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—¿Por qué le preocupa tanto que Marsh escape? —le preguntó tranquilamente York—. ¿Qué le ha hecho para que quiera hacerle daño, señor Tipton?

—No me gustan las verrugas —contestó con frialdad Billy—. Y Julian quiere atraparlo. Yo hago siempre lo que Julian desea.

—¿Qué podría hacer él sin ti?—continuó Joshua. A Sour Billy no le gustó el tono en que lo dijo, pero antes de que pudiera protestar Joshua York continuaba—: Te está utilizando, Billy. Sin ti, no sería nada. Tú piensas por él, actúas por él, lo proteges durante el día. Tú lo conviertes en lo que es.

—Sí —contestó Billy, orgulloso. Sabía lo importante que era, y le gustaba. En el barco aún era mejor. Tanto los negros que había comprado como la basura blanca que había contratado le tenían un miedo terrible, le llamaban “señor Tipton” y corrían a hacer lo que les ordenaba, sin siquiera tener que levantarles la voz. Al principio, algunos de los blancos se habían mostrado un poco rebeldes, hasta que Sour Billy le había abierto a uno el vientre y lo había hecho meter en un horno. Después de aquello, los demás se habían mostrado realmente respetuosos. Los negros no eran problema en absoluto, excepto en los muelles, cuando Billy los hacía encadenar a las esposas que tenía instaladas en la cubierta principal para impedir que escaparan. Aquello era mejor que ser capataz en una plantación. Los capataces eran basura blanca y todo el mundo los trataba con desconsideración. En cambio, en el río, el primer oficial de un barco era un hombre con posición, un oficial, alguien a quien se debía tener respeto.

—La promesa que Julian le ha hecho es falsa —continuó York—. Nunca será uno de nosotros Sour Billy. Pertenecemos a razas diferentes. Nuestra anatomía, nuestra carne, incluso nuestra sangre es distinta, Julian no puede transformarle a usted, por mucho que diga.

—Debe pensar que soy estúpido —le contestó Billy—. No necesito creer a Julian. Oigo lo que se dice, y sé que los vampiros pueden hacer a otros como ellos. Usted, York, era como yo hace un tiempo, diga lo que diga. Sólo que usted es débil y yo no. ¿Tiene miedo?

Tenía que ser aquello, pensaba Billy. York deseaba verle traicionar a Julian para que así Julian no lo convirtiera en uno de ellos, pues una vez lo fuera, sería más fuerte que York, quizá más incluso que Julian.

—Le doy miedo, Joshua, ¿no es verdad? Usted cree que es una maravilla, pero espere sólo a que Julian me haga uno de ustedes, y haré que se arrastre ante mí. Me pregunto cómo debe saber esa sangre suya. Julian lo sabe, ¿no es cierto?

York no dijo nada, pero Sour Billy sabía que le había dado en un punto doloroso. Damon Julian había probado la sangre de Joshua York una docena de veces desde aquella primera noche a bordo del Sueño del Fevre. De hecho, no había bebido de nadie más, “porque eres tan hermoso, querido Joshua”, solía decir con su pálida sonrisa, mientras le tendía el vaso a York para que lo llenara. Parecía que le divertía ver a Joshua sometido a él.

—Se está riendo de ti continuamente —dijo York al cabo de un rato—. Cada día y cada noche. Se ríe de ti y te desprecia. Piensa que eres repulsivo y ridículo, por muy útil que le resultes. Para él no eres sino un animal, y no dudará en arrojarte a un lado como tantos otros trastos cuando encuentre un animal más fuerte que le sirva. Se burlará de ti, pero para entonces estarás tan corrupto y tan podrido que aún le creerás, aún te arrastrarás ante él.

—Yo no me arrastro ante nadie —dijo Billy—. ¡Cállate y tráteme de usted! ¡Julian no me miente!

—Entonces, pregúntale cuándo piensa convertirte en vampiro. Pregúntale cómo piensa realizar el milagro, cómo hará pálida tu piel y cómo enseñará a tus ojos a ver en la oscuridad. Pregúntale a Julian si de veras crees que no miente. Y escucha, señor Tipton, escucha el tono de burla que tiene en la voz cuando habla contigo.

Sour Billy Tipton estaba furioso. Se sentía a punto de sacar la navaja y hundirla en la amplia espalda de Joshua York, pero sabía que éste se limitaría a volverse, y que a Julian tampoco le gustaría mucho.

—Muy bien —dijo—. Quizá se lo pregunte. El es más viejo que usted York, y conoce cosas que usted no conoce. Quizá vaya a preguntarle ahora mismo.

Karl Framm emitió una risilla y hasta York retiró la vista de la rueda del timón para sonreír burlonamente.

—¿A qué esperas entonces? —dijo—. Pregúntale.

Sour Billy bajó a la cubierta a preguntar. Damon Julian se había instalado en el camarote del capitán que había sido el de Joshua York. Billy llamó educadamente a la puerta.

—Sí, Billy —le llegó la tranquila respuesta. Abrió la puerta y entró. La sala estaba a oscuras, pero notó a Julian sentado a pocos palmos de él, en la oscuridad—. ¿Hemos cogido ya al capitán Marsh?

—Todavía no —contestó Billy—, pero pronto caerá, señor Julian.

—Bien, entonces, ¿por qué estás aquí, Billy? Te dije que te quedaras con Joshua.

—Tenía que preguntarle una cosa, señor —dijo Sour Billy, y repitió todo lo que le había dicho York. Cuando hubo terminado, el camarote quedó muy silencioso.

—Pobre Billy —dijo por último Julian—. ¿Todavía tienes dudas después de tanto tiempo? Si dudas, nunca llegarás a completar el cambio, Billy. Esta es la razón de que Joshua esté tan atormentado. Sus dudas le han dejado a medio camino, mitad amo y mitad ganado. ¿Comprendes? Has de tener paciencia.

—Quiero empezar —insistió Sour Billy—. Ya llevo muchos años aguardando, señor Julian. Ahora tenemos este vapor, y las cosas van mejor que antes. Quiero ser uno de ustedes. Usted me lo prometió.

—En efecto —dijo Damon Julian en tono de burla—. De acuerdo entonces, Billy, vamos a empezar, ¿te parece? Me has servido muy bien y, si tanto insistentes, no puedo negarme, ¿verdad? Eres tan listo que no querría perderte.

Sour Billy apenas podía creer lo que escuchaba.

—¿Quiere decir que va a hacerlo? —dijo, mientras pensaba para sí que Joshua York se iba a arrepentir mucho del tono que había utilizado.

—Claro, Billy. Te hice una promesa…

—¿Cuándo lo hará?

—El cambio no puede hacerse en una sola noche. Llevará tiempo transformarte, Billy. Llevará años.

—¿Años? —repitió Billy con desánimo. No esperaba tener que aguardar años. Según lo que había oído, no costaba tanto.

—Me temo que sí. Igual que pasaste lentamente de muchacho a hombre, también tienes que pasar ahora poco a poco de esclavo a amo. Nosotros te alimentaremos bien, Billy, y con la sangre conseguirás poder, belleza y velocidad. Beberás la vida y ésta fluirá por tus venas hasta que hayas renacido en la noche. Es un proceso que no puede hacerse con rapidez, pero en el que es posible conseguir los objetivos, como te he prometido. Tendrás la vida eterna, el dominio y la belleza, y la sed roja te llenará. Pronto comenzaremos.

—¿Cuándo?

—Para empezar, debes beber, Billy. Y para eso necesitamos una víctima —se echó a reír—. El capitán Marsh —dijo de repente—. El bastará para ti, Billy. Cuando capturemos el barco, tráele ante mí, como te he dicho que hicieras. Sano y salvo. Yo no le tocaré. Será tuyo, Billy. Lo dejaremos tado aquí, en el gran salón, y tú beberás de él noche tras noche. Un hombre de su tamaño debe tener dentro un montón de sangre. Te durará mucho tiempo, Billy, y te hará avanzar un buen trecho en el cambio. Sí, empezarás por el capitán Marsh, en cuanto sea tuyo. Captúralos, Billy. Hazlo por mí, y por ti mismo…

CAPITULO VEINTICINCO

A bordo del vapor ELI REYNOLDS,
río Mississippi,
octubre de 1857