– Te había dicho que las ecuaciones eran brillantes, pero no conseguía entender cómo había llegado a ciertos resultados.
– Dijiste que necesitabas tiempo para estudiarlo.
– Pero ¿qué pasaría si su trabajo fuera defectuoso? ¿Qué pasaría si hubiera algunos agujeros?
– Entonces tendrían que remediarlo, y hacerlo rápido. Consiguiendo a la persona que conoce la fórmula original.
Ella asintió con un movimiento de la cabeza.
– Y necesitan eso más que eliminarme para siempre. Es sólo una suposición, pero tiene…
Sonó su teléfono.
– ¿Debería contestar?
– Si es breve.
Sophie pulsó la tecla para responder.
– Gorshank se encuentra en Charlotte, Carolina del Norte -dijo MacDuff-. Tres veintiuno, Ivy Street.
Sophie puso el móvil en modo altavoz para que Royd pudiera oír la conversación.
– ¿Cómo lo han encontrado?
– Transfirió una importante suma de dinero a un banco ruso para pagarle una deuda a la mafia. Jock y yo haremos un trasbordo en el aeropuerto Kennedy y nos dirigiremos enseguida a Charlotte.
– ¿Cuándo llegaréis?
– Otras siete horas.
Royd negaba con la cabeza.
– Si Gorshank corre peligro, podría ser demasiado tarde. No hay una gran diferencia, pero nosotros podemos llegar antes. Os llamaremos cuando hayamos establecido contacto. -Colgó antes de que MacDuff pudiera contestar-. Iremos a Daytona, donde cogeremos un avión hasta Charlotte.
– ¿Correr peligro?
– Si los resultados de Gorshank no dejan satisfecho a Sanborne, ya no le servirá para gran cosa.
– Y será una carga y una amenaza -dijo Sophie, llevando la idea un paso más allá-. Como todos los otros científicos relacionados con el proyecto, que él despidió y que, supuestamente, fueron exterminados por sus gorilas -Enseguida miró a Royd-. Puede que sea demasiado tarde.
Éste asintió con un gesto.
– Esperemos que Sanborne mantenga vivo a Gorshank hasta que encuentre una manera de dar contigo. Tiene que haber tenido algo de confianza en él o no lo habría puesto en nómina.
Ella negó sacudiendo la cabeza con gesto de escepticismo.
– No lo sé. Sanborne es un hombre totalmente implacable. Para él, todo es blanco o negro. Si cree que Gorshank lo ha embaucado, no le dará una segunda oportunidad.
– Entonces puede que nuestro esfuerzo no valga de nada. -Royd pisó el acelerador-. Pero no pienso perderme la oportunidad de encontrar a Gorshank. Él tiene que saber dónde está situada la isla y quizá algo acerca de las defensas que la rodean. -Apretó los labios-. Si está vivo, hablará.
El 321 de Ivy Street era una casa apartada del camino y rodeada de álamos blancos que proyectaban su sombra sobre el porche de la pequeña construcción de tablilla gris. La casa estaba a oscuras, pero había una luz que parpadeaba en la habitación a la izquierda de la puerta, probablemente el reflejo de un televisor. Gorshank se había convertido en un gran amante de la televisión desde su llegada a Estados Unidos. Cuando no estaba ante su mesa en el despacho, se instalaba frente al televisor a ver Los Simpson o CSI o cualquier otra serie.
Devlin había estudiado los informes de vigilancia de Gorshank que le había entregado Sanborne, si bien no era necesario. El científico era un hombre de hábitos inflexibles y estaba entregado a una multitud de excesos que lo convertían en un ser lamentablemente vulnerable. Demasiado vulnerable. Devlin se impacientó al saber que Sanborne lo mandaba allí, cuando podría haber ido en busca de Royd. Eso sí habría sido un verdadero desafío.
Sin embargo, tenía que mantener un perfil bajo después del festín que se había dado en las tierras de MacDuff. Nada de discusiones ni de intentos de manipulación durante un tiempo. Además, matar a un imbécil como Gorshank sería un placer. Los imbéciles lo irritaban.
Comprobaría las puertas y encontraría una manera de entrar en la casa. Gorshank estaría sentado en su silla con su lata de cerveza y Devlin lo tendría en sus manos antes de que se percatara de lo que ocurría. Cuando lo tuviera a su merced, decidiría si lo despachaba enseguida o si se tomaba su tiempo.
Aquello sería como quitarle un caramelo a un niño.
– Quédate aquí. -Royd estacionó junto al bordillo-. Voy a comprobar el lugar.
Sophie vio la luz parpadeante que brillaba en una de las ventanas de la casa. Era una visión común a la mitad de las casas en esa ciudad. No había nada que temer.
Entonces, ¿por qué estaba tan tensa, como si esa luz del televisor fuera un mal presagio?
– Voy contigo. -Alzó la mano cuando él quiso protestar-. No te estorbaré. Jock siempre me dijo que eso sería una torpeza. Si quieres que espere fuera, te esperaré. Pero tengo el arma que Jock siempre me dijo que llevara y sé usarla. Me encontraré a una distancia en que podamos oírnos.
Él no dijo palabra durante un momento y luego se encogió de hombros.
– Entonces, ven. -Abrió la puerta del coche-. Pero espera a que haya inspeccionado los alrededores. -Se ausentó durante sólo cinco minutos y al volver le abrió la puerta para que bajara-. Está despejado, pero tú te quedas fuera y no entras. ¿Entendido?
– A menos que me llames. -Sophie bajó del coche-. Es algo que podría suceder, Royd. No eres invulnerable.
– A pesar de que lo intento. -Empezó a caminar hacia un costado de la casa-. Por la puerta de atrás.
– Podríamos ir hasta la puerta y llamar. Él no nos conoce. ¿Acaso es demasiado fácil?
– Puede que le hayan mostrado fotos tuyas cuando te sustituyó. -Royds se movía con rapidez-. Pero tienes razón. Nunca pienso en lo más fácil. No fue así como me enseñaron. -Se detuvo en la puerta trasera y escuchó, mientras barría el jardín trasero con la mirada-. Y no creo que ésta sea una situación que me obligue a cambiar mis métodos.
Sophie sentía la tensión como un campo eléctrico a su alrededor.
– ¿Qué ocurre?
– Alguien debería estar vigilando a Gorshank si es un hombre importante para Sanborne y sabe tanto del REM-4. ¿Dónde están? Creía que nos interceptarían, o al menos esperaba ver a alguien. -Calló un momento y luego dijo-: A menos que los hayan retirado porque ya no es necesario.
– ¿Quieres decir, en caso de que Gorshank esté muerto? -preguntó ella, temblando.
Él no contestó.
– Quédate aquí. Dejaré la puerta entornada. -Royd se inclinó sobre la cerradura y dejó escapar un silbido por lo bajo-. Dios -exclamó, y se incorporó-. Saca tu arma y mantente alerta. Esta cerradura ya la han hecho saltar. -Abrió la puerta y desapareció dentro de la casa.
Ella cogió firmemente el arma que tenía en el bolso. El corazón se le había acelerado, y le retumbaba en el pecho. Intentó aguzar el oído para oír qué ocurría adentro, atenta a cualquier cosa. Los minutos pasaron. No, se arrastraron. Maldita sea, se sentía como una inútil. Si algo le ocurría a Royd, ¿cómo podría ayudarlo esperando ahí sin moverse?
Tranquila. Jock le había dicho que así se cometían los errores fatales. Demasiados cocineros dentro de la cocina. Qué expresión más manida para una situación tan peligrosa.
Había oído algo.
Un leve ruido. Una pisada…
¿Dónde? ¿En la cocina?
No, no en la cocina.
A sus espaldas.
Era una suerte que la casa fuera pequeña. Royd no había tardado demasiado en recorrerla y comprobar que nadie lo acechaba. Le quedaba por mirar en el salón, donde Gorshank veía la tele. Bajó las escaleras en silencio y cruzó el pasillo. Desde la puerta, tenía una perspectiva clara de Gorshank y el televisor.
El programa en la tele era CSI.
Pero Gorshank no estaba viéndola.
Royd se detuvo en el umbral con la mirada fija en el sillón frente al televisor.
Gorshank estaba atado al sillón con cuerdas y miraba la pantalla con expresión vacía. Estaba amordazado, tenía los párpados abiertos con grapas y lo habían castrado.