– No sé si puedo hacerlo -susurró ella mirando el paquete-. No han pasado diez horas.
Aidan soltó una carcajada.
– Eso será cuando terminemos.
A Lily, dos horas haciendo el amor no le parecían suficientes. Se tomó su tiempo para ponerle el preservativo. Cuando hubo terminado, Aidan la colocó debajo de él y la penetró lentamente, mordiéndose el labio inferior mientras se hundía en el cálido cuerpo de Lily. Aidan lanzó un gemido desgarrado. Cuando ella produjo el mismo sonido, él se detuvo en seco. Cuando Lily lo miró, vio que todo estaba bien. De hecho, ella se movió un poco más para que Aidan la penetrara más profundamente.
Durante un largo tiempo, no se movieron. Simplemente se miraron. Aidan acariciaba suavemente el rostro de Lily. No creía haber sentido antes un vínculo tan profundo con una mujer. ¿Cómo era posible? Casi no la conocía.
Estuvieron jugando a esa lenta seducción durante mucho tiempo. Aidan se movía dentro de ella y luego se detenía para explorar el cuerpo de Lily con labios y manos. Se sentía muy sorprendido por lo mucho que estaba sintiendo. De hecho, con cada postura nueva que probaban la necesidad era más aguda y Lily se mostraba más impaciente.
Se colocó de rodillas entre las piernas de ella moviéndose lenta y suavemente dentro de ella. Lily se agarró con fuerza a las sábanas. Cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, él aminoraba la marcha, pero no tardó mucho en alcanzar el punto en el que le resultó ya imposible volver atrás. Aidan supo que ella estaba lista cuando sintió que se tensaba. Entonces, un segundo más tarde, gritó de placer y se disolvió en gozosos espasmos.
Las sensaciones eran tan exquisitas, que Aidan se dejó llevar. Se rindió a las sensaciones que estaba experimentando al sentir el cuerpo de Lily vibrando contra el suyo. Había tardado tanto en experimentar ese orgasmo que pareció durar una eternidad.
Cuando logró recuperar el pensamiento racional, abrió los ojos. Ella lo miraba con una sonrisa de satisfacción en los hermosos labios.
Aidan se mesó el cabello con las manos y sonrió.
– ¿Qué?
– No me puedo creer que lo hayamos hecho de verdad -dijo ella-. Casi esperaba que un meteorito cayera por el tejado.
– Yo creo que sentí que la tierra se movía un poco.
Lily levantó las manos y le trazó el labio inferior con la yema del dedo.
– ¿Sólo un poco?
– Está bien. Las placas tectónicas se movieron.
– Las placas tectónicas sólo se mueven de diez a cuarenta milímetros al año -comentó ella-, pero hay terremotos, claro está. Sin duda, tú has sido un terremoto.
– ¿Cómo es que sabes todos esos datos?
– No sé. Recuerdo todo lo que leo. Cuando era más joven, no leía libros, los devoraba. Cada pocos días, tenía que ir a la biblioteca para llevarme a casa un montón de volúmenes para leer. Me encerraba en mi habitación y me escapaba a todos esos mundos maravillosos.
De repente, la última de las barreras tras las que Lily se protegía desapareció. Lo vio en sus ojos. Una vulnerabilidad completa. Era precisamente lo que quería de ella, aunque le asustaba un poco.
– Eso es lo que yo siento con mis películas -dijo Aidan-. Cuando iba al cine, todo era posible. La vida era una aventura. Yo siempre pensé que sería genial estar a cargo de crear mundos nuevos sobre la pantalla de cine, hacer que mi imaginación se hiciera realidad. A mis padres les encantaba el cine, íbamos una vez a la semana todos juntos.
– Eso suena muy agradable. Debes de tener unos recuerdos muy bonitos. Mis padres nunca hacían nada conmigo. Yo sólo… bueno, estaba allí, en la barrera, observando sus vidas. Según creo, una familia debe girar en torno a los hijos, ¿no?
– ¿Estaban divorciados? -preguntó Aidan.
Lily no dudó. Lo que había ocurrido entre ellos había sido muy íntimo. Se sentía dispuesta a confiar en él.
– No es una historia feliz -dijo-. Se divorciaron cuando yo tenía trece años. Mi padre se marchó a Francia, donde compró un viñedo. Mi madre estuvo con una larga serie de millonarios italianos y vive… bueno, vive en muchos lugares diferentes, pero principalmente en un palazzo a las afueras de Milán.
– Vivir en Europa debió de ser una experiencia muy interesante.
– Yo no viví con ninguno de ellos después de que se divorciaran. Me quedé en California terminando mis estudios. Me fui a vivir con mi madrina. Cuando llegó el verano, los dos estaban demasiado ocupados para hacerse cargo de mí, por lo que permanecí donde estaba. Después de eso, supongo que se dieron cuenta de que yo era más feliz sin ellos.
Aidan lo sintió profundamente por Lily. Él había crecido en un hogar muy feliz.
– Lo siento. No tenemos que hablar sobre esto si no quieres.
– No. Está bien. Yo jamás he hablado nunca al respecto.
– ¿Tienes hermanos?
– No. Era hija única. Más o menos, era un accesorio en el matrimonio de mis padres. Mi madre era actriz y mi padre director de cine. Supongo que pensaron que sería buena publicidad tener un hijo, ya sabes, un bebé con el que se les pudiera fotografiar. Supongo que tengo suerte de que no se decidieran por un perro porque, si no, yo no estaría aquí.
– Hart… ¿Se llamaba tu padre Jackson Hart?
– Sí. Es él. Mi querido papá.
– En ese caso, tu madre debe de ser…
– Serena Frasier.
Aidan contuvo la respiración.
– Dios mío, Lily. Eres igual que ella. Hay algo en ti que me resultaba muy familiar y debía de ser eso. Tu madre era una mujer muy hermosa.
– Y lo sigue siendo. Te sorprendería ver cómo el hecho de tener un marido rico la ayuda a mantenerse joven.
– Tu padre era un gran director. Estudiamos su película Senda de papel en la facultad.
– Todo el mundo adoraba a mis padres -dijo ella-, en especial la prensa. Todas sus aventuras, sus peleas, sus reconciliaciones. Yo estaba en medio de todo eso. Tenía un asiento de primera fila.
– Y sobreviviste -comentó Aidan, estrechándola un poco más entre sus brazos. Deseó profundamente borrar el dolor que había notado en sus palabras con sus caricias, pero sabía que no podría-. Eres una mujer muy fuerte, Lily.
– No. No tanto…
Se acurrucó contra el pecho de Aidan y no tardó en quedarse dormida. Aidan siguió despierto. Las preguntas le impedían conciliar el sueño.
Había vivido en Los Ángeles el tiempo suficiente para saber que una relación en el mundo del espectáculo era casi imposible. Nadie duraba, al contrario de lo que les había ocurrido a sus padres. Aidan había dado por sentado que él jamás tendría una relación así, una relación que durara toda la vida. Sin embargo, tal vez había alguien en el mundo que le pertenecía, alguien tan perfecto que, simplemente, encajaran.
Ocultó el rostro en el cabello de Lily y respiró profundamente. Lily parecía encajar a la perfección. Sin embargo, venía acompañada de una historia que le hacía tener una profunda cautela sobre las relaciones a largo plazo.
Miró al techo de la casa y decidió que era una locura. Sólo hacía veinticuatro horas que conocía a Lily. ¿Cómo era posible que ya estuviera pensando en un futuro con ella?
Cerró los ojos y trató de relajarse. No tenía que decidir nada aquella noche. Le quedaba una semana al lado de Lily, siete días para decidir por qué la encontraba tan fascinante. Y para ello, pensaba emplear cada minuto de cada día en averiguarlo.
Capítulo 5
Lily se frotó los ojos. Llevaba bastante tiempo mirando la pantalla del ordenador. Estiró los brazos por encima de la cabeza y trató de despertarse. Le resultó imposible sin café.
Se había despertado hacía más de una hora en la cama de Aidan. Como le había resultado imposible volver a dormirse, había decidido levantarse. Además, no estaba segura del protocolo. Aidan le había dicho que jamás pasaba la noche con sus amantes y ella no quería que se sintiera incómodo. Por eso, se levantó de la cama.