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– Tú has olvidado. Yo lo viví todo.

– Ese matrimonio tuvo una cosa muy buena. Te tuvieron a ti. Por lo tanto, no podemos decir que su unión fuera un fracaso absoluto.

– ¿Estuvieron alguna vez enamorados?

– Por supuesto, pero tu madre era joven y muy idealista. Tu padre estaba acostumbrado a tener a todas las mujeres que quería. Tú no tienes que cometer los mismos errores. Aquélla fue su vida. Tú necesitas vivir la tuya propia.

– ¿Cuándo vas a venir aquí?

– Dentro de unos pocos días.

– ¿Podrías venir pronto? Esta misma noche. Yo podría recogerte en el aeropuerto. Aquí todo está listo. Me gustaría pasar unos días contigo antes de empezar con la promoción de mi libro.

– Yo podría ayudarte a prepararte para tu aparición en televisión.

– Te lo agradecería mucho. Bueno, ahora te dejo. Llámame y dime cuál es tu número de vuelo.

– Dile lo que sientes, Lily. No dejes que se marche sin saberlo.

– Yo no sé lo que siento.

– Claro que lo sabes. Simplemente tienes miedo a admitirlo.

Se produjo una pausa entre ellas.

– Te quiero mucho, Miranda. Creo que nunca te he dicho lo agradecida que te estoy por todo lo que has hecho por mí a lo largo de los años. Tú eres la madre que yo debería haber tenido.

– Yo también te quiero, Lily. Que duermas bien…

Cuando colgó el teléfono, Lily cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Entonces, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas. Se las secó rápidamente para tratar de controlar sus sentimientos. Al final, decidió que era mejor dejarse llevar por el llanto. Llorar por todo lo que le había hecho daño a lo largo de los años. Cuando terminó, se sintió completamente agotada.

Se volvió a meter de nuevo en la cama con Aidan. Pensó que podría dormir un poco más, pero, al verlo, le acarició el hermoso rostro con una mano y lo besó. Él se despertó lentamente. De inmediato, se percató de que ella estaba completamente desnuda a su lado.

Le deslizó la mano por la cintura y la estrechó contra su cuerpo. Sin mediar palabra, le devolvió el beso. Lily cerró los ojos y se dejó flotar en la oleada de deseo que la envolvía. Las manos de Aidan exploraron su cuerpo y la boca comenzó a estimular lugares que sólo él conocía.

– Hazme el amor -murmuró ella-. Hazme el amor…

Cuando Aidan la penetró, Lily se sintió plena. Su vida estaba al lado de aquel hombre. ¿Sería valiente y se aferraría a la felicidad que había encontrado o dejaría que su miedo a verse abandonada destruyera toda posibilidad de una vida junto a Aidan?

* * *

Él no necesitó reloj para despertarse. No había logrado conciliar el sueño desde que Lily lo despertó con sus besos. Le había hecho el amor, tratando desesperadamente de huir de lo que ambos sabían que les esperaba.

Tenía su equipaje preparado, esperándolo junto a la puerta principal. Su taxi iba a venir a recogerlo en pocos minutos. Se había pasado la última media hora tratando de decidir si despertar a Lily para despedirse de ella o dejar que durmiera. No estaba seguro de lo que debía esperar de ella.

Deseaba que ella llorara y le suplicara que se quedara, que le confesara los sentimientos que albergaba hacia él. Sabía que si ella reaccionaba así, se sentiría perdido. Si por el contrario se limitaba a besarlo y decirle adiós, el dolor sería aún más insoportable.

Desde el principio, los dos habían fingido que lo que compartían era simplemente un deseo físico, sin sentimientos. Sin embargo, no se podía negar que él le había tomado a Lily mucho cariño. Más que eso. Aunque no supiera lo que era el amor, diría que se parecía bastante a lo que él sentía.

Habían pasado seis días juntos. ¿Cómo iba a ser eso tiempo suficiente para enamorarse? Aunque las películas siempre habían popularizado el amor a primera vista, Aidan no creía que existiera. El amor llevaba tiempo, esfuerzo, era un sentimiento que había que alimentar.

Al menos, habían hablado del futuro. Se volverían a ver al cabo de tres semanas. Tal vez después de pasar un tiempo separado de ella, podría manejar mejor sus sentimientos. Quería estar completamente seguro antes de decir nada.

Le dio un beso en la frente y se levantó de la cama. Comenzó a vestirse. Las primeras luces de la mañana comenzaron a iluminar la habitación. Miró de nuevo el reloj, contando mentalmente los minutos que faltaban para marcharse. Se miró en el espejo que había encima de la cómoda y se peinó el cabello con los dedos. Cuando encontró los zapatos, supo que por fin estaba listo. Sin embargo, decidió que le dejaría a Lily una nota, algo que le demostrara que había estado pensando en ella. Miró a su alrededor para tratar de encontrar un trozo de papel. Encontró un bloc de notas que había debajo de una revista, al lado de la cama. Cuando lo tomó, se dio cuenta de que no era un bloc, sino un manuscrito. Se acercó a la ventana para leer la primera página. Después, hizo lo mismo con la segunda y la tercera.

Aunque aquel extracto pertenecía a la parte central de un libro, Aidan se sintió cautivado por el estilo. Lily estaba describiendo un sencillo corte de pelo para un niño en un elegante y moderno salón de belleza de Hollywood. Los personajes eran profundamente egoístas y el niño que narraba la historia poseía un malvado ingenio.

Quería llevarse aquellas páginas, pero Lily se había negado a dejarle leer lo que había escrito. Oponerse a sus deseos sería una traición que Lily no le perdonaría jamás.

Regresó a la cama para dejar los papeles. Entonces, sacó su teléfono móvil y marcó el número de Lily. Oyó que el teléfono comenzaba a sonar en alguna parte de la casa. Cuando saltó el buzón de voz, comenzó a hablar suavemente.

– Hola -dijo-. Ha llegado el momento de marcharme y estoy aquí, junto a la cama, mirándote y preguntándome qué diablos estoy haciendo. Quiero volver a meterme en la cama contigo y quedarme aquí otra semana, pero tengo asuntos de los que ocuparme, al igual que tú. Por eso, en vez de despertarte, me voy a marchar ahora mismo. Quiero que sepas que estoy pensando en ti y en lo afortunado que he sido por haberte conocido en ese avión. Te llamaré muy pronto. Cuídate, Lily.

Cerró lentamente el teléfono y respiró profundamente. Se sobrepuso a la tentación de inclinarse sobre ella para besarla y se alejó de la cama. Si la besaba, ella podría despertarse y, si se despertaba, podría no conformarse con sólo un beso. Si eso ocurría, jamás se marcharía.

Se dirigió hacia la puerta y la miró por última vez antes de marcharse.

– Hasta pronto -murmuró.

Mientras se dirigía hacia la puerta, se preguntó cómo sería la próxima vez que se vieran. ¿Seguiría siendo la atracción tan intensa o se habría enfriado? ¿Retomarían la relación donde la habían dejado o tendrían que volver a empezar?

Su taxi ya lo estaba esperando. Al verlo, el conductor salió y le abrió el maletero. Tras meter su equipaje, Aidan se volvió para mirar la casa por última vez. Sonrió al recordar el día en el que llegó a ella. Habían cambiado tan pocas cosas en un periodo de tiempo tan breve. Jamás le habría parecido posible.

– ¿Al JFK?

Aidan asintió. Se metió en el interior del vehículo y se acomodó sobre el suave asiento de cuero. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Cuando el taxi arrancó y comenzó a alejarse de la casa, él sintió la distancia que lo separaba de Lily casi como un dolor físico. Quiso decirle al conductor que detuviera el coche y regresara. No lo hizo. Decidió que era mejor marcharse. Si su relación iba a durar en el mundo real, tendrían que darle oportunidad de madurar. Si regresaba en aquel momento, las cosas no serían como habían planeado. De eso no le cabía la menor duda. Sin embargo, estaba preparado para los desafíos. Por primera vez en su vida, había encontrado una mujer por la que merecía la pena luchar.