Ella asintió y se incorporó.
– ¿Has encontrado algo?
– Creo que sí. -Royd la ayudó a pasar junto al cuerpo de Devlin, despatarrado sobre las escaleras-. Y he llamado a MacDuff y le he dicho que consiga que sus amigos de la CIA se deshagan de Devlin. Quizá nos convenga que Sanborne no sepa que ha muerto. -La miró fijamente-. ¿Qué ocurre con Michael?
– Jane quiere llevar a Michael a Atlanta. Dice que puede sacarlo del castillo sin que la vean. -Sophie intentaba mantener la voz firme-. Estoy asustada.
– ¿Le has dado luz verde?
Ella sacudió la cabeza.
– Tengo que…
– Si confías en ella, dile que se mueva. -Royd le abrió la puerta del coche-. No me gusta la idea de ver que el gobierno se mete con Michael. Cuando hay burocracia de por medio, es muy fácil que alguien quede detenido por su propia seguridad.
– Pareces muy seguro. ¿Te ha ocurrido alguna vez?
– En una ocasión. En Siria. -Subió al coche-. Pero no querrías conocer los detalles -avisó, y puso el motor en marcha-. Y yo tampoco querría contártelo.
No, Sophie no quería saber lo fácil que era llegar hasta alguien custodiado por la policía o por los militares. Y no quería imaginarse a Royd como el hombre que lo hacía. Ya lo había visto matar a dos personas y, en las dos ocasiones, había dado muestras de una temible eficacia. Sin embargo, tenía que preguntar.
– ¿Con Sanborne?
– No, ocurrió cuando estaba en las fuerzas especiales. Llama a Jane y dile que saque a Michael de ahí.
– ¿Has oído hablar de ese tal Franks?
– Simon Franks. No es tan bueno como Devlin, pero sabe lo que hace. -Siguió una pausa-. Y hará lo que Sanborne le diga. No es como Devlin, es un parásito.
– Dios mío.
– Puede que eso no sea algo malo. No le cortaría el cuello a Michael a menos que se lo ordenaran. Devlin lo haría por puro placer y luego encontraría una manera de justificarlo ante Sanborne.
– No puedo creer que estemos aquí sentados hablando acerca de unos hombres que podrían matar a mi hijo -dijo Sophie, con voz temblorosa-. Puede que no sientas nada por Michael, pero es un poco más difícil para…
– ¿Quién ha dicho que no siento nada por el chico? -preguntó Royd, con voz cortante-. El chaval me cae bien. No lo quiero. No he tenido la oportunidad de conocerlo tan bien y el amor no es algo que se me dé con facilidad. Mentiría si te dijera otra cosa. Pero no me trates como si todavía fuera el imbécil que era al salir de Garwood. -Apretó el volante con fuerza-. Estos días los sentimientos me vienen con demasiada facilidad, maldita sea.
Sophie se dio cuenta de que lo había herido. No había pensado que ella pudiera herirlo. Royd era demasiado duro, le habían inculcado la insensibilidad a lo largo de años. En realidad, no paraba de descubrir cosas nuevas en él.
– No quería sugerir que tú…
– Olvídalo. Quiero que sepas que la única razón por la que te hablo de Franks no es para asustarte sino para que sepas a quién te enfrentas. -Entró en el parking de un Wal-Mart-. Le dije a MacDuff que nos encontraríamos aquí. Si vas a llamar a Jane, puedes hacerlo mientras esperamos.
– Eres un chulo prepotente.
Él torció los labios.
– Viene todo en un solo paquete.
Ella vaciló. No tenía ganas de hacer esa llamada. Deja de portarte como una cobarde. Haz lo que más convenga a Michael. Marcó rápidamente el número.
Sonó diez veces. No respondieron.
El corazón le latía con fuerza y la mano le temblaba cuando volvió a marcar.
No respondieron.
Capítulo 17
Los faros de varios vehículos rompían la oscuridad a medida que se acercaban al castillo de MacDuff. Todavía estaban a cierta distancia pero avanzaban velozmente.
– Diez o quince minutos -dijo Joe, apartándose de la ventana para mirar a Jane-. Por lo visto, Sophie estaba en lo cierto a propósito del intento de extradición.
– ¿Qué otra cosa podían hacer con un niño indefenso? -preguntó Jane-. Y ya que el cabrón que se lo contó a Sophie estaba a punto de palmarla, no creo que tuviera demasiados motivos para mentir.
– No -dijo él, incorporándose-. Y eso significa que tenemos que movernos.
– ¿Estás de acuerdo? -preguntó Jane, sintiendo un gran alivio.
– He visto a demasiados presos maltratados por otros presos, y sé que no hay ninguna celda de seguridad que sea del todo segura -admitió Joe, mientras se ponía rápidamente la chaqueta-. Y Sanborne tiene dinero suficiente para actuar como si fuera Dios. -Fue hacia la puerta y se detuvo-. Ahora nosotros cogemos el relevo. Será un alivio volver a encontrarse en terreno conocido.
– Gracias, Joe.
– No me des las gracias a mí. Ya sabes que no quería que volvieras con MacDuff. Tenía que venir para asegurarme de que no te pasara nada.
– Mentiroso. Querías asegurarte de que no le pasara nada a ese niño.
– Eso también -dijo él, encogiéndose de hombros-. Y Eve jamás me habría perdonado si os hubiera dado la espalda a cualquiera de los dos. Nos encontraremos abajo en quince minutos. Ve a buscar a Michael. Le diré a Campbell que haga algo para ganar tiempo.
Jane subió las escaleras a toda prisa y abrió de golpe la puerta de la habitación de Michael.
– Michael, despierta -dijo, sacudiéndolo suavemente-. Tenemos que irnos.
Michael abrió los ojos adormecidos.
– ¿Mamá? -dijo, y se despejó al ver a Jane-. ¿Mamá está bien?
– Está perfectamente. Acabo de hablar con ella. Pero ahora tenemos que irnos de aquí. -Jane fue hacia el armario y le lanzó unos pantalones vaqueros y una camisa-. Date prisa. Joe ha dicho que tenemos que salir de aquí enseguida.
– ¿Por qué? -Michael empezó a vestirse a toda prisa-. Creí que nos quedaríamos para…
– Yo también lo creía -dijo Jane, mientras metía unas mudas de ropa en la mochila de Michael. Con eso bastaría. Miró por la ventana. Los faros de los coches estaban más cerca. Esperaba que el cálculo de Joe fuera correcto-. Las cosas no han salido así. Si queremos mantener a salvo a tu mamá, tenemos que mantenerte a salvo a ti. Y eso significa que tenemos que hacer lo que tenemos que hacer. -Abrió la puerta y le hizo un gesto con la cabeza-. Venga. Nos vamos de viaje. Joe nos espera.
Michael ya bajaba corriendo por las escaleras.
– ¿En el coche?
Ella iba detrás. Vaya, sí que le costaba seguirle el ritmo, pensó. Había olvidado lo rápido que podía moverse un niño.
– No, no vamos en el coche.
Él volvió la mirada por encima del hombro.
– ¿No? ¿Cómo?
Ella bajó la voz, con un histriónico gesto de complicidad.
– Ya lo verás. Es un túnel secreto. ¿No te parece emocionante?
– ¿De verdad? -preguntó él, con los ojos muy abiertos.
Quizá Michael fuera un niño maduro para su edad, pero era evidente que la perspectiva de lo misterioso lo atraía. Cualquier niño se sentiría intrigado.
– De verdad. Pero tienes que guardar silencio y hacer todo lo que te diga. -Jane miró por la ventana del rellano. Maldita sea, las luces se iban acercando.
Alcanzó a Michael y le cogió de la mano. Abrió la puerta de un tirón. Joe estaba en el patio hablando con Campbell.
– Ya llega el momento -dijo Joe, con voz grave-. Vamos, Campbell. Entretenlos durante al menos cinco minutos. Ruego a Dios que sea suficiente.
Sophie intentó llamar a MacDuff cuatro veces después de intentar comunicarse con Jane.
Él tampoco contestaba. Maldita sea.
– ¿Qué diablos está pasando? -preguntó, y llamó a Jock. Tampoco contestó.
El pánico se apoderó de ella.
– ¿Qué habrá pasado con Michael? Tendría que haberle dicho a Jane que lo sacara de ahí.
– Tranquila -dijo Royd-. MacDuff y Jock deberían llegar en cualquier momento.
– Entonces, ¿por qué nadie contesta? Vaya con la tecnología. -Volvió a llamar a Jane, sosteniendo el móvil con mano temblorosa-. Lo han apagado. No hay buzón de voz. El maldito aparato está apagado.
– Eso no significa que Jane no haya tenido una buena razón para apagarlo.
– Lo sé.
MacDuff entró en el parking del Wal-Mart veinte minutos más tarde y Sophie cruzó la distancia que los separaba antes de que él y Jock bajaran del coche.
– ¿Por qué no ha contestado al móvil? ¿Sabe qué está pasando en el castillo?
– La respuesta a la primera pregunta es que estaba ocupado. Tenía que hacer unas llamadas. La respuesta a la segunda pregunta es que en el castillo no ocurre nada en este momento. -MacDuff abrió la puerta del coche y bajó-. Salvo que hay un buen número de funcionarios muy alterados inspeccionando mi propiedad e intentando encontrar a su hijo.
– No lo encontrarán, Sophie -aseguró Jock con voz serena mientras bajaba del lado del pasajero-. Jane lo ha sacado del castillo y ahora van camino a la pista de aterrizaje en las afueras de Aberdeen.
Sophie sintió que el alivio era tan intenso que la mareaba.
– ¿Has hablado con ella?
– No teníamos alternativa -dijo MacDuff, con una mueca-. En cuanto estuvieron a una distancia segura con el niño me llamó hecha una fiera para reprocharme que me hubiera marchado justo cuando necesitaban ayuda para huir de mi «magnífico castillo». Luego me ordenó que hiciera lo necesario para que pudieran viajar a Atlanta y para asegurarme de que el niño estaba protegido adecuadamente hasta que embarcara.
– ¿Y se ha asegurado?
– Por eso estaba ocupado el teléfono -dijo Jock-. Tuvimos que hacer unas cuantas llamadas y otros tantos arreglos, pero lo conseguimos -explicó, y miró su reloj-. Deberían de estar a punto de embarcar en una hora y media. Me llamarán en cuanto despegue el avión.
– Bien. -Sophie sintió que las piernas le flaqueaban y se apoyó en el coche. Esa hora y media sería una eternidad-. Atlanta. Eso queda muy cerca de aquí. ¿Cree que podría verlo?
– Quizá. Lo pensaremos -dijo Royd, que se acercaba por detrás.
– Quiero verlo. -Sophie lanzó una mirada a Royd-. ¿Crees que seguirá corriendo peligro?
Él no contestó a la pregunta directamente.
– Creo que Franks no se dará por vencido. Sanborne no se lo permitirá. -Se volvió hacia MacDuff-. ¿Os habéis deshecho del cuerpo de Devlin?
El escocés asintió con un gesto de la cabeza.
– Es una de las llamadas que he hecho. Mandarán a los chicos a encargarse de la limpieza.
– ¿Ningún problema?
– Devlin ya tenía un expediente muy abultado antes de que Sanborne lo llevara a Garwood. Están dispuestos a cooperar por ahora. En la CIA se han mostrado muy preocupados al enterarse de lo ocurrido con esos hombres que fueron sometidos a un lavado de cerebro en las instalaciones de Thomas Reilly, donde recluyeron a Jock antes de enviarlo a Garwood. No quieren tener a un montón de hombres bomba deambulando de un lado a otro del país… ¿Por qué quieres que Devlin desaparezca?
– Puede que nos convenga que Sanborne ignore que nos hemos enterado de la existencia de Gorshank.
– ¿Por qué?
– Nos dará un margen de tiempo. Si no nos hemos enterado de lo de Gorshank, no nos hemos enterado de los documentos que he encontrado en su mesa.
– ¿Documentos?
– Planos de una planta depuradora de aguas. -Sonrió-. En una isla llamada San Torrano, frente a la costa de Venezuela.
– Al final, lo has encontrado -murmuró Jock-. Vaya golpe de suerte.
– ¿Sigues con ganas de ir a por Sanborne? -preguntó Royd a MacDuff-. Devlin era tu objetivo, y ha muerto.
– No me gusta que te me hayas adelantado y matado al cabrón -dijo MacDuff, con voz grave-. Ya lo creo que voy a por Sanborne. Mandó a Devlin a matar y mutilar y luego consiguió que la policía de mi propio país se volviera contra mí -dijo, entre dientes-. Y no me agrada que pisoteen mis dominios. Tendrán que mantenerse alejados de las tierras de MacDuff.
– Ahí tienes tu respuesta -dijo Jock, mirando fijo a Royd-. Y sospecho que ya tienes alguna idea acerca de cómo quieres utilizarnos.
– Yo no daría nada por sentado.
– Y una mierda.
Royd se encogió de hombros.
– He tenido una idea, pero tengo que pensármela un momento. Hay unos cuantos elementos que me disuaden.
– ¿Qué elementos? -Cuando Royd no contestó, Jock miró a Sophie un instante y luego asintió lentamente con la cabeza-. De acuerdo. Cuéntanos cuando lo hayas decidido.
– Eso haré. -Royd cogió a Sophie por el codo y la llevó hacia el coche-. Entretanto, mantened informada a Sophie de las noticias sobre Michael.
– Desde luego.
– ¿Qué elementos? -inquirió Sophie-. Deja de ser tan puñeteramente enigmático. Si conoces una manera de llegar hasta Sanborne, dímelo.
– Tengo la intención de contártelo -dijo él, con una mueca-. Como cabrón que soy, de eso no hay ninguna duda -añadió, y le abrió la puerta del coche-. Pero todavía no. Tengo que llamar a Kelly y decirle que llegaremos enseguida. Y luego esperaremos hasta saber que Michael está a salvo.