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– Oh, sí -dijo ella con una risa forzada-. Una gran personalidad le reporta a una chica más hombres que un rostro y un cuerpo hermosos.

– Basta ya.

– No, tú eres el que tienes que evitar esa clase de comentarios. ¿No te parece que resulta bastante condescendiente que finjas que pertenezco a la misma categoría que esa mujer?

Lily tragó saliva. Le había resultado muy fácil creerse su fantasía, pero la verdad de todo el asunto era que Aidan podía elegir a las mujeres con las que quería estar. Ella sólo era con la que se estaba acostando en aquel momento hasta que apareciera alguien mejor. Podría soportarlo mientras él fuera sincero.

Se había prometido que no importaba, que cuando todo terminara se sentiría más que satisfecha y que seguiría con su vida, pero ya no podía soportar el hecho de pensar que Aidan se terminaría marchando con otra mujer, más hermosa y más segura de sí misma.

Él le tomó la mano y tiró de ella hasta que encontró un lugar tranquilo en el que pudieran hablar sin llamar la atención del resto de los peatones.

– Escúchame, Lily -le dijo él con voz tranquila y sosegada-. Si quisiera estar con una mujer como ésa, lo estaría. Quiero estar contigo. Estoy contigo. Fin de la historia. Ahora, ¿podemos seguir divirtiéndonos como antes y olvidarnos de esa mujer?

Lily lo miró a los ojos y vio que Aidan tenía la verdad escrita en ellos. No obstante, su instinto le decía que no confiara en él porque terminaría haciéndole daño. Estaba convencida de que sería así.

– Lo siento -dijo por fin-. Estoy cansada. Últimamente no hemos dormido mucho y esta mañana me he levantado muy temprano.

Aidan le acarició suavemente la mejilla y la besó.

– Tal vez deberíamos ir a comprar esa pizza y regresar a casa -sugirió él.

Lily asintió. Resultaba más sencillo fingir que todo iba bien, aunque sabía que sus posibilidades de mantener a su lado a un hombre como él eran, como mucho, escasas.

Tarde o temprano, él se daría cuenta de que sólo era una chica corriente. Todo lo que encontraba tan encantador o cautivador sobre ella se diluiría y comenzaría a preguntarse por qué se había sentido atraído por ella. Lo que había entre ellos era tan sólo una aventura de vacaciones. Todo el mundo sabía lo que ocurría con esa clase de relaciones. Terminan con el final de las vacaciones.

Capítulo 6

– ¿Señorita Lily? ¿Señorita Lily?

Lily se dio la vuelta en la cama y se tapó un poco más con la manta. Trataba de volverse a dormir, pero un incesante ruido en la puerta se lo impedía. Abrió un ojo y vio que el sol ya entraba por las puertas de la casa de la piscina.

– ¿Señorita Lily?

Se incorporó un poco y miró al otro lado de la cama. Aidan ya se había levantado y se había marchado.

– Estoy despierta -le dijo a Luisa-. Entra.

Luisa entró corriendo en la estancia con un teléfono inalámbrico en la mano.

– Siento molestarla, señorita Lily, pero es la señorita Miranda. Ha dicho que era una emergencia.

Lily miró el reloj. Eran sólo las siete de la mañana en Los Ángeles, demasiado temprano para que Miranda se hubiera levantado de la cama. Un escalofrío le recorrió la espalda.

– ¿Qué clase de emergencia? -preguntó mientras extendía la mano para agarrar el teléfono.

– No me lo ha dicho -respondió Luisa.

Lily se puso el teléfono al oído.

– Miranda, ¿qué es lo que ocurre? ¿Te encuentras bien? ¿Dónde estás?

– ¿Lo has visto esta mañana? Rachel me acaba de llamar y me ha dicho que los libreros de la costa este se están volviendo locos tratando de pedir más ejemplares de tu libro.

– ¿Cómo dices? -preguntó Lily, frotándose los ojos-. Miranda, ¿cuál es la emergencia?

– ¡Tu libro! Esta mañana estaban hablando de él en Talk to me, ya sabes ese programa que yo odio porque lo presentan unas mujeres que siempre están quejándose. Bueno, estaban hablando de tu libro. Los libreros están aceptando pedidos que no pueden entregar y no hacen más que perseguir a las distribuidoras. Es una locura. Rachel, la que se ocupa de la publicidad de la editorial, me ha llamado esta mañana y me ha dicho que quieren capitalizar esto. Necesitan que vayas a Talk to me.

– Yo… yo no puedo salir en televisión -dijo, casi sin comprender-. Tal vez podría firmar algunos libros, pero nada más. En cuanto me vean, se darán cuenta de que yo no he escrito ese libro.

– Pero sí que lo has escrito.

– Lo sé, lo sé, pero, ¿no te parece que es mucho mejor mantener mi identidad en secreto? Además, yo no quería escribir un libro sobre sexo, Miranda. Eso fue idea tuya.

– Lily, si le das publicidad a este libro, querrán comprarte otro y luego otro más. Les gusta que los autores ayuden a vender sus propios libros. ¿Por qué te crees tú que yo me paso seis meses al año en la carretera?

– ¿De verdad crees que debería hacerlo?

– Pues claro que sí. Rachel va a llamarte más tarde. Va a tomar un tren para ir a verte y preparar un plan contigo. Quieren que salgas en ese programa la semana que viene. Cómprate algo bonito. Yo voy a concertar una cita en tu nombre en el salón de belleza al que yo voy. Te arreglarán el cabello, te harán una limpieza de cutis y la manicura.

– Sí y, de paso, también me darán una personalidad nueva.

– Dile a Aidan que te ayude. Él se ha ocupado de conseguir que actrices de tercera realicen interpretaciones sorprendentes. Tal vez pueda ayudarte, es decir, si sigue ahí contigo…

– Sí, Miranda, sigue aquí.

– ¿Está contigo ahora mismo? -le preguntó-. No me respondas. Le preguntaré a Luisa qué es lo que está pasando. Ella es mucho más prolija con los detalles. Me ha dicho que duermes con él en la casa de la piscina. Cariño, tú puedes dormir en la casa. A mí no me importa y…

– Adiós, Miranda.

– Llámame más tarde y cuéntame lo que te haya dicho Rachel. Quiero saber exactamente lo que tienen planeado para ti. No dejes que te concierten demasiadas citas, y ni siquiera consideres los programas de segunda y tercera categoría. Además, ponte lo que quieras, pero no vayas de blanco. Te hará parecer una ballena.

– Miranda, sé lo que tengo que hacer. Llevo años coordinando tu publicidad junto a Rachel.

– Es cierto… Bueno, no hagas nada que yo no haría.

Lily colgó el teléfono y lo arrojó sobre la cama. Entonces, volvió a tumbarse. ¿Qué iba a hacer? Una cosa era haber escrito el libro y otra muy distinta defenderlo. Sí, efectivamente creía en todo lo que había escrito. Las mujeres deberían tener el poder de conseguir lo que desean sexualmente de los hombres, del mismo modo que los hombres llevaban años haciéndolo. Sin embargo, su única experiencia se reducía al encuentro con Aidan en el servicio del avión.

Recordó la tarde anterior, cuando se encontraron con Brooke.

– Ella sabría lo que hacer -musitó. Con su magnífico aspecto, a Brooke Farris seguramente le encantaba ir a los programas de televisión casi tanto como acostarse con Aidan-. Tal vez debería contratarla para que representara el papel de Lacey St. Claire. Eso resolvería todos mis problemas.

– ¿Va todo bien?

Era Aidan. Se acercó a la cama. Iba vestido con pantalones cortos y zapatillas deportivas. Estaba bebiéndose un vaso de zumo de naranja. Su cuerpo relucía con el brillo del sudor.

– No.

– Luisa me ha contado que Miranda ha llamado con una emergencia. ¿Tienes que regresar a Los Ángeles?

– No. A ella no le pasa nada. Me ocurre a mí.

– ¿Qué es lo que pasa? -quiso saber Aidan. Se sentó en la cama y la miró fijamente.

– Se ha estado hablado de mi libro en un programa muy popular de esta mañana y los libreros andan desesperados para obtener más copias. Mi editorial quiere que empiece a hacer publicidad.