Le había dicho que la esperara.
– Michael está bien.
Se giró y vio a Royd en el vano de la puerta.
– Te espera en mi habitación. Vine a ver cómo estaba y pensé que preferirías que estuviera acompañado. Así que le pedí que me ayudara a cambiarme el vendaje. Le ha servido para distraerse.
– Sí, así es. Gracias. -Sophie se lo quedó mirando-. Estás un poco pálido pero mejor que anoche. ¿Has dormido bien?
– Lo suficiente. ¿Por qué no bajamos y buscamos algo para comer?
– Todavía no. En estos momentos, MacDuff recibe la visita de un inspector de Scotland Yard. Quiere que nos mantengamos apartados hasta que se vaya.
– Ya que la alternativa podría ser un desastre, le haremos caso, ¿no? ¿Ya has hablado con MacDuff?
Ella asintió con un gesto.
– Tenías razón. Tiene la intención de ir tras Devlin y quiere usarnos a nosotros para encontrarlo. No, eso no es lo bastante claro. Tiene toda la intención de utilizarnos. Y cree que quizá Michael no esté seguro aquí si él se marcha. Ha pensado en elaborar otro plan.
– ¿Y eso te molesta? ¿Por qué?
– No me importaría que alguien se ocupara de la seguridad de Michael. Pero me molesta que a MacDuff le importe un rábano mi opinión sobre cómo hacerlo.
– Seguro que lo harás cambiar de actitud -dijo él, haciendo una mueca-. Como cambiaste la mía.
– No tenemos demasiado tiempo. Yo esperaba contar con MacDuff un tiempo más. ¿Crees que el objetivo original de Devlin consistía en matar a Michael? -preguntó, al cabo de un momento-, ¿o era una trampa para mí?
– Podría haber sido cualquiera de las dos, o las dos.
– Maldita sea. Entonces, ¿cómo diablos voy a…?
– Hay algo que deberías saber. He recibido una llamada de Kelly esta mañana.
– ¿Y? -preguntó Sophie, tensa.
– Le había dicho que vigilara el barco. Ha zarpado esta noche.
– ¿Qué? Pero si habías dicho que no habían acabado de desmontar las instalaciones.
– Es evidente que se han llevado todo lo que necesitaban y han dejado el resto.
– Maldita sea. ¿Y cómo…?
– Calma. Kelly se ocupará de ello. Ha alquilado una lancha y ha alcanzado al barco antes de que saliera del canal. Intentará no perderlo de vista, procurando que no lo vean a él. Se dirigen hacia el sur.
– ¿Y Sanborne?
Royd se encogió de hombros.
– Kelly sólo puede estar en un único lugar a la vez. Pero si podemos seguir el rastro del barco, lo más probable es que Sanborne y Boch se encuentren con él cuando llegue a su destino.
– ¿Y si eso no ocurre?
– Entonces nos preocuparemos de seguirles la pista. O yo me ocuparé. Ahora mismo voy a reunirme con Kelly, pero tú no tienes que venir. Si prefieres quedarte con Michael y…
– Calla. Sabes que tengo que ir. -Y, sin embargo, tenía que proteger a Michael-. Además, me has dicho que quizá me necesites. ¿Por qué has decidido de repente que soy prescindible?
– Nadie es prescindible. Toda mi vida me las he arreglado sin ti. Podrías haber sido una ayuda, pero no me servirás de nada si piensas constantemente en tu hijo. Así que mantente alejada de mí.
– Eso sí que es agradable. Debes de ser el más… -dijo Sophie, y paró cuando se percató de su expresión ceñuda-. Dios mío, me da la impresión de que intentas protegerme. Qué raro.
– No tiene nada de raro. Te dije que te protegería si podía.
– Y luego me lanzaste a la hoguera en cada oportunidad que se presentaba.
– No tenía que hacerlo. Sólo tenía que darte la oportunidad. Tú te lanzabas sola -dijo Royd, encogiéndose de hombros-. Y ahora eso ha dejado de ser una opción. Tienes que hacer lo que tienes que hacer.
– Y eso haré. Así que cállate. La nobleza o la amabilidad no se te dan demasiado bien, Royd. Eres mucho más convincente cuando eres basto y cruel. -Sophie se acercó a la ventana y miró hacia el patio-. Hay un coche aparcado allí abajo. Debe de ser el inspector. Todavía no podemos bajar. -Se giró y hurgó en su bolso-. Así que puedo aprovechar para mirar la copia de aquel CD que encontramos en la fábrica. Lo pondré en mi portátil. ¿Te quedarás con Michael mientras hago eso?
– Quiero verlo.
– Te contaré qué hay dentro. Puede que no sea nada.
– Si estaba en esa caja de seguridad, debe de tener algún valor.
– ¿Puedo ayudar en algo? -Se giraron y vieron a Jock en la puerta, mirando a uno y a otro-. ¿Es idea mía o detecto cierta fricción en el ambiente?
– Sí, puedes ayudar -convino Royd-. ¿Puedes ir a mi habitación y distraer a Michael mientras nosotros hacemos una pequeña investigación?
– Claro. -Jock iba a dar media vuelta-. No pasará mucho rato antes de que lo lleve a la explanada. A Michael le gusta ir allí. El inspector estará a punto de acabar con el dueño del castillo. MacDuff es un hombre importante, y hasta en Scotland Yard lo tratan con cierta deferencia.
– Espera -dijo Sophie-. ¿Por qué has venido?
– Para apaciguar las aguas turbulentas. No se trata de ti y Royd. He hablado con MacDuff y me ha dicho que es consciente de que no ha actuado con demasiado tacto. Es verdad que quiere lo mejor para ti y el niño, Sophie. Está haciendo todo lo posible para encontrar una solución.
– Para tener las manos libres e ir a matar a Devlin.
Jock sonrió.
– Oh, espero que no -dijo, con voz amable-. Espero que eso me lo deje a mí. Tengo algunas ideas maravillosas y muy detalladas -advirtió, y salió de la habitación.
Sophie se estremeció cuando lo miró alejarse. Bello como la aurora y letal como una víbora. No estaba acostumbrada a ver ese aspecto de Jock.
– Dios mío.
– Tú no viste a esa pequeña en el pozo -dijo Royd, con voz queda.
Ella asintió con un movimiento enérgico de la cabeza.
– Sólo que me… ha sorprendido. -Se giró, fue hasta su bolsa de viaje y sacó el portátil-. Tengo que ponerme manos a la obra. No puedo dejar a Michael mucho rato cuando está tan alterado. -Se sentó en la cama, abrió el portátil e insertó el CD-. Veamos qué tenemos aquí.
– Números -murmuró Royd.
– Fórmulas -corrigió ella, distraída. De pronto, se puso tensa-. El REM-4.
– ¿Qué?
– No es mi fórmula, pero ha sido usada como base.
– Sabías que eso había ocurrido.
– Pero no de esta manera -dijo ella, que seguía con los ojos fijos en la pantalla-. Esto es diferente.
– ¿Cómo de diferente?
– Todavía no lo sé -dijo ella, y pulsó una tecla para ver la página siguiente-. Pero esto no me gusta. Vete. Tardaré un rato con esto.
– ¿Puedo hacer algo?
– Vete -repitió ella, y volvió a pasar la página. No había más que fórmulas. Fórmulas complejas e intrincadas. El que había hecho ese trabajo era alguien brillante.
– ¿Cuánto tardarás?
Ella sacudió la cabeza.
– Vale, volveré en un par de horas.
Royd dijo algo más, pero ella no lo oyó. Estaba demasiado absorta en las ecuaciones. Empezaba a ver un patrón…
MacDuff llamó a Jane MacGuire al final de esa tarde. Ella contestó al segundo timbrazo.
– ¿Qué te traes entre manos, MacDuff? No tienes por costumbre pedirle a Jock que me llame y sirva de intermediario.
– Tenía que estar seguro de que estarías disponible. Tenía que hablar contigo.
Jane guardó silencio un momento.
– Chorradas. Yo creo que querías que hablara con Jock acerca de los viejos tiempos.
– Yo podría hacer eso contigo -dijo él, con voz suave-. Son recuerdos que compartimos.
– Pero en mi relación con Jock no hay asperezas.
– Te he dado tiempo más que suficiente para limar esas asperezas. Sólo te he llamado dos veces en todo ese tiempo. Y puedo decirte que ganas no me faltaban, Jane.
– ¿Qué quieres, MacDuff?
– ¿Cómo está tu querida Eve Duncan?
– Nada de sarcasmos. Está maravillosamente.