además, aquí las mujeres no se llaman «hijas de Dios». Se denominan «hijas de los hombres». Ellas son humanas, sus maridos no.

– Podría ser sexismo puro y duro. -Peter por fin se había atrevido a afeitarse la cabeza. Dada la forma de su cabeza, el look no me parecía nada favorecedor-. No sería un concepto nuevo para la Biblia.

– Nah, creo que Georgina tiene razón -dijo Hugh, volviendo con nosotros-. O sea, sabemos que los ángeles cayeron en desgracia por algo. La lujuria es un motivo tan bueno como cualquier otro, y les da sopas con honda a la gula o la pereza.

– Bueno, entonces, ¿qué tenemos? -Quiso saber Peter-. ¿Qué relación hay entre todo esto y el caza vampiros?

– Aquí -señalé el versículo 6:4-. Donde dice: «En aquel entonces había gigantes en la Tierra (y también después), cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres, y ellas les daban hijos. Éstos son los héroes de antaño, hombres famosos.» Las palabras clave son «en aquel entonces» y «también después». Sugiere que los ángeles han caído en desgracia por culpa de las mujeres humanas más de una vez. Esto responde a la pregunta de si los ángeles siguen cayendo en desgracia. Lo hacen.

Cody asentía al son de mis palabras.

– Lo que respalda tu teoría de que hay uno intentando caer en estos momentos.

– Sin embargo, no parece que su catalizador vaya a ser la lujuria -apuntó Hugh-. Creo que la nocturnidad y la alevosía encabezan su lista de preferencias.

– A menos que se trate de pasión por Georgina -sugirió secamente Peter-. Al parecer te considera muy guapa.

La observación de Hugh había suscitado mi interés.

– ¿Pero bastaría con la nocturnidad y la alevosía? Sobre todo tratándose de vampiros y diablillos… Quizá en el otro bando no lo aprueben, pero no estoy segura de que eliminar agentes del mal cualifique automáticamente a un ángel para convertirse en demonio.

– Hay precedentes que indican que el otro bando no es precisamente… flexible con los transgresores -observó el diablillo.

– ¿Y el nuestro sí? -preguntó Peter.

Cody me miró de repente.

– ¿Vas a darle la espalda a tu propia teoría?

– No, no. Estoy reconsiderando la parte de la caída en desgracia, eso es todo. Creo que hablar de un «rebelde» o «renegado» podría ser más preciso.

– Pero fuiste tú la que mencionó la caída de los ángeles -señaló Hugh-. Seguro que eso significa algo. ¿Pista relevante o simple broma de mal gusto?

Pensé en la nota. Sí, Hugh tenía razón. Estaba segura de que el contenido de la nota desempeñaba algún papel en todo esto; sencillamente no lograba entender su significado por completo todavía.

– El pésimo humor es inherente a los ángeles -nos recordó Peter-. Por lo menos si tomamos a Cárter como ejemplo.

Vacilé un momento, reticente a compartir mi segunda teoría. Todos parecían interesados en la idea del ángel, no obstante, por lo que supuse que era ahora o nunca.

– Chicos, ¿creéis… creéis que es posible que sea Cárter quien esté detrás de todo esto?

Tres pares de ojos se clavaron en mí, asombrados.

Hugh fue el primero en hablar.

– ¿Qué? ¿Te has vuelto loca? Sé que los dos siempre estáis a la greña, pero Dios, si piensas…

– Cárter es uno de los nuestros -le dio la razón vehementemente Cody.

– Ya lo sé, ya lo sé. -Procedí a explicar el razonamiento que respaldaba mi acusación, citando su sospechosa forma de seguirme y la consiguiente conversación en la tienda de Erik.

Se hizo el silencio.

– Todo eso es muy raro -dijo Peter, al cabo-. Pero sigo sin tragármelo. Cárter no.

– Cárter no -convino Hugh.

– Ah, ya veo. ¿Todo el mundo se apresura a inculparme por lo de Duane, pero Cárter es perfecto? -Se despertó mi ira ante su solidaridad automática, ante la idea de que Cárter pudiera estar por encima de todo reproche-. ¿Entonces por qué se junta con nosotros? ¿Habéis oído hablar alguna vez de un ángel que haga algo parecido?

– Somos sus amigos -dijo Cody.

– Y sabemos pasárnoslo mejor -añadió Hugh.

– Podéis creer lo que os dé la gana, pero yo no. Ir de pub en pub con un demonio y sus colegas es la estrategia de sabotaje perfecta. Nos ha estado espiando. Es sólo que estáis condicionados por lo buen compañero de copas que es.

– ¿Y no te parece, Georgina -me advirtió Peter-, que cabe la ligerísima posibilidad de que seas tú la que esté condicionada? Reconozco que esta descabellada teoría sobre los ángeles tiene cada vez más sentido, ¿pero de dónde ha salido Cárter?

– Eso -dijo Hugh-. Es como si hubieras decidido implicarlo sin ningún motivo. Todo el mundo sabe que no os lleváis bien.

Miré con incredulidad a los tres pares de ojos enfadados.

– Tengo motivos de sobra. ¿Cómo explicáis que estuviera en el local de Erik?

El diablillo sacudió la cabeza.

– Todos conocemos a Erik. Cárter podría haber ido por la misma razón que tú.