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– Para mí no. -Cerré los ojos para ocultar las lágrimas que los anegaban-. Ahora voy a desmayarme.

– Está bien.

Tal vez se fue o tal vez se quedó; no lo sé. Sólo sé que me quedé inconsciente, sumida en un sueño negro y entumecedor.

Capítulo 15

A veces una despierta de un sueño. Y a veces, de vez en cuando, una despierta dentro de un sueño. Eso fue lo que me pasó. Abrí los ojos, con las sienes palpitando, vagamente consciente de algo cálido y peludo en los brazos. La brillante luz del sol me hizo entrecerrar los párpados al principio, pero cuando enfoqué la vista por fin, comprendí que estaba mirando a Cady y O'Neill directamente a la cara.

Me enderecé de golpe, gesto que mi cabeza no aprobó en absoluto. Seguro que estaba equivocada. Seguro que… no, seguían allí. Ante mí, junto a la cama en la que estaba sentada, había una gran mesa de roble rodeada de corcheras y pizarras blancas. Clavados en las corcheras había recortes de revistas, rostros y más rostros de personas que reflejaban hasta el último detalle de los personajes descritos en los libros de Seth. Una sección, titulada NINA CADY, mostraba al menos veinte recortes distintos de rubias esbeltas con el pelo corto y rizado; otra, titulada BRYANT O'NEILL, exhibía treintañeros de aspecto serio y cabello moreno. Algunos de los recortes estaban sacados de anuncios famosos que reconocí, aunque nunca había establecido la conexión entre su parecido con los personajes de Seth. Otros personajes secundarios de las novelas también tenían cabida en la exhibición, aunque de forma menos prominente que los dos protagonistas.

Inundaban las pizarras blancas montones de notas y palabras garabateadas, la mayoría organizadas en una suerte de extraño diagrama compuesto de abreviaturas que no tenían el menor sentido. Título provisionaclass="underline" Esperanzas azures arreglar más tarde; Añadir a Jonah en el cap. 7; pulir 57; ¿C &O en Tampa o en Nápoles? Comprobar descripciones; Don Markos en 8… Los garabatos no se acababan. Los miré fijamente, comprendiendo que estaba contemplando los cimientos de la próxima novela de Seth. Una parte de mí me susurró que debería apartar la mirada, que estaba echando algo a perder, pero el resto de mi ser se sentía demasiado fascinado por este atisbo de la forma en que nacían a la vida una novela y su mundo.

Por fin, el olor a beicon frito hizo que me apartara de la mesa de Seth, obligándome a resolver el rompecabezas de cómo había llegado hasta allí. Hice una mueca al recordar lo idiota que había sido delante de Doug, Román, e incluso Seth, pero el hambre consiguió aplacar temporalmente mis remordimientos. Aunque parezca extraño que pudiera tener hambre después de lo que me había metido en el estómago anoche, mi cuerpo se regeneraba deprisa, como Hugh de sus heridas.

Tras liberarme de las sábanas y soltar el osito de peluche que estaba abrazando sin darme cuenta, me dirigí al cuarto de baño para enjuagarme la boca y evaluar mi aspecto: desgreñado y totalmente adolescente con la camiseta. No quería malgastar energías cambiando de forma, sin embargo, de modo que salí trotando del cuarto de baño, siguiendo el sonido del aceite hirviendo mientras de fondo sonaba el «Radar Love» de los Golden Earring.

Encontré a Seth en una cocina moderna y bien iluminada, atareado con una sartén en el fuego. La combinación de colores era brillante y alegre, acentuados los armarios y las vigas de madera de arce por la pintura azul aciano de las paredes. Al verme, bajó el volumen de la música y me dedicó una mirada solícita. Su camiseta exhibía hoy a Tom y Jerry.

– Buenos días. ¿Cómo te encuentras?

– Sorprendentemente bien. -Me dirigí a una mesa pequeña para dos personas y me senté, tirando de la camiseta para taparme los muslos-. Por ahora parece que la única perjudicada es mi cabeza.

– ¿Quieres algo para eso?

– No. Ya se despejará sola. -Vacilé, detectando algo a través del olor a carne salada y grasienta-. ¿Eso es… café?

– Sí. ¿Quieres?

– ¿Normal?

– Sí. -Se acercó a un cazo, llenó una taza de café humeante y me la trajo, junto con un bonito juego para el azúcar y la leche. -Pensaba que tú no bebías de esto.

– Y no lo bebo. Sólo lo tengo a mano para cuando se despierte en mi cama alguna fanática de la cafeína.

– ¿Eso ocurre a menudo?

Seth sonrió misteriosamente y regresó a los fogones.

– ¿Tienes hambre?

– Muchísima.

– ¿Cómo te gustan los huevos?

– Más que duros.

– Buena elección. ¿Quieres beicon también? No serás vegetariana ni nada.

– Carnívora hasta la médula. Quiero el lote completo… si no es pedir demasiado. -Me sentía algo cohibida dejando que me sirviera, teniendo en cuenta todo lo que ya había hecho por mí. A él no parecía importarle.

El lote completo resultó ser más de lo que me imaginaba: huevos, beicon, tostadas, dos tipos de mermelada, café, tarta y zumo de naranja. Lo devoré todo, pensando en lo celoso que se pondría Peter, confinado todavía a su dieta baja en calorías.

– Estoy muerta de tanto zampar -le dije a Seth al final, mientras le ayudaba a recoger los platos-. Tengo que volver a la cama y dormir. ¿Comes así todos los días?

– Nah. Sólo cuando se dejan caer las mujeres ya mencionadas. Así me aseguro de que no se vayan demasiado pronto.

– No hay peligro, considerando que ésta es toda mi ropa.

– Falso -repuso, indicando el salón. Al levantar la cabeza vi mi vestido, limpio, en una percha. Del gancho colgaban mis braguitas transparentes-. En la etiqueta pone que hay que limpiarlo en seco, pero me arriesgué a poner el programa más delicado de la lavadora. Salió bien. También lo otro.

– Gracias -respondí, sin saber muy bien cómo reaccionar ante el hecho de que hubiera lavado mi ropa interior-. Gracias por todo. Aprecio de veras lo que hiciste por mí anoche… pensarás que soy un bicho raro…

Se encogió de hombros.

– No tiene importancia. Pero -miró de reojo a un reloj que había cerca- es posible que tenga que abandonarte dentro de poco. ¿Te acuerdas de esa fiesta? Empieza a mediodía. Puedes quedarte aquí todo lo que quieras.

Volví la cabeza hacia el mismo reloj. Las once cuarenta y siete.

– ¡Mediodía! ¿Por qué no me despertaste antes? ¡Llegarás tarde!

Se encogió de hombros otra vez, infinitamente despreocupado.

– Pensé que te vendría bien dormir.

Dejé la toalla que estaba sujetando, corrí al salón y agarré mi vestido.

– Llamaré a un taxi. Vete. No te preocupes por mí.

– En serio, no hay ningún problema -repuso-. Puedo llevarte a casa en coche, o… bueno, si te apetece, podrías acompañarme.

Los dos nos quedamos violentamente helados. La verdad, no me apetecía ir a ninguna fiesta extraña. Lo que necesitaba era irme a casa y arreglar las cosas con Román y Doug. Sin embargo… Seth se había portado extraordinariamente bien conmigo, y ya me había pedido antes que lo acompañara a ese sitio. ¿No le debía una? Lo menos que podía hacer era esto por él. Una fiesta vespertina seguramente ni siquiera duraría tanto.

– ¿Tendríamos que llevar algo? -Pregunté al final-. ¿Vino? ¿Brie?

Sacudió la cabeza.

– No creo. Es en honor de mi sobrina de ocho años.

– Ah. Entonces, ¿nada de vino?

– No. Y creo que su queso preferido es el gouda. Miré el vestido.

– Daré la nota. ¿Tienes algo que me pueda echar encima de esto?

Siete minutos más tarde estaba sentada en el coche de Seth, camino de Lake Forest Park. Me había vuelto a poner el vestido de georgette, más una camisa de franela de hombre a cuadros blancos, grises y azul marino. Llevaba la camisa abierta salvo por un par de botones. Me habría trenzado el pelo en vez de cambiarlo de forma, y estaba aplicándome a toda prisa el maquillaje que llevaba en el bolso sobre la marcha. Tenía la sospecha de que mi aspecto era una mezcla de Ginger Rogers y Nirvana.