Se levantó de la cama, se dirigió a la cocina y sacó una cerveza del frigorífico. Entonces, tomó el guión que se había llevado de Los Ángeles y trató de concentrarse en él, pero no hacía más que leer la misma página una y otra vez. No hacía más que pensar en Lily. Quería comprobar que estaba bien, pero le parecía mal molestarla. Debía recordar que tan sólo era un invitado en aquella casa. Como novio, podría tener más derecho, pero no tenía ningún título oficial en la vida de Lily.
Al menos era su amigo y conocía perfectamente el mundo de la publicidad. Decidió que podría ofrecerle sus consejos. Algo más tranquilo por estos pensamientos, salió a la piscina y se encontró allí a Lily, de pie junto al agua. Parecía perdida en sus pensamientos, tanto que no lo oyó acercarse.
– Hola. ¿Ya has terminado?
– No. Aún tenemos que revisar muchas cosas. Simplemente está llamando a su despacho para recoger los mensajes.
– ¿Cómo va?
– Considerando que odio volar, no le estoy poniendo las cosas muy fáciles. Estaba pensando que deberían ponerme uno de esos autobuses para recorrer todo el país en él.
– ¿Cuándo crees que vas a terminar?
– No lo sé. Lo siento. No creía que fuéramos a tardar tanto. Aún no hemos cenado. Luisa dejó algunas cosas en el frigorífico. Tal vez podrías ir al pueblo a comprar algo.
– No hay problema. Puedo esperar. Además, no necesito que me entretengas -susurró. Le rodeó la cintura con el brazo-, aunque me gusta que lo hagas.
– ¿Por qué no te vas a esa fiesta? -le sugirió ella evitando sus caricias-. Allí habrá personas que conozcas. Diviértete. Yo estaré aquí cuando regreses.
– Esas fiestas jamás son divertidas, Lily. Además, allí no hay nadie a quien yo quiera ver. Lo único que deseo está aquí.
– ¿Pero no es bueno relacionarte con la gente del cine?
Lily parecía decidida a librarse de él. Considerando que aún no tenía otra película, tal vez no sería tan mala idea acudir. No estaba en el punto de su carrera en el que se pudiera permitir rechazar una invitación a una fiesta de Jack Simons. Cuando estaba con Lily, le resultaba fácil olvidar que tenía una profesión.
– Iré si tú me acompañas.
– No puedo.
– Iremos juntos, cuando hayas terminado. Eh, ir a una fiesta así será un buen entrenamiento para ti. Si eres capaz de entablar conversación con un montón de personas que sólo piensan en sí mismas, podrás hablar con cualquiera. Además, la comida es siempre buena.
Para su sorpresa, Lily comenzó a considerar su sugerencia. Entonces, asintió.
– Está bien. ¿Por qué no vas tú primero? Yo me puedo reunir contigo cuando haya terminado. Llévate el todoterreno.
– ¿Y cómo vas a ir tú?
– Luisa sigue aquí. Haré que me lleve.
Aidan extendió las manos y frotó suavemente los brazos de Lily. La miró a los ojos. ¿Por qué estaba haciendo eso? Era casi como si lo estuviera alejando de su lado aposta, como si quisiera devolverlo al mundo que había dejado en Los Ángeles. ¿Se trataría de una prueba para ver si quería pasar la noche con Brooke en vez de con ella o simplemente le estaba dando algo que hacer con su tiempo?
– ¿Me prometes que vendrás?
– Te lo prometo.
Aidan observó atentamente el rostro de Lily para tratar de comprender sus sentimientos.
– No deseo a esa mujer. Quiero que quede claro si te estás comportando así por eso.
– Lo sé.
– Entonces, ¿a qué viene todo esto, Lily? Sé que te preocupa algo. Puedes ser sincera conmigo.
Lily se dio la vuelta y recorrió el borde de la piscina observando las aguas como si éstas contuvieran la respuesta.
– Me gustas -dijo por fin-. Eso es algo muy peligroso porque me hace desear pasar más tiempo contigo. Sin embargo, cuanto más tiempo estoy contigo, más me gustas.
– Así suele ocurrir habitualmente. ¿Qué tiene eso de malo?
– Cuando nos separemos, voy a echarte mucho de menos.
– ¿Y qué quieres hacer al respecto, Lily? -le preguntó Aidan acercándose a ella-. Tal vez deberíamos realizar un plan.
– Tal vez simplemente deberíamos dejarlo estar. Los dos sabemos cómo va a terminar esto. Tú tendrás que irte a grabar y yo estaré en Los Ángeles, y nos daremos cuenta de que ya no es tan bueno como lo era al principio. Jamás será tan bueno como esta semana aquí.
Aidan sabía que probablemente ella tenía razón, pero quería creer que, algún día, eso podría cambiar. Quería creer que Lily podría ser la elegida de su corazón, pero, si no lo creía, ¿cómo iba a poder convertirse en realidad?
– Creo que iré a esa fiesta.
Si Lily estaba tan decidida a construir un muro entre ellos, ¿por qué iba él a empeñarse en derribarlo? No necesitaba complicaciones en su vida. Resultaría mucho más fácil aceptar su relación como algo que tendría un principio y un final.
– Bien.
– ¿Sabes cómo llegar allí?
– Estuve en una fiesta benéfica en esa casa hace algunos veranos. Sé dónde está. Luisa me dejará de camino a su casa.
Las palabras no importaban. No esperaba que Lily se presentara en la fiesta. Estaba seguro de que, cuando regresara a la casa por la noche, ella le presentaría alguna excusa para justificar su ausencia. Tal vez incluso encontrara alguna razón para dormir en su propia cama aquella noche. Si ocurría así, Aidan empezaría a pensar en marcharse. Sentía que las cosas empezaban a ir mal y no sabía cómo impedirlo.
– Es mejor que regrese a la reunión. Hasta luego.
Aidan estaba cansado de evitar hablar de lo que, evidentemente, era un problema. Le agarró la mano y tiró de ella para tomarla entre sus brazos. La besó asegurándose de que ella sabía exactamente lo que sentía. Le moldeó la boca con la suya, ayudándose con los profundos movimientos de la lengua.
Así era como deberían ser siempre las cosas entre ellos. Una atracción tan profunda que ninguno de los dos pudiera negarla.
– Hagas lo que hagas, recuerda esto -murmuró-. Recuerda lo que se siente.
La soltó. Ella lo miraba con los ojos como platos. Entonces, Aidan se dio la vuelta y regresó a la casa de la piscina. Le tocaba mover ficha a ella. Si no reaccionaba, al menos Aidan sabría qué terreno pisaba. Si lo hacía, aún tendrían una oportunidad.
Lily había estado en casa de Jack Simons en otra ocasión en compañía de Miranda. Aunque su madrina siempre había tratado de conseguir que formara parte de la conversación, ella había preferido permanecer al margen y observar.
Resultaba mucho más fácil ser ella misma cuando no tenía que esforzarse por parecer interesante. Tal vez era lo único que le quedaba de una infancia en la barrera, observando. Al menos tenía mucho material para su novela. Podría ser que lograra encontrar más inspiración en aquella fiesta.
– ¿Qué tal estoy?
– Preciosa -le dijo Luisa-. Yo siempre he pensado que eras muy hermosa, Lily, y siempre me he preguntado también si tú terminarías dándote cuenta tú sola.
Se miró el vestido que llevaba puesto. Se lo había tomado prestado a Miranda. Se trataba de un vestido de seda salvaje, sin mangas, de color cobrizo. Lo acompañaba con un grueso collar con pendientes a juego que sabía que le habían costado una pequeña fortuna a Miranda en Bloomingdale's. Lo único que llevaba suyo eran las sandalias.
Tragó saliva. ¿Por qué había accedido a ir a aquella fiesta? Aidan quería que estuviera presente y, además, quería demostrarle a Brooke Farris que Aidan la había elegido a ella. Además, Jack Simons era amigo de Miranda y tenía que hacerlo por sí misma… y por Lacey St. Claire. Durante los próximos meses tendría que tratar con desconocidos. Si no conseguía relacionarse fuera del ambiente en el que se encontraba cómoda, jamás conseguiría que su libro tuviera un gran éxito. A pesar de todo, no dejaba de sentir una extraña sensación en el estómago, como de náusea.