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Miró enseguida la marca en la almohada junto a ella. Royd no estaba.

Cerró los ojos un momento y se apoderó de ella un sentimiento de decepción. Estúpida. ¿Qué esperaba? Habían tenido una relación sexual y una noche estupenda. Eso no significaba que él tuviera la obligación de quedarse junto a ella.

– ¿Lista?

Abrió los ojos y vio a Royd a los pies de la cama. Tenía el pelo mojado y olía a limpio.

– ¿Lista para qué?

Él sonrió.

– ¿Más sexo? ¿Una ducha? ¿El desayuno? ¿Un baño a la carrera en el mar? He nombrado tus opciones según la importancia que tienen para mí.

Sophie sintió que una ola cálida y placentera se apoderaba de ella. Era curioso que esas pocas palabras hubieran borrado la sensación de abandono que había experimentado.

– Tienes el pelo mojado. ¿Te has duchado o bañado en el mar?

– Una ducha. Había pensado esperarte -dijo, sin dejar de mirarla-. O sales de la cama o yo volveré a meterme dentro. Ya que es casi mediodía, deberíamos esperar hasta que te alimente. -Se giró y fue hacia la puerta-. Vete a la ducha. He mirado en tu bolsa de viaje y he dejado ropa limpia en el cuarto de baño. Prepararé café y una tortilla. ¿Veinte minutos?

– Necesito treinta -Se sentó en la cama y tiró las sábanas a un lado-. Tengo que lavarme el pelo. Me siento como si me hubiera pasado por encima un tornado.

– Eso fue exactamente lo que pasó -dijo él, sonriendo por encima del hombro-. A los dos nos pasó por encima.

Royd salió antes de que ella pudiera responderle. Se levantó y fue hacia el cuarto de baño. Sentía el cuerpo ligero y ágil, los músculos relajados y fuertes, casi como un felino. Después de una noche de sexo tan intensa, habría pensado que estaría cansada y sin energías. Por el contrario, se sentía resplandeciente. No recordaba haberse sentido jamás así con Dave. El sexo con él había sido satisfactorio, nunca un asunto que los consumiera.

No pienses en Dave. No hagas comparaciones. Lo que había vivido con Royd la noche anterior había sido único. A veces ocurría que dos personas encontraban una perfecta sintonía sexual. Eso no significaba que estaban sintonizados en cualquier otro sentido. Sólo Dios sabía los kilómetros que había entre ella y Royd en otros planos.

Abrió la ducha y se metió bajo el chorro. La calidez del agua fue otra experiencia sensual y relajante. Bien. En ese momento, no quería pensar. Quería dejar la mente en blanco y disfrutar del momento. Echó hacia atrás la cabeza y dejó que el agua le corriera por el cuello.

– Llegas con cinco minutos de retraso -dijo Royd. Se apartó del fuego cuando ella entró en la cocina-. Pero yo también. Me han llamado por teléfono.

– ¿MacDuff? -preguntó ella, tensándose.

Él negó con la cabeza.

– Era Kelly. Quería instrucciones.

– ¿Qué le has dicho?

– Que buscara otro barco equipado con tecnología punta y que nos esperara. -Royd sirvió la tortilla en dos platos-. Sirve el café mientras saco el zumo de naranja de la nevera.

– Vale. -Sophie seguía frunciendo el ceño cuando cogió la cafetera-. ¿Por qué necesitaríamos una lancha con tecnología punta?

– Puede que no lo necesitemos. Pero prefiero estar preparado -dijo Royd, y dejó los platos en la mesa-. Deja de preocuparte. -Le cogió la cafetera de las manos y sirvió dos tazas de café-. No me gusta.

Ella alzó las cejas.

– ¿Eso significa que tengo que dejar de preocuparme?

– Hasta que haya algo de que preocuparse. Sabía que te pondrías nerviosa cuando te contara lo de Kelly, pero también pensé que no te agradaría si no te mantengo al corriente.

– Tienes razón, no me agradaría.

– Siéntate -Royd la llevó hasta la silla-. Y sonríeme como me sonreías cuando has entrado en la cocina.

– ¿Qué sonrisa era ésa?

Él inclinó la cabeza mientras la miraba.

– Entusiasmada. Totalmente entusiasmada. ¿Sabes cómo me hace sentirme eso? -Estiró la mano y le acarició el pelo-. Sedosa, eres suave por todas partes. En todos los lugares que toqué.

Sophie no podía respirar. El calor le hacía arder las mejillas.

Él siguió y le acarició lentamente los pechos.

– Bellos y suaves y sedosos -susurró-. ¿Quieres hacerlo en el suelo de la cocina?

Sí, quería. Temblaba con la necesidad de tirar de él hacia abajo y…

– Venga -dijo él, y metió la mano por debajo de la blusa. Piel contra piel. Sophie sintió que se le tensaban los músculos del vientre-. Podemos comer más tarde. No importa.

– No, no importa… -Sophie respiró hondo, le cogió la mano por debajo de la blusa. No podía parar-. No importa cuándo comamos. Lo que importa es que utilizas el sexo para distraerme. Yo debería estar preocupada por todo lo que está pasando, y tú me tratas como si fuera una muñeca que sacas para jugar y luego devuelves a su caja.

– ¿Táctica equivocada? -Royd se encogió de hombros y se sentó en la silla frente a ella-. Lo siento, me ha venido un sentimiento muy protector contigo. Me ha estado rondando desde hace unos días y anoche fue la guinda. Seguro que tiene algo que ver con ese instinto que tiene el hombre de las cavernas de proteger a la familia. Tú debes de saber eso mejor que yo. Tienes todos esos títulos.

– No dejas de meterte con mi formación académica. ¿Acaso te molesta?

– No, si no te molesta a ti, no -dijo él, y se llevó la taza a los labios-. He aprendido que puedo aprender todo lo que tenga que aprender.

Como había aprendido su cuerpo y todos los matices de sensaciones que había despertado en ella la noche anterior, pensó Sophie, y tuvo que alejar de sí ese pensamiento. Su cuerpo seguía sometido a ese cosquilleo, receptiva a su contacto, y ni siquiera tenía que recordar cómo Royd había hecho de ese acoplamiento algo tan placentero.

– Por lo visto, tienes mucho talento en ese plano.

Él soltó una risilla y enseguida la miró. Sabía exactamente en qué estaba pensando. Ella no quería desviar la mirada. Cogió el tenedor y comió un trozo de tortilla.

– Me alegro de que pienses eso -dijo él, torciendo los labios-. Normalmente, soy capaz de hacer lo que hay que hacer. Si los alicientes son lo bastante tentadores. -De pronto, su expresión se volvió más seria-. Podríamos hablar durante toda una semana sobre el tema, pero no me prestaré a ello por ningún motivo. Es como avanzar por arenas movedizas, y tengo que afirmarme.

– ¿Qué quieres decir?

– Ahora mismo, estoy en plena forma. Tú te divertiste anoche y te ha quedado una sensación agradable. En lugar de pensar, sientes. Pero yo no me podré fiar de eso a medida que pase el tiempo. Te asustarás, y pensarás en tu hijo y en tu vida y en lo diferente que somos.

– Somos diferentes.

– En la cama, no. Y el resto se puede negociar. Anoche te dije que sentía algo por ti. Todavía está ahí, y se ha vuelto más intenso. Mucho más intenso. No sé bien hacia dónde va, pero no puedo desprenderme de ello. No puedo dejarte ir, Sophie.

– No quiero hablar de esto ahora.

– Yo sí. No sé cuánto tiempo nos queda antes de que todo nos explote en las manos. Nunca pensé que algo así pudiera ocurrir, pero ha ocurrido, y tenemos que saber qué hacer. -Apretó la taza con fuerza-. He sido sincero contigo. Ahora tú dime la verdad a mí.

– ¿Qué quieres que te diga? -preguntó ella, y se humedeció los labios-. Anoche fue más que mejor, fue fantástico. He sido un poco adicta al trabajo toda mi vida, y el sexo nunca ha sido demasiado importante para mí. Fue muy agradable. -Hizo una mueca-. El sexo no es agradable contigo, Royd. Me ha hecho saltar la cabeza en pedazos. Ya has visto cómo he respondido. Quisiera meterme en la cama contigo de nuevo. Tú creías que quizá quería acostarme contigo porque me dabas pena. Pero la verdad es que me doy pena a mí misma. La vida no ha sido nada agradable para mí estos últimos años y tengo la intención de disfrutar de todo el placer que pueda. Creo que me lo merezco. ¿Eso es lo que quieres saber?