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Pasaron del otro lado de la capilla hacia las habitaciones privadas de la familia y su séquito más próximo, que estaban situadas más allá de las salas de acceso general.

Había una habitación preparada para ella, con un fuego recién encendido ardiendo en el hogar.

Era la misma habitación donde había nacido y donde había pasado los primeros años de su vida. Apenas había cambiado.

Ante el fuego, había una mesa preparada con comida y vino.

Colgú le señaló una silla con la mano.

– Comamos y, mientras tanto, intentaré explicarte por qué el rey Cathal te mandó venir.

Fidelma así lo hizo. Se daba cuenta de que el viaje había sido largo e incómodo y de que estaba hambrienta.

– ¿Estás seguro de que nuestro primo está demasiado enfermo para verme? -preguntó, todavía dudando ante la comida-. Yo no tengo miedo a la peste amarilla. Durante estos dos últimos años, me he cruzado en su camino muchas veces. Y, si sucumbo, bueno, entonces seguramente será la voluntad de Dios.

Colgú movió la cabeza con desánimo.

– Cathal ya no está en disposición siquiera de reconocerme. Su médico dice que tal vez no pase de esta noche. De hecho, el arrogante Forbassach de Laigin tenía razón. Ahora es mi deber responder a sus exigencias.

Fidelma apretó los labios al entender lo que ello significaba.

– ¿Si Cathal muere esta noche entonces tú serás…?

Se calló, se dio cuenta de que resultaba impropio pronunciar aquel pensamiento mientras su primo mayor seguía con vida.

Sin embargo, Colgú acabó la frase por ella con una risotada amarga.

– ¿Que seré rey de Muman? Sí, eso es exactamente lo que significa.

Los reyes Eóganacht, como todos los reyes y jefes irlandeses, eran elegidos por el derbfhine de sus familias. Al morir un rey, su familia, es decir, los descendientes vivos de la línea masculina de un bisabuelo común, llamado el derbfhine, se reunían en asamblea y votaban a uno de entre ellos que tomaría el trono. De esta manera, los hijos no necesariamente sucedían a los padres. Failbe Fland, el padre de Colgú y Fidelma, había sido rey de Cashel. Había muerto hacía veintiséis años, cuando Fidelma y Colgú apenas eran unos niños. Para poder ejercer un cargo cualquiera en el país, el candidato tenía que estar al menos en la «edad de elegir», que eran los catorce años para una chica y diecisiete para un chico. Los primos de Failbe Fland lo habían sucedido hasta que Cathal mac Cathail había sido elegido rey de Muman hacía tres años.

Era costumbre y ley, también, elegir al presunto heredero, o tánaiste, en vida de un rey. Cuando Cathal se había convertido en rey de Cashel, el hermano de Fidelma, Colgú, había sido elegido su tánaiste.

Así que ahora, si Cathal moría, advirtió entonces Fidelma, su hermano sería rey de Muman, el mayor de los cinco reinos de Éireann.

– Será una gran responsabilidad, hermano -dijo la muchacha, acercándose a él y poniéndole una mano en el hombro.

El dejó ir un suspiro y asintió lentamente con la cabeza.

– Sí; incluso en otras condiciones este cargo conllevaría pesadas responsabilidades Pero éstos son malos tiempos, Fidelma. El reino se enfrenta a muchos problemas. Ninguno mayor que el problema que surgió hace unos días y por el que, cuando no estaba tan enfermo, Cathal decidió hacerle venir. -Hizo una pausa y se encogió de hombros-. Desde que has estado lejos de aquí, hermanita, tu reputación como brehon y abogado de los tribunales se ha extendido. Nos hemos enterado de que has realizado servicios para el Rey Supremo, el rey de Northumbria e incluso el Santo Padre en Roma.

Fidelma hizo un gesto de reprobación.

– Yo estaba en esos lugares en el momento en que mi talento se necesitaba -respondió la muchacha-. Cualquiera con una mente lógica hubiera podido resolver los problemas. No había nada más que eso.

Colgú le sonrió con rapidez.

– Nunca has sido vanidosa, hermana mía.

– Muéstrame una persona vanidosa y yo te mostraré un talento mediocre. Pero ello no nos acerca a la razón por la que me fueron a buscar. ¿Qué tiene esto que ver con Forbassach de Fearna?

– Deja que te lo explique a mi manera. El rey Cathal creía que podrías resolver un misterio que ha amenazado la seguridad del reino. Es más, es una amenaza para la paz de los cinco reinos de Éireann.

– ¿Qué misterio? -instó Fidelma mientras empezaba a servirse de la comida que había preparada.

– ¿Has oído hablar del venerable Dacán?

Fidelma alzó el ceño levemente al reconocer el nombre.

– ¿Y quién no? -respondió con rapidez-. En algunos sitios hablan de él como un santo. Es un maestro y un teólogo de grandísima habilidad. Por supuesto, su hermano es el abad Noé de Fearna, el consejero personal del rey de Laigin y supuestamente tan santo como su hermano. Ambos hermanos son muy respetados y queridos. Se cuentan historias de su sabiduría y caridad en muchos rincones de los cinco reinos.

Colgú asintió con la cabeza lentamente ante el entusiasta recital de Fidelma. Su rostro mostró una expresión de cansancio como si no le gustara lo que estaba oyendo, pero no esperaba menos.

– Me imagino que sabrás que hace poco ha surgido una cierta enemistad entre los reinos de Muman y Laigin…

– He oído que, desde que el anciano rey Fáelán murió por la peste amarilla hace unos meses, el nuevo rey, Fianamail, ha tratado de aumentar su prestigio provocando a Muman -admitió ella.

– ¿Y qué mejor manera de hacer aumentar su prestigio que encontrar una excusa para exigir a Muman el retorno del insignificante reino de Osraige? -preguntó Colgú con amargura.

Fidelma, sorprendida, apretó los labios como si fuera a silbar.

Osraige era un pequeño reino que llevaba tiempo siendo una fuente de hostilidades entre los dos reinos mayores de Muman y Laigin. Se extendía a lo largo de las orillas del río Feoir, de norte a sur. Cientos de años atrás, cuando los reyes de Muman ostentaban la Realeza Suprema sobre los cinco reinos de Éireann, Osraige estaba bajo el tutelaje de los reyes de Laigin. Cuando Edirsceál de Muman se convirtió en Rey Supremo, los hombres de Laigin decidieron asesinarlo para que Nuada Necht de Laigin pudiera apropiarse del trono. El rey fue asesinado y se acabó por descubrir a los culpables. Conaire Mór, el hijo de Edirsceál, se convirtió finalmente en Rey Supremo y él y sus brehons se reunieron para acordar qué precio de honor el reino de Laigin tenía que pagar para compensar a Muman por su acto de infamia. Se decidió que Laigin perdiera el reino de Osraige. En adelante, Osraige formaría parte del reino de Muman y sus reyezuelos pagarían tributo a Cashel y no a Fearna, la capital de Laigin.

Una y otra vez los reyes de Laigin elevaron protestas ante los Reyes Supremos solicitando la devolución de Osraige. Sin embargo, habían pasado seis siglos desde que, en tiempos de Conaire Mór, Osraige había pasado a formar parte de Muman. Cada una de las protestas había sido rechazada por la Gran Asamblea de los brehons de Éireann, que se reunían cada tres años en el palacio real de Tara. Se ratificaba que el castigo y la compensación eran justos.

Fidelma volvió a fijar su mirada en el rostro preocupado de su hermano.

– ¿Seguro que ni siquiera Fianamail, rey tan joven e inexperto, tratará de arrebatar Osraige por la fuerza?