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– ¿Y eso es bueno? -preguntó ella con escepticismo.

– Sí, claro que es bueno. Lisa, llevamos más de un año separados -prosiguió Oliver con dulzura-, y yo sigo sin acostumbrarme. No he conocido a ninguna mujer que se pueda comparar a ti.

Oliver la miraba con gesto inquisitivo, esperando algún tipo de aliento o aprobación, pero ella no se los dio. El optimismo de Oliver se transformó en nerviosismo.

– A menos que hayas conocido a otro hombre -dijo-. En ese caso desapareceré del mapa y no volveré a molestarte.

Lisa lo miraba con expresión inescrutable. Quiso lanzarle una sonrisilla como diciendo «puede que sí, puede que no». Con eso zanjaría aquella absurda y peligrosa situación. Pero de pronto decidió no hacerlo. Nunca había jugado con Oliver, así que ¿por qué empezar ahora?

– No, Oliver. No he conocido a nadie.

– De acuerdo -asintió con la cabeza, lenta y concienzudamente-. Bueno, no quiero alargarme demasiado. -Hizo una breve pausa y continuó-: Todavía te quiero. Ahora que somos mayores y más maduros… -risita de duda- creo que lo haríamos mejor.

– ¿En serio? -preguntó Lisa con frialdad.

– Sí -respondió él con firmeza-. Y si te interesara, yo estaría dispuesto a venir a vivir a Dublín.

– No haría falta. Vuelvo a Londres a finales de esta semana -murmuró ella.

– Entonces -dijo él con seriedad- la única pregunta es: ¿te interesa?

Hubo un largo y tenso silencio, que Lisa rompió diciendo tímidamente:

– Sí, creo que sí.

– ¿Estás segura?

– Sí. -Se le escapó una risita nerviosa.

– ¡Cariño! -exclamó él fingiéndose indignado-. Entonces ¿por qué me haces sufrir tanto?

– No lo sé. Tenía miedo. Tengo miedo -admitió.

– ¿De qué?

Se encogió de hombros.

– De abrigar esperanzas, supongo. No quería hacerme ilusiones, por si era solo una volada tuya. Tenía que asegurarme de que estabas seguro. La verdad es que te quiero -confesó.

– Entonces no hay nada que temer -prometió él.

– ¿Cómo has madurado tanto? -refunfuñó ella.

Oliver soltó una risotada de las suyas, y de pronto los pensamientos de ella se precipitaron frenéticamente. Sí, ellos estaban en sintonía.

¿Podía considerarse afortunada por aquel giro de los acontecimientos? De pronto comprendió el alcance de aquel golpe de suerte, y la invadió una inmensa felicidad. Se dio cuenta de que no a todo el mundo se le presentaba una oportunidad como aquella, y por una vez apreció el valor del momento.

«Esta vez lo haré bien -se prometió-. Ambos lo harían. Y había algo más, la guinda del pastel, por así decirlo: si Richard Burton y Elizabeth Taylor se habían casado dos veces, ellos también podían hacerlo.» Incapaz de dominar la emoción, empezó a planear mentalmente la segunda boda, un espectáculo fabuloso. Esta vez no se casarían en Las Vegas; no, esta vez lo harían como es debido. Su madre iba a enloquecar de alegría. Y habría un reportaje en la revista ¡Hola!…

– ¡Tranquila, fiera! -exclamo Oliver, como si pudiera adivinar sus pensamientos.

Jack y Ashling paseaban por el muelle. Era una noche de mayo, y todavía no había oscurecido. Iban caminando cogidos del brazo.

– ¿Quieres un toffee? -le preguntó Ashling.

– Y yo que pensaba que nada podía ser mejor.

Ashling metió la mano en su bolso.

– ¿Dónde están? -Sacó una caja de aspirinas y un botellín de jarabe curalotodo antes de encontrar los toffees.

– ¿Todavía llevas todas esas cosas ahí dentro? -preguntó Jack con tristeza-. ¿Las tiritas y todo eso?

– Supongo que es un hábito.

Por primera vez en la vida, Ashling se sintió un poco ridícula por llevar tantos artículos de emergencia en el bolso.

– ¿Por qué no lo tiras? Ahora ya no lo necesitas. Todo ha cambiado.

Ashling lo miró fijamente. Jack tenía razón: todo había cambiado.

– Vale. Lo tiraré cuando lleguemos a casa.

– ¿Por qué no lo haces ahora? Venga, tira el bolso al mar.

– ¿Tirar el bolso al mar? Sí, claro.

– Lo digo en serio. Libérate de tus ataduras.

– ¿Te has vuelto loco? ¿Y mis tarjetas de crédito? ¿Y el bolso?

– Coge las tarjetas de crédito. Yo te compraré un bolso nuevo. Te lo prometo.

– Dios mío, lo dices en serio.

Ashling lo miró entre cautelosa y emocionada. La idea resultaba extrañamente tentadora, aunque por otra parte le producía cierto vértigo.

– Tíralo todo -insistió él, risueño.

– No puedo.

– Claro que puedes.

«¿Podía?»

– Si fuera el bolso de piel de pitón ni siquiera me lo plantearía -dijo para ganar tiempo.

– Pero no lo es. Es un bolso viejo sin ningún valor -replicó Jack-. Y el asa se está rompiendo. Te compraré otro. ¡Venga! ¡Atrévete!

El simbolismo del acto era tentador. Pero aun así, tirar al mar un bolso lleno de cosas que necesitaba… Pero ¿las necesitaba verdaderamente? Quizá no… La imagen se fue perfilando, haciéndose posible, probable.

– ¡De acuerdo! ¡Lo tiro! Sujeta esto. -Le dio la cartera, el móvil, el paquete de tabaco y la bolsa de toffees-. ¡No puedo creer que lo esté haciendo! -gritó, llena de júbilo, e hizo girar el bolso con el brazo extendido. Una vuelta. Dos. Y entonces, aterrada y exultante, lo soltó.

El bolso salió despedido describiendo un arco contra el cielo, cargado de imperdibles, tiritas y bolígrafos. Luego inició el descenso y cayó al mar, donde el agua lo recibió con un pequeño chapuzón.

Marian Keyes

Marian Keyes está considerada un fenómeno dela industria editorial. Aunque ella no comenzó a escribir hasta hace diez años, ella es ahora una de las novelistas irlandesas más aceptados de todos los tiempos. Ella se describe como ` una novelista accidental. ` Aunque ella fue criada en una casa donde se narraban muchos cuentos oralmente, nunca se le ocurrió que ella podría escribir. En cambio estudió leyes y contabilidad y finalmente comenzó a escribir historias cortas en 1993 ` como por arte de magia. ` Aunque ella no tuviera ninguna intención alguna vez escribir una novela (` Esto tomaría demasiado tiempo `) ella envió sus historias cortas a un editor, con una carta en la que dice que había comenzado el trabajo para una novela. Los editores contestaron, pidiendo ver la novela, y una vez que el pánico había disminuido, ella comenzó a escribir el que, posteriormente, sería su primer libro Claire se queda sóla. Fue publicado en Irlanda en 1995, donde obtuvo de inmediato un éxito asombroso. Su estilo conversacional y el humor caprichoso irlandés apelaron a todos los grupos de edad, y este éxito se extendió a Gran Bretaña cuando Claire se queda sóla fue escogido como uno de los libros de los premios talento joven. Otros países pubicaron su libro (el más importante, EU en 1997) y Marian en este momento ha publicado en treinta y nueve países en veintinueve lenguas diferentes, los más exóticos de los cuales son el japonés y el hebreo. Hasta el momento, la mujer que dijo nunca escribiría una novela ha publicado siete: Claire se queda sóla, Lucy Sullivan se casa, Rachel se va de viaje, Por los pelos, Sushi para principiantes, Angels y Maggie ve la luz, todos bestsellers en el mundo entero, un total de nueve milllion de sus libros haN sido vendido hasta el momento. Estos libros nos muestran una forma de vida con dolencias modernas, incluyendo la depresión y las enfermedades graves, pero siempre escrito con compasión, humor y esperanza

Ella nació en el Límeric en 1963, y se crió en Cavan, Corcho, Galway y Dublín, ella pasó sus veinte años en Londres, pero ahora vive en Dún Laoghaire con su marido Tony. Ella incluye entre sus aficiones, lectura, películas, zapatos, bolsos y M`Ms…

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