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Fidelma inclinó la cabeza ante la suave ironía del gran brehon.

Barrán miró alternativamente a Fidelma y a Forbassach.

– Abogados de Cashel y Fearna, ¿habéis completado vuestros alegatos y contrarréplicas?

Fidelma dudó un momento y luego habló.

– Yo simplemente recordaría al tribunal lo que he dicho en mi apertura. Dacán, tal como ha sido admitido ahora por su mismo hermano, Noé de Fearna, vino a este reino a descubrir a escondidas el paradero de los hijos de Illian para utilizarlos con propósitos políticos en favor del reino de Laigin. Yo sostengo que este subterfugio hace que Dacán pierda el derecho a reclamación alguna por parte de sus parientes basándose en las leyes de la hospitalidad. La responsabilidad no es del abad de Ros Ailithir, ni en última instancia de Cashel.

«Segundo, va se ha revelado que el verdadero culpable fue Nechtan, hijo de Illian de Osraige, quien mató a Dacán porque creía que su vida, y las vidas de su hermanos menores, estaban en peligro. No es jurisdicción del tribunal dictaminar respecto a su culpabilidad, pero yo añadiría que hay circunstancias atenuantes en el acto de Nechtan.

Fidelma regresó a su asiento y se sentó por primera vez desde que se había levantado para defender la causa de Cashel.

Barrán se dirigió hacia Forbassach para que resumiera su causa y para que refutara aquello con lo que no estaba de acuerdo. El abogado del reino de Laigin había estado inclinado discutiendo con su joven rey y el abad de Fearna de cara pétrea. Se giró y se levantó, hablando con aspecto dubitativo:

– Laigin acepta que Cashel no es responsable de la muerte de Dacán. Pero se ha cometido una muerte y la ley tiene que buscar a un responsable.

Barrán se giró y mantuvo una conversación en voz baja con el Rey Supremo y luego con Ultan de Armagh. Al cabo de un momento se giró y se dirigió a la asamblea.

– La causa presentada a este tribunal era simple. Sor Fidelma nos lo ha recordado. Se trataba de determinar si la responsabilidad por la muerte de Dacán era asunto de Cashel. Si así fuera, la demanda de Laigin era específica. Laigin exigía el reino de Osraige como la suma del precio de honor por Dacán. Las pruebas que hemos oído determinan que esa responsabilidad no recae en Cashel. De manera que la demanda por el precio de honor queda desestimada. Osraige, tal como ha sido durante los últimos seis siglos, sigue debiendo lealtad a Cashel y sus reyes pagarán tributo a Cashel, y no a Fearna.

Una ola de aprobación se elevó cuando se emitió el juicio.

Barrán levantó la mano pidiendo silencio.

– Sin embargo, con el beneplácito del Rey Supremo, creo que hay otros asuntos que debe considerar este tribunal. Hemos escuchado el trágico camino de muerte y destrucción que nos ha traído hasta aquí. Sus raíces se encuentran en el hecho de que la gente de Osraige no considera que la realeza de los Corco Loígde, impuesta por la familia de Ciarán de Saighir, sea la que por justicia les corresponde. Creemos que san Ciarán estableció, equivocadamente, a los Corco Loígde en el trono de Osraige. Ha llegado el momento de que los descendientes de los reyes originarios de Osraige regresen al trono. El rey de Cashel ha de llevar a cabo los pasos necesarios que aseguren que la gente de ese reino de Osraige escoge libremente a quienquiera que desee para gobernar de acuerdo con las leyes de sucesión legítima.

Colgú se levantó con rostro solemne.

– Nada me aflige más que oír lo que ocurre en mi reino. Este derramamiento de sangre inocente no ha de quedar impune. La familia de los Corco Loígde no tiene ya ningún derecho moral para gobernar Osraige. La gente de esta tierra tiene que elegir. Así ha de ser. Juro por mi honor que así será. Lo juro ante este tribunal.

El gran brehon saludó a Colgú con una sonrisa.

– Vuestras palabras han alegrado a nuestro Rey Supremo. Hay otra amonestación que creemos que os toca hacer. Dejaremos que un tribunal de Cashel fije el grado de culpabilidad y la cantidad de la multa y de la compensación para el desafortunado Nechtan. Sin embargo, ya hemos escuchado suficiente en este tribunal para decir que el precio de honor de Dacán se ve empañado por su engañosa tarea en nombre de Laigin. La multa por la muerte de un erudito de la talla de Dacán queda fijada en la ley en siete cumals, que es el valor de veintiuna vacas lecheras. El verdadero precio de honor de un hombre de su rango eclesiástico es de veinte séd, el valor de veinte vacas lecheras. Un total de cuarenta y un séd será la suma que se ha de pagar por quienquiera que sea hallado culpable de su muerte. Sin embargo…

Barrán dirigió la mirada al rey de Laigin.

– Se verá que hay otros culpables en este asunto. Este tribunal ordenará que aquellos que pidieron a Dacán que siguiera con su tarea trastocaron la paz de estos reinos y los amenazaron con una guerra sangrienta. Tienen que compartir la responsabilidad. El precio de honor por un rey de una provincia es de dieciséis cumals y, dado que ese rey ha mancillado su honor, dieciséis cumals han de ser pagados por el rey de Laigin al Rey Supremo.

Fianamail estaba pálido y hosco pero callado.

– Otros siete cumals más ha de ser pagados por Fianamail al rey de Cashel por ensombrecer su honor. Éste es el veredicto del tribunal. ¿Tiene algo que decir Fianamail de Laigin?

El joven rey se levantó dubitativo. Pareció que iba a hablar y luego sacudió la cabeza y se sentó. Susurró algo a su dálaigh.

Forbassach, como abogado, se levantó.

– Laigin acepta la amonestación del tribunal -dijo en voz baja-. «Cedant arma togae…»; que los brazos se rindan a la toga de la ley.

– Así ha de ser -admitió el gran brehon con solemnidad-. El trabajo de esta asamblea ha terminado.

Epílogo

Fidelma estaba sentada con su hermano en el baluarte de las altas murallas de la abadía contemplando la ensenada. La pequeña bahía estaba tranquila y desierta, salvo algunas barca costeras y algunos barcos de pesca. La gran congregación de naves que llevaban al Rey Supremo y su comitiva, el arzobispo de Armagh y a Fianamail de Laigin y su séquito, se habían ido. Incluso el amenazante barco de guerra de Mugrón, que aparecía como una parte inamovible de aquel escenario, había levado ancla y había seguido a la flota de Laigin lejos de las costas de Muman. Lo que quedaba era un paisaje quieto y tranquilo.

– En verdad, Fidelma -Colgú se mostraba más bullicioso y expansivo y ya no parecía tenso o agotado-, has mostrado que tu reputación está justificada.

Fidelma se encogió de hombros con indiferencia.

– No hay nada de que estar satisfecho -replicó-. Si yo no hubiera sido el instrumento de la caída de esta gente malvada, habría sido otra persona. ¿No fue Eurípides el que dijo que la gente malvada por su propia naturaleza no puede nunca prosperar?

Colgú se puso súbitamente solemne.

– Creo que estás pensando más en Salbach que en el joven Nechtan, ¿no es así? Si no hubieras provocado la caída de Salbach en este escenario, creo que mucha gente habría perdido la vida por su maldad. Al menos los Corco Loígde pueden nombrar a un nuevo jefe, uno, confío, con más honor y humanidad que aquél. Y, según creo, quizás Osraige estará más satisfecho con la libertad para elegir a sus gobernantes originarios otra vez. Por lo que a mí respecta, el deshonor de Salbach es igualmente compartido por Scandlán.

Fidelma lo miró con aprobación.

– Eso está bien. Aunque no puedo probarlo, creo que Scandlán de Osraige estaba involucrado en esta conspiración para destruir cualquier oposición a su dinastía. En cuanto al joven Nechtan, si me acepta como abogada, lo defenderé -dijo Fidelma con firmeza-. Era prisionero de sus circunstancias y su miedo era grande.