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– Yo tuve una infancia normal -dijo él-. Nada anormal ni traumático. ¿Y tú?

Lily dudó. Jamás hablaba sobre su infancia, ni siquiera con Miranda. Había conseguido enterrar todos sus sentimientos tan profundamente que ya casi ni la afectaban.

– La mía fue idílica y perfecta -mintió-. Siguiente tema. ¿Cuál es tu color favorito?

– El azul. ¿Y tu postre favorito?

– El pastel de merengue de limón -replicó Lily-. ¿Tu lugar favorito para pasar unas vacaciones?

– Tu boca -murmuró él.

Lily se quedó helada. Trató desesperadamente de encontrar una respuesta ingeniosa. ¡Ningún hombre le había hablado antes de aquella manera! Apartó la mirada, esperando encontrar así la inspiración, pero Aidan le agarró la barbilla y la obligó a mirarlo.

– ¿Y el tuyo? -preguntó.

– El cuarto de baño de primera clase del avión que realiza el vuelo entre Los Ángeles y Nueva York -respondió tratando de que no se le quebrara la voz.

Lo había dicho. Ya no había vuelta atrás. Lily acababa de convertirse en una mujer excitante e interesante, en una aventurera, en la clase de mujer que podía seducir a un hombre como Aidan. En la clase de mujer que él desearía.

– ¿Piensas regresar allí en un futuro no muy lejano? -preguntó él. Extendió la mano y levantó el reposabrazos que se interponía entre ellos. Entonces, la agarró por la cintura y se la sentó en el regazo.

Lily miró a su alrededor para ver si alguien se había dado cuenta, pero Aidan le enmarcó el rostro entre las manos y la obligó a mirarlo a él.

– No te preocupes. Están todos dormidos.

– ¿Has hecho esto antes?

– Nunca -dijo él-, pero no te puedo decir que no se me haya pasado por la cabeza durante algún vuelvo especialmente aburrido. Normalmente tengo que sentarme junto a hombres de negocios o abuelas.

Le rodeó las caderas con un brazo mientras que levantó la otra mano para enredársela en el cabello. En esa ocasión, cuando la besó, lo hizo con facilidad, con perfección, como si ya hubiera memorizado los contornos de la boca de ella y supiera perfectamente lo bien que encajaban juntos. Lily se relajó entre sus brazos, disfrutando del modo en el que la besaba. Siempre había pensado que los besos eran algo a lo que se le daba demasiado valor, pero acababa de darse cuenta de que jamás la habían besado de verdad, al menos nunca lo había hecho un hombre que tomara en serio sus deseos.

Con cada movimiento, sentía cómo el deseo de Aidan se iba haciendo cada vez más desesperado. Se movió suavemente sobre él. Aidan gimió. Envalentonada por aquella respuesta, Lily le colocó una mano sobre el muslo. Con la otra, le abrió la camisa y comenzó a besarle el torso. Jamás se había mostrado tan descarada con un hombre, pero le gustaba. Ya no estaba en el mundo real. Se encontraba atrapada dentro de sus fantasías. No tenía que pensar antes de actuar. No había reglas ni límites.

Se colocó la mano sobre los botones de su blusa, pero él se los apartó. Comenzó a tirar de la tela hasta que dejó al descubierto la curva de uno de los hombros. Entonces, le mordió justo debajo de la oreja. El cálido aliento de su boca le acarició la piel. A continuación, él deslizó los labios hasta un punto que quedaba justo entre ambos senos.

– Tienes demasiada ropa puesta -murmuró.

Lily se levantó y sacó un par de mantas del compartimiento superior. La cabina estaba oscura y silenciosa y las azafatas estaban ocupadas en la zona reservada para ellas. Lily volvió a sentarse y le entregó una manta.

Aidan rió suavemente. Entonces, volvió a sentarse a Lily sobre el regazo.

– Ahora me estoy empezando a preguntar si tú sí que has hecho esto antes -susurró. Los cubrió a ambos con la manta y comenzó a desabrocharle los botones de la blusa.

Lily lo miró a los ojos. De repente, se sintió muy mareada, pero contuvo el aliento y le impidió ir más allá.

– Creo que necesitamos un poco más de intimidad -musitó-. Te espero en el cuarto de baño. Espera un par de minutos antes de seguirme.

Se volvió a abrochar la blusa y se levantó. Entonces, se dirigió hacia el cuarto de baño. Una azafata la vio y se apresuró a preguntarle:

– ¿Necesita algo?

– No. Estoy bien -respondió ella.

La azafata asintió y regresó al lugar del que había salido. Lily se encerró en el cuarto de baño y apoyó los brazos sobre el lavabo. Ya no había vuelta atrás. Si le quedaba alguna inhibición, necesitaba deshacerse de ella lo antes posible. Tembló de la cabeza a los pies. Entonces, respiró profundamente y se miró en el espejo.

Lo que más le sorprendía era que no tenía miedo. Se había pasado la mayor parte de su vida temiendo una cosa u otra. Tal vez fuera el alcohol o la altura o un entorno tan poco familiar, pero sabía exactamente lo que quería sin dudas ni inseguridades.

Tal vez fuera Aidan. Él se había mostrado encantador y atento. La había tratado como si ella fuera la mujer más seductora que hubiera conocido jamás. Resultaba fácil seducir a un hombre que quería que lo sedujeran. Contuvo el aliento. Había seguido los consejos de su libro y por fin tenía a un hombre dispuesto a todo con ella, pero, ¿estaba preparada para llegar hasta el fin?

Unos segundos después, Aidan llamó a la puerta. Sin pensárselo dos veces, Lily abrió. Deseaba a aquel hombre. No había razón alguna para negarse sus necesidades ni sus fantasías.

Aidan cerró la puerta a sus espaldas. El sonido que se oyó fue como el disparo que marca el inicio de una carrera. Los dos comenzaron de inmediato a besarse, a acariciarse. Lily le agarró la camisa por el bajo y se la sacó por la cabeza. Instantes después, Aidan terminó de desabrocharle la blusa y se la bajó por los brazos.

Tiro de Lily hacia sí. Encontró inmediatamente la boca y le enredó los dedos en el cabello. Por fin piel contra piel bajo la brillante luz que había encima del lavabo. Aidan se apartó de ella durante un momento para mirarla a los ojos y, en aquel instante, estuvo seguro de que Lily era la mujer más hermosa que había conocido nunca.

¿Cómo era posible que algo así estuviera ocurriendo de verdad? Cuando se montó en el avión, había esperado disfrutar de un vuelo rutinario, que pasaría durmiendo, leyendo o viendo una película. Sin embargo, en aquellos momentos, estaba encerrado en un minúsculo cuarto de baño desnudando a una desconocida.

Los labios de Lily estaban húmedos de sus besos. Tenía el cabello revuelto y la respiración acelerada. Aidan apretó la frente contra la de ella y le acarició suavemente el hombro. Entonces, hizo lo mismo con el pecho. Cuando por fin llegó a uno de los senos, se lo cubrió con la mano.

Todo en ella era natural y eso incluía unos pechos perfectos. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tocó a una mujer de verdad y por ello la perspectiva de hacerle el amor le resultó muy excitante.

No era sólo su aspecto. Todas las reacciones de Lily eran sinceras, naturales. Con otras mujeres, se sentía como si sus respuestas estuvieran diseñadas exclusivamente para incrementar el placer de él. Gemidos, suspiros, frenéticos susurros… Todo parecía formar parte del guión de una película pornográfica. Cuando tocaba a Lily, ella temblaba. Cuando le mordía suavemente el cuello, ella contenía la respiración. Cuando ella sentía placer, suspiraba.

Aidan le deslizó los dedos por debajo del sujetador y comenzó a acariciarle el pezón con el pulgar. Ya estaba erecto. La agarró con fuerza por la cintura y la obligó a darse la vuelta. Entonces, se sentó y se la colocó entre las piernas. El vientre de Lily era muy suave, su piel como la seda. Levantó las manos y le bajó los tirantes del sujetador. Ella se cubrió los senos con los brazos, pero Aidan le capturó suavemente las manos con las suyas.