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—¿Cuál es pues esa segunda cosa, Abner?

Marsh le tomó la palabra a York y le miró fijamente a los ojos.

—No voy a cargar yo solo con esto —dijo—. Se lo voy a contar a…

—¡No! —intervino Valerie, desde su posición al lado de Joshua—. Uno ya es suficiente. No podemos dejar que lo vaya contando. Nos matarán.

—Diablos, señora, no pensaba poner un anuncio en el True Delta

Joshua tamborileó los dedos y observó a Marsh, pensativo.

—¿Qué pensaba usted, entonces?

—Pensaba en una o dos personas —dijo Marsh—. No soy el único que sospecha, ¿sabe? Y también podria ser que necesitara usted más ayuda de la que yo pueda prestarle. Sólo hablaré con gente en la que puedo confiar. Hairy Mike es uno. Y el señor Jeffers, es un tipo muy listo y ya se ha hecho preguntas sobre usted. El resto no necesitaba saberlo. El señor Albright es demasiado remilgado y creyente para entrar en el secreto y si se le cuenta al señor Framm, dentro de una semana lo sabrá todo el rio. En cuanto a Whitey Blake, puede estallar en pedazos toda la cubierta superior sin que lo advierta, siempre que no les pase nada a sus motores. Pero Jeffers y Hairy Mike deben saberlo; son buena gente y quizá los necesite.

—¿Necesitarles? ¿Cómo es eso, Abner?

—¿Qué sucederá si a alguno de los suyos no le gusta esta bebida?

La sonrisa de Joshua York se desvaneció de repente. Se levantó, cruzó el camarote y se sirvió una copa: whisky, solo. Al regresar, todavia estaba ceñudo.

—No sé —dijo—. Tengo que pensarlo. Si de verdad se puede confiar en ellos… Tengo algunos presentimientos respecto al viaje de mañana.

Por una vez, Valerie no musitó la esperada protesta. Marsh la observó y vio que sus labios estaban firmemente apretados y que en sus ojos había lo que podía considerarse como un asomo de miedo.

—¿Qué sucede? —dijo Marsh—. Los dos parecen un poco… extraños.

Valerie volvió la cabeza.

—El —dijo—. Le pedi que volviera rio arriba, capitán Marsh. Se lo volveria a pedir si supiera que alguno de los dos iba a hacerme caso. El está ahi abajo, en Cypress Landing.

—¿Quién? —preguntó Marsh, confundido.

—Un maestro de sangre —contestó Joshua—. Comprenda, Abner, que no todos los de mi raza piensan como yo. Incluso entre mis seguidores, Simon es leal, Smith y Brown son pasivos, pero Katherine… Desde el primer momento he notado en ella resentimiento. Creo que en su interior hay una sombra, algo que prefiere las viejas costumbres, que añora algo que ha perdido y que se impacienta bajo mi dominio. Obedece sólo porque debe hacerlo. Yo soy el maestro de sangre, pero a ella no le gusta. Y los demás, todos esos que hemos tomado a bordo… No estoy seguro de ellos. Excepto Valerie y Jean Ardant, los demás no me inspiran confianza. ¿Recuerda sus advertencias respecto a Raymond Ortega? Comparto con usted sus presentimientos. Valerie no le importa nada, así que se equivocaba usted al pensar que el motivo eran los celos, pero por lo demás tenía razón. Para traer a bordo a Raymond en Natchez, tuve que conquistarle, como conquisté a Simon hace tanto tiempo en los Cárpatos. Con Cara de Gruy y Vincent Thibaut, la lucha fue la misma. Ahora me siguen porque tienen que hacerlo. Así es mi gente. Sin embargo, me pregunto si algunos de ellos, por lo menos, no están a la espera, aguardando a ver qué sucede cuando el Sueño del Fevre llegue a la ensenada y me enfrente cara a cara con el que es amo de todos ellos.

“Valerie me ha hablado mucho de él. El es viejo, Abner. Más viejo que Simon o Katherine, más que cualquiera de nosotros. Su propia edad me trastorna. Ahora se hace llamar Damon Julian, pero antes su nombre era Giles Lamont, el mismo Giles Lamont a quien había servido durante treinta futiles años aquel desgraciado mulato. Según me han dicho, ahora tiene otro siervo humano.

—Sour Billy Tipton —dijo Valerie con odio en la voz.

—Valerie tiene miedo de ese Julian —dijo Joshua York—. Los otros también hablan de él con temor, pero a veces también con cierta lealtad. Como maestro de sangre, se cuida de ellos. Les ofrece refugio, riqueza y festines. Se alimenta de esclavos. No me extraña que decidiera establecerse aquí…

—Déjale, Joshua —intervino Valerie otra vez—. Por favor. Hazlo por mi, si no tienes otra razón. Damon no te dará la bienvenida, ni apreciará la libertad que le llevas.

Joshua se volvió hacia ella con gesto de disgusto y voz airada.

—Todavía tiene con él a otros de nuestro pueblo. ¿Quieres que les abandone? No. Y tú puedes equivocarte respecto a Damon Julian. Ha estado preso de la sed roja durante incontables siglos, y yo puedo calmarle esa sed.

Valerie cruzó los brazos. Había un resplandor de furia en sus ojos.

—¿Y si no quiere ser calmado? Tú no lo conoces, Joshua.

—Es educado, inteligente, culto y amante de la belleza —dijo York, sin ceder un ápice—. Ya sé bastante.

—También es fuerte.

—Igual que Simon, y Raymond, y Cara. Y ahora me siguen.

—Damon es distinto —insistió Valerie—. No se les parece en nada.

Joshua hizo un gesto de impaciencia.

—No importa. Lo controlaré.

Abner Marsh les había observado discutir en meditabundo silencio, pero ahora intervino.

—Joshua tiene razón —le dijo a Valerie—. Diablos, yo le he mirado a los ojos un par de veces y casi me rompe los huesos la primera vez que le di la mano. Además, ¿qué era eso que le llamaban? ¿El rey?

—Si —asintió Valerie—. El rey pálido.

—Bien, si él es el rey pálido, está claro que ha de vencer, ¿no?

Valerie pasó la mirada de Marsh a York, y nuevamente a Marsh. Se estremeció.

—Ninguno de los dos le ha visto —dudó un instante, se echó hacia atrás el cabello con una mano pálida y delgada y se puso frente a Marsh—. Quizá me equivocaba con usted, capitán Marsh. Yo no tengo la fuerza de Joshua, ni su confianza. Yo he sido dominada por la sed roja durante medio siglo, y los humanos eran mis presas. Una no se puede fiar de sus presas, ni hacerse amiga suya. Imposible. Por eso le instaba a Joshua a que le matara. No se pueden borrar de un plumazo las precauciones de toda una vida, ¿comprende?

Abner Marsh asintió, con cautela.

—Aún no estoy segura —continuó Valerie—, pero Joshua nos ha enseñado muchas cosas nuevas y quisiera poder admitir que es usted digno de confianza. Quizá si. Pero tanto si tengo razón respecto a usted como si no —añadió, cambiando de tono y con furia—, no me equivoco acerca de Damon Julian.

Abner frunció el ceño sin saber qué decir. Joshua adelantó el brazo y tomó entre las suyas la mano de Valerie.

—Creo que te equivocas al tener tanto miedo. Sin embargo, en tu honor, me moveré con toda precaución. Abner, haga lo que le parezca. Hable si quiere con el señor Jeffers y el señor Dunne. Su ayuda será valiosa si Valerie tiene razón. Escoja los hombres para una guardia especial y deje a los demás en tierra. Cuando el Sueño del Fevre entre en el embarcadero, quiero que sólo lo tripulen los mejores y de más confianza, y los minimos necesarios para gobernarlo. No quiero fanáticos religiosos, ni nadie que se atemorice fácilmente, ni propensos a las imprudencias.

—Hairy Mike y yo haremos la selección —dijo Marsh.

—Quiero reunirme con Julian en mi barco, en el momento más adecuado para mi, con usted y sus mejores hombres respaldándome. Tenga cuidado con lo que les cuenta a Jeffers y a Dunne. Tiene que hacerse correctamente —volvió la vista a Valerie—. ¿Satisfecha?

—No —replicó ella. Joshua sonrió.

—No puedo hacer más —dijo, y volvió la mirada hacia Marsh—. Abner, me alegro de que no sea usted enemigo mío. Ahora estoy cerca, tengo mis sueños al alcance de la mano. Al vencer la sed roja obtuve mi primer gran triunfo. Quisiera pensar que aquí, esta noche, usted y yo hemos conseguido el segundo, el inicio de la amistad y la confianza entre nuestras dos razas. El Sueño del Fevre navegará por el filo de la navaja entre la noche y el dia, borrando el espectro del viejo temor donde quiera que vaya. Conseguiremos grandes cosas juntos, amigo mío.