Sí tenía que dejar de pensar en él. Aquello no era demasiado probable.
Capítulo 16
Su teléfono móvil empezó a sonar cuando bajaba las escaleras, treinta minutos más tarde. ¿Sería MacDuff?
Royd salió al pasillo y se la quedó mirando mientras bajaba. A Sophie le temblaba la mano cuando pulsó la tecla para atender la llamada.
– ¿Cómo estás, Sophie? -preguntó Sanborne-. Espero que bien.
Sophie se detuvo en medio de la escalera, fulminada.
– ¿Qué quieres, Sanborne?
Royd también se la quedó mirando, tenso.
– Lo que siempre he querido -dijo Sanborne-. Una asociación con alguien que respeto y en quien confío. Tendrás que entender lo inútil que resulta ser esta venganza tuya. No puedes ganar, y hay personas a las que amas que podrían acabar heridas.
– ¿Como Dave?
– No sé de qué hablas. La policía está convencida de que fuiste tú quien mató a Edmunds -guardó silencio un momento-. Pensaba en tu hijo.
– Cabrón.
– He oído que ha ocurrido algo horrible en Escocia. Me alegro mucho de que tu hijo todavía esté a salvo.
– Y seguirá a salvo -dijo ella, entre dientes-. No podrás tocarlo, Sanborne.
– ¿Por qué te has aliado con Royd? Eso ha sido un error. No es una persona estable. Te arrastrará en su caída.
– Yo tampoco soy una persona muy estable. No cuando se trata de ti.
– Entonces ha llegado la hora de que lo superes. Te estoy haciendo una oferta que no puedes rechazar.
– Y una mierda que no puedo.
– Estás metida en un lío mucho más grande que la última vez que llamé. La policía te sigue los pasos. El ADN que te vinculaba a la escena del crimen de Edmunds ha dado positivo. Te has quedado sin empleo y tu hijo está en peligro. Créeme, esta última información es totalmente cierta. Ven y únete a mí, Sophie. Tendrás dinero y poder, y tu hijo estará a salvo.
– Y me convertiré en un monstruo, como tú.
– El poder, Sophie. Es el gran principio de igualdad entre monstruos y santos.
– Estás enfermo.
Pasó un instante y él no respondió.
– Ya ves que controlo mi mal humor. Debería demostrarte lo mucho que deseo tu colaboración.
– Lo cual me demuestra que no estás tan seguro acerca del REM-4 como quisieras.
– Vaya, qué perspicacia. Sin embargo, ahora tienes una muestra del REM-4 junto a ti. Royd era un espécimen de primera. Y todo se lo debe a ti.
– Cállate.
– De acuerdo. No quisiera ofenderte si tenemos que trabajar juntos. Estaré en contacto -dijo, y colgó.
– ¿Tengo que preguntar lo que quería? -inquirió Royd, con voz queda.
– A mí -dijo ella. Estaba temblando-. No esperaba que… Me ha sorprendido.
Él se acercó y la abrazó.
– Tranquila. Sanborne quiere verte débil y asustada. No cedas.
Ella se aferró a él.
– Qué cabrón. No paraba de amenazar a Michael.
– Es la carta que se guarda bajo la manga.
– Y me habló de ti. Dijo que eres un espécimen de primera y que yo era la responsable. -Se humedeció los labios-. Tiene razón. Yo soy la responsable.
– Y yo soy un espécimen de primera -acotó él.
Sophie se puso rígida, desconcertada.
– Al menos eso pensabas anoche. Y es verdad que me tuviste. Varias veces.
– Ya sabes que me refería a… -Se apartó de él y lo miró fijamente-. No tiene gracia.
– Sí que la tiene. -Royd sonrió-. Es curioso pensar que nos puede hacer daño a ti o a mí con esa basura. Ahora estamos muy lejos de su alcance.
La hizo darse media vuelta y le dió una palmadita-. Sube y haz tu equipaje. Tenemos que salir de aquí en los próximos cinco minutos.
– ¿Crees que han localizado la llamada?
– Es posible. Yo utilizo un móvil por satélite y la NSA puede coger la señal de casi cualquier llamada dentro del país. Boch tiene contactos con los departamentos de inteligencia militar que podrían dar con nosotros. No quiero esperar a que vengan a buscarnos la poli o los hombres de Sanborne.
Ella subió deprisa la escalera.
– No creo que sea la policía. Sanborne estaba… Creo haber percibido un… Él me quiere a mí, Royd. No quiere deshacerse de mí.
– Entonces deberíamos preguntarnos por qué de pronto tiene tanta prisa-. Se giró y fue hacia la puerta de entrada-. Pero deberíamos preguntárnoslo muy lejos de aquí.
Sanborne se giró hacia Boch.
– ¿La has localizado?
Boch levantó la mirada de su teléfono.
– Están trabajando en ello. Están en algún lugar en el sur de Florida.
Sanborne lanzó una imprecación.
– ¿Dónde? Royd la sacará de ahí en cuestión de minutos.
– Puede que dejen alguna clave de hacia dónde se…
– No puedo seguirla por todo el país. Tengo que echarle el guante ahora mismo.
– ¿Por qué no mandamos a Devlin a Florida? Si tiene un punto de partida, debería poder seguirles la pista. Tú te has asegurado de convertirlo en un experto.
– No, no quiero desperdiciar… -calló, pensando en ello. Maldita sea, él quería atraer a aquella mujer hacia su bando. Era una posibilidad remota, pero siempre era preferible contar con trabajadores bien dispuestos en lugar de obligados. Era una verdad que había aprendido con los experimentos en Garwood. Existía la posibilidad de que Sophie se sintiera atrapada porque la buscaba la policía. Era evidente que no estaba lo bastante asustada-. Sí, llamaremos a Devlin. Tengo que hablar con él.
– Cuéntame -dijo Royd, en cuanto cogieron la autopista-. ¿Qué crees que se trae entre manos Sanborne? Has dicho que no quería deshacerse de ti.
– Estoy segura de que, a la larga, lo deseará. Pero, por ahora, no. -Sophie frunció el ceño, intentando recordar las palabras y los matices de aquella conversación-. En realidad, quería que me uniera a su pandilla de matones. ¿Te imaginas el ego de ese hombre? ¿Acaso pretende que ignore todo lo que ha hecho?
– No es su ego. He estudiado la psicología de Sanborne desde que escapé de Garwood, y diría que le falta algo.
– ¿La conciencia?
– Ni siquiera eso. Sanborne no tiene emociones, tal como las perciben otras personas. Finge tenerlas, pero no las tiene. Es un hombre inteligente, sabe apreciar la belleza y disfruta de la sensación de poder, pero en realidad no entiende el dolor y el odio que provoca porque él mismo no los siente. Puesto que conoce la sed de poder, no alcanza a entender por qué no decides ignorar todo lo que ha hecho para herirte si te ofrece suficiente dinero a cambio. -Royd se encogió de hombros-. Tú eres la psicóloga. Es probable que sepas cuáles son los términos técnicos.
– Lo has explicado muy bien. -Tenía sentido. Sophie había estado tan llena de odio y culpa, tan obsesionada con la intención de librar al mundo de Sanborne y del REM-4 que nunca se había tomado el tiempo para analizar a la persona. Sin embargo, cuando pensaba en todos sus encuentros con Sanborne, veía las señales-. Y ése es precisamente el motivo por el que no tiene escrúpulos cuando se trata de darle ese uso al REM-4.
– Es lo que sospecho. Desde luego, es posible que Sanborne sea tan sólo un pobre hijo de perra. A mí me da igual. Aprendí a entender quién era para aumentar mis posibilidades de destruirlo. Me da igual que sea un maniático. No pretendo curarlo sino eliminarlo -calló un momento-. Sin embargo, ¿por qué te presiona ahora? Me habías dicho que en el pasado ya intentó persuadirte, pero cuando te negaste, él decidió seguirte el rastro con sus perros. Ahora, de pronto, da marcha atrás. Puede que sencillamente quisiera ganar tiempo mientras localizaba la llamada. ¿Estás segura de que lo has entendido bien?
– ¿Cómo puedo estar segura? -Sin embargo, luego pensó que estaba casi segura. Y tenía que haber un motivo-. Gorshank.
– ¿Qué?