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– Aun así -protestó Barrán-, seguramente cualquier estudioso con una base podría leer el ogham del testamento y descifrar la información.

– Illian era obviamente un hombre literario, pues el testamento estaba cifrado. Yo encontré una varita del testamento en la habitación de Dacán, donde se la había olvidado. El asesino no la vio, pero sólo tengo el extracto de una varilla. Las otras se han destruido.

Se giró y extrajo el trocito de varilla quemada que había sacado del sepulcro la noche anterior.

– Ahora sólo queda este trozo. Dice: «La resolución del honorable determina la adopción de mis hijos».

– Eso es un galimatías -dijo Forbassach echándose a reír.

– No si se conoce la clave y la totalidad del texto. El trocito de varilla que encontré en la habitación de Dacán decía: «Que mi dulce primo se ocupe de mis hijos en la roca de Michael tal como mi honorable primo determine».

– ¡Mayor galimatías! -soltó Forbassach con desprecio.

– Dacán no lo creyó así. Sabía que la roca de Michael era Sceilig Mhichil. Era fácil de saber que el padre superior se llamaba Mel. El significado de ese nombre es «dulce». Mel era, por lo tanto, ¡el dulce primo de Illian!

– Hacéis que la interpretación del rompecabezas parezca fácil -observó el gran brehon.

– Entonces permitidme que vuelva a ella más tarde. Por ahora, es suficiente saber que Dacán descifró el rompecabezas del testamento y escribió un informe al respecto. Sor Grella lo vio e informó a Salbach. Éste envió inmediatamente a Intat a «la roca de Michael». Pero los hijos de Illian ya no estaban allí. Es más, Intat se enteró de que había dos hijos de Illan en aquella roca, pero que se los había llevado un religioso. Ese religioso era un primo del padre Mel.

«Entonces fue cuando Grella volvió a entrar en escena para proporcionar información a Salbach. Grella se había hecho alma amiga de sor Eisten de Rae na Scríne. Eisten, por una de esas casualidades tan frecuentes en la vida, era exactamente la persona a la que habían entregado a los jóvenes hijos de Illian después de sacarlos de Sceilig Mhichil. Los habían enviado a su orfanato en Rae na Scríne. Sor Eisten cometió el mayor error de su vida: reveló la intriga a su alma amiga, sor Grella.

»Grella informó triunfante a Salbach. Éste pensó en tender una trampa e invitó a Eisten y a sus huérfanos a su fortaleza. Una vez que hubiera identificado a los niños a su cargo…; en fin, Eisten acompañó a Grella, pero no se llevó a los niños. Había peste en el pueblo y no quería mover a los niños sin motivo necesario. Esa decisión en realidad salvó la vida de los hijos de Illian, pero supuso el fin del pueblo.

»Salbach, desesperado, ordenó a Intat que fuera a Rae na Scríne y acabara con los niños. El problema era que Intat no tenía manera de identificarlos. Su brutalidad era tal que decidió destruir todo el pueblo. Cuando Cass y yo llegamos, Intat intentó disfrazar la verdadera naturaleza de ese crimen afirmando que había peste en el pueblo y presentándose él y sus hombres como unos aldeanos vecinos atemorizados. Sor Eisten y algunos de los niños sobrevivieron.

»Eisten estaba conmocionada. Yo creía que era por la muerte de la gente y en particular la muerte de un bebé al que ella había intentado salvar. Sin embargo, en realidad estaba conmocionada porque había descubierto la verdadera razón de la matanza. Incluso sabía quién la había traicionado. Me preguntó si un alma amiga podía traicionar la confianza. Yo tenía que haberla escuchado mejor, porque entonces tal vez no la habrían matado. Yo podía haberla salvado. ¿Vais siguiendo los acontecimientos, Salbach?

Salbach apretaba los labios con fuerza. Estaba claramente afectado por lo mucho que Fidelma sabía y veía que era poco lo que podía decir ante su implacable oponente, salvo recurrir a la verdad.

– Tenéis una mente brillante, Fidelma. Sabía que no tenía que subestimaros. Sí, tenéis razón.

– Cuando vinisteis a esta abadía y os encontrasteis con que sor Eisten había sobrevivido con varios niños, no podíais permitir dejarlo pasar. Intat, sin duda bajo vuestras órdenes, se las arregló para atacar por sorpresa a sor Eisten mientras estaba abajo en el puerto. La torturó para averiguar dónde se habían llevado a los hijos de Illian. Ella no contestó, así que la mató y lanzó el cuerpo a las aguas de la bahía.

»Grella os volvió a ofrecer su ayuda cuando descubrió que habían llevado a algunos de los niños de Rae na Scríne al hogar de Molua. Los cuerpos de cuatro religiosos y veinte niños y las ruinas carbonizadas de sus casas son el testimonio mudo de la visita de Intat.

– No voy a negar nada. Pero dejadme que haga constar que mi primo, Scandlan de Osraige, no conocía mis planes de salvaguardar el trono de Osraige para nuestra familia. Tampoco lo sabía Grella. Ella es inocente de la sangre que he derramado.

Fidelma miró a Salbach con una expresión de revulsión no disimulada. Le costaba aceptar que un hombre pudiera admitir la responsabilidad de tales muertes y tal destrucción pero quisiera proteger a otros con un retorcido concepto del honor y del amor. Sin embargo, el mundo era extraño y los seres humanos son las criaturas más extrañas que hay en él.

– ¡Yo no sabía nada de esto! ¡No lo sabía! -sollozaba Grella a gritos.

Fidelma le lanzó una mirada carente de piedad.

– Estabais tan cegada por vuestro amor por Salbach que no habíais pensado en la verdad. Admito que es posible, pero me cuesta creerlo. No os parecía que vuestro amante fuera capaz de ordenar la muerte de niños. Yo creo que en realidad no queríais saber lo que sucedía a vuestro alrededor.

Se oyó un alboroto en una de las puertas. Fidelma sonrió agriamente cuando vio que el asiento de Scandlán estaba vacío. El gran brehon también se había dado cuenta y llamó a un miembro de la fianna y le dio instrucciones en voz baja.

– Vuestro primo no saldrá de esta abadía -dijo Barrán a Salbach.

– ¿Qué importa eso ahora? -dijo Salbach encogiéndose de hombros con elocuencia-. Yo he admitido mi culpabilidad en este asunto. Estoy preparado para presentarme a juicio. Sin duda perderé mis bienes y mi condición de jefe y me enviarán al exilio. Estoy preparado para ello. Procedamos con el juicio inmediatamente.

Forbassach se había levantado de los bancos de Laigin en medio del bullicio que se había alzado. Sonreía picaramente.

– Estamos agradecidos a sor Fidelma por descubrir al culpable. Pero he de advertir que Salbach, como jefe de los Corco Loígde, sigue debiendo su lealtad a Cashel. Lo que está demostrando Fidelma es que la responsabilidad por la muerte de Dacán sigue descansando en Cashel. Nuestra demanda de Osraige como precio de honor sigue siendo válida.

El gran brehon, Barrán, se mostraba serio y grave.

– Eso parece cierto. ¿O es que hay algo más de esta historia que nos queráis contar, sor Fidelma?

– Mucho más -afirmó sardónicamente Fidelma-. Pues yo no estoy acusando a Salbach de la muerte de Dacán. Él sólo es responsable de la matanza de inocentes, de la muerte de aquéllos. Ni él ni Grella mataron al venerable Dacán.

Capítulo XX

Un revuelo se levantó en los bancos de Muman cuando sor Fidelma hizo aquella sorprendente afirmación. Colgú se mantenía impasible. Ya había sido informado del punto con el que Forbassach había de seguir. Ahora miraba sorprendido a su hermana.

– Si Salbach no mató a Dacán -preguntó el gran brehon con aire de exagerada paciencia-, ¿vais a revelar a esta asamblea quién lo hizo?