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– Llegaremos a ello lógicamente -replicó Fidelma-. Primero retrocedamos al día en que, revisando las genealogías aquí, Dacán descubrió el paradero de los herederos de Illian. Ya he dicho que se sentó a escribir una carta a su hermano Noé.

Noé se inclinó hacia adelante y habló rápidamente algo con Forbassach.

El vehemente abogado se volvió a levantar.

– No hay ninguna prueba de que Dacán, aunque estuviera llevando a cabo tal investigación, informara al abad Noé; no hay siquiera una prueba de que se le dijera que informara al abad. En vista de lo cual, esta aserción es una afrenta al abad y a Fianamail de Laigin.

– Impugnaré esto -replicó Fidelma con seguridad-. También he requerido la presencia en esta vista de Assíd de Uí Dego. ¿Está presente?

Un hombre fornido con aspecto de marino se adelantó. Tenía la piel curtida y su cabello tan descolorido por el sol que era imposible discernir su color.

– Yo soy Assíd -anunció casi en tono desafiante-. Me presento ante esta asamblea por orden del gran brehon, pero lo hago a desgana, pues no tengo ninguna intención de causar mal a mi rey.

Se quedó ante el cos-na-dála con los brazos cruzados y mirando fijamente a Fidelma.

– Que así quede anotado -advirtió el gran brehon a su scriptor.

– Que quede también registrado que Assíd es un súbdito leal de Fianamail de Laigin -añadió Fidelma con una leve sonrisa.

– Eso no lo niego -afirmó Assíd con suspicacia.

– ¿Sois el capitán y propietario de un barc costero mercante?

– Tampoco niego eso.

– ¿Durante aproximadamente el último año habéis estado comerciando entre Laigin y las tierras de los Corco Loígde?

– Una vez más, no lo niego.

– ¿Y os alojasteis en la abadía la noche en que murió el venerable Dacán?

– Eso lo sabe todo el mundo.

– Os fuisteis de la abadía el mismo día y navegasteis directamente hacia Laigin. Fuisteis a Fearna e informasteis del asesinato de Dacán a Fianamail y al abad Noé.

Assíd dudó y luego asintió lentamente, intentando deducir hacia dónde se dirigía Fidelma.

– Por eso Laigin pudo actuar con tanta rapidez en este asunto -Fidelma hizo tal afirmación más como una explicación a la asamblea que como una pregunta a Assíd-. Decidnos, Assíd, pues no he tenido tiempo de interrogaros antes, ¿cuáles eran las circunstancias de aquella noche en la abadía? ¿Decidnos cuándo visteis por última vez al venerable Dacán con vida y cuándo os enterasteis de su muerte?

Assíd pareció perder su postura agresiva por un momento y se adelantó para usar la barandilla que tenía delante como apoyo, descargando sobre ella el peso de los hombros.

– Es cierto -empezó diciendo lentamente, dirigiéndose al gran brehon- que yo comerciaba a lo largo de esta costa y había decidido alojarme en Ros Ailithir para descansar en el hostal de la abadía… Allí vi al venerable Dacán…

– A quien saludasteis como si lo conocierais… -interrumpió Fidelma.

Assíd dudó y luego se encogió de hombros.

– ¿Quién no conoce al venerable Dacán en Laigin? -respondió.

– Pero vos lo conocíais más que otros, pues lo saludasteis como si fuera un viejo amigo. Hay un testigo de ello -añadió para que no lo negara.

– Entonces no lo negaré -admitió Assíd.

– ¿Me pregunto por qué os alojasteis en Ros Ailithir? ¿Pura casualidad? No. Hay otros hostales a lo largo de la costa. Incluso os podíais haber hospedado en Cuan Dóir. Sin embargo, fue aquí. Eso me lleva a sospechar que teníais intención de veros con Dacán.

Assíd estaba incómodo. Resultaba obvio que Fidelma tenía razón al suponer aquello.

– Entonces yo me pregunté: ¿por qué ibais a tener una cita a escondidas aquí con Dacán? ¿Nos lo vais a decir o lo explico yo?

Parecía que Assíd intentaba llamar la atención de los que estaban en los bancos de Laigin.

Fidelma se giró hacia la saca que tenía sobre el banco donde se había sentado y extrajo varias vitelas.

– Presento, como prueba, el borrador de una carta escrita por Dacán a su hermano, el abad Noé, informándole de que había descubierto a un heredero de Illian, con palabras que llevan a creer que se le pidió que llevara a cabo tal investigación y también de que posteriormente esperaba alguna acción por parte de su hermano. Por fortuna para nosotros, al escribir este borrador, Dacán derramó tinta por encima. Como era un hombre meticuloso, lo descartó y lo volvió a escribir. Luego se olvidó de destruir ese borrador o, antes de que pudiera hacerlo, se lo robaron. Estaba en posesión de sor Grella y así es cómo podemos demostrar que Dacán actuaba por encargo de su hermano.

Fidelma no se molestó en mirar a los bancos de Laigin, curiosamente se quedaron callados mientras Barrán examinaba la prueba que Fidelma le había entregado.

– ¿Y decís que la carta acabada fue entregada a Assíd? ¿Assíd llevó entonces el informe a Noé? -preguntó Barrán.

Fidelma inclinó la cabeza en señal de afirmación.

El gran brehon se volvió hacia Forbassach, abogado de Laigin, con expresión adusta.

– Forbassach, esta prueba es clara. Y ahora tengo que advertiros. El texto legal, el Din Techtugad, declara que una persona que da falso testimonio pierde su precio de honor. El falso testimonio es una de las tres falsedades que Dios venga con mayor severidad. En este momento, no voy a imponer la multa y le voy a dar tiempo al abad Noé para reflexionar sobre este asunto -volvió a girarse hacia Fidelma.

– Por favor, proceded, hermana.

– ¿Admitís esto que he dicho o lo negáis, Assíd? -exigió Fidelma.

Assíd inclinó la cabeza.

– Admito que vine aquí a recoger un mensaje de Dacán para llevarlo a su hermano Noé. Después de la cena, me encontré con Dacán y me entregó la carta. Intercambiamos algunas palabras acaloradas, pues se negó a revelar su contenido y me hizo jurar que no la abriría. Todavía sigo sin saber lo que decía. Me fui a la cama. Por la mañana me enteré de que Dacán había sido asesinado. El hermano Rumann, que es el administrador de la abadía, me interrogó. Después de comprobar que yo no sabía nada, me dio permiso para marchar. Me fui de la abadía y me dirigí directamente a Laigin con la carta. Informé al abad Noé de lo que había sucedido. Esto es todo lo que tengo que ver con este asunto.

– Algunas preguntas más. ¿Cuándo visteis por última vez a Dacán con vida?

– Justo después de la completa, el último servicio del día. Un poco después de medianoche, diría.

– ¿Dónde lo visteis?

– En su habitación. Fue entonces cuando me entregó la carta.

– ¿Y dónde estaba vuestra habitación?

– En el piso encima del de Dacán.

– ¿Así que no oísteis nada después de dejarlo? ¿A qué hora fue eso?

Assíd frunció el ceño intentando recordar.

– Después de medianoche. Tan sólo oí una cosa más, cuando subía por las escaleras. Oí que Dacán llamaba con la campana a la joven novicia que se ocupaba de nosotros en el hostal. Oí que le pedía que le trajera agua.

– Podéis sentaros, a menos que Forbassach quiera preguntaros algo.

Forbassach había estado hablando apresuradamente con el abad Noé de rostro severo. Contestó que no tenía preguntas que hacer a Assíd.

Fidelma se dirigió entonces al gran brehon.

– Hemos oído que Dacán había localizado con éxito al heredero de Illian. Reveló a su hermano Noé que iba a emprender viaje a Sceilig Mhichil para identificarlo al día siguiente.

– ¿Queréis decir que lo mataron para evitar que hiciera eso? -preguntó Barrán.

– Lo asesinaron porque se temía que hiciera daño al heredero de Illian.