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– Eres muy hermosa -murmuró-. Deja que te toque…

Otro pequeño gemido se le escapó de la garganta cuando él le rozó un pezón con los labios a través de la tela del sujetador. Todo a su alrededor pareció disolverse en una suave bruma. Aidan era consciente de los sonidos del avión, del zumbido de la luz fluorescente, del movimiento de las aspas del ventilador que había sobre sus cabezas, del rugido ahogado de los motores. Sin embargo, toda su atención se centraba en el cuerpo de Lily y en el placer que ella estaba experimentando.

Le deslizó las manos por las caderas y le levantó la falda. Entonces, apretó el rostro contra la calidez de su cuerpo y le besó dulcemente el vientre al tiempo que inhalaba el dulce aroma que emanaba de ella.

Lily le deslizó las manos sobre el torso con dedos temblorosos. Parecía sentirse abrumada por el tacto del cuerpo de Aidan bajo sus manos. Tenía las mejillas arreboladas y la respiración entrecortada. Aunque él estaba seguro de que Lily había estado con un hombre antes, le parecía que todo aquello era nuevo para ella.

– ¿Has hecho esto alguna vez antes? -le preguntó. De repente, necesitó saberlo.

Ella negó con la cabeza.

– No.

Aunque había aprendido a dudar de lo que normalmente salía de la boca de una mujer, Aidan sentía que podía confiar en Lily. Cubrió los dedos de ella con los suyos y se apretó la mano contra el corazón.

– Yo tampoco.

Lily sonrió suavemente, como si le agradara que él lo hubiera admitido de aquella manera tan natural. Aidan se puso de pie y la tomó entre sus brazos para volver a encontrar los labios de ella. Se tropezaron mientras trataban de encontrar una postura más cómoda. Los pies se les enredaban constantemente. Completamente frustrado, Aidan le rodeó la cintura con las manos y la levantó para colocarla sobre el borde del pequeño lavabo. Le agarró las piernas y se las colocó alrededor de la cintura. Entonces, se perdió en el sabor de la boca de Lily. Ella levantó las manos por encima de la cabeza para ofrecerle su cuerpo. Aún tenía la blusa enredada en las muñecas.

Aidan sabía que no podrían permanecer mucho tiempo en el cuarto de baño, pero no quería darse prisa. Había acudido preparado. Había sacado un preservativo de su bolsa de viaje antes de seguir a Lily al cuarto de baño.

Se tomó su tiempo. La besó profundamente. Le deslizó la mano por debajo de la cinturilla de la falda y sintió cómo ella se arqueaba contra él. Aún estaban vestidos, pero resultaba evidente adonde se dirigían.

Instintivamente, él comenzó a moverse contra ella. Su erección frotaba su tierna intimidad. Se alegraba de la barrera que existía entre ellos. Sin ésta, habría estado demasiado cerca del clímax. Lily se apoyó sobre los brazos y echó la cabeza hacia atrás.

– Dime lo que quieres -dijo él. Le levantó una pierna contra la cadera. De repente, el contacto entre ambos se hizo mucho más íntimo-. ¿Esto?

– Oh, sí -suspiró Lily, temblando al hablar.

Al principio, ella pareció estar tan centrada en lo que él le estaba haciendo que casi no se movía. Entonces, le rodeó con sus brazos y le agarró el trasero para poder acercarlo aún más íntimamente a ella. La tela de los pantalones de Aidan creaba una deliciosa fricción contra su miembro viril. Él se consideraba bastante experto en los asuntos de alcoba, capaz de dar placer a una mujer de cien modos diferentes antes de entregarse a sus propias necesidades. Sin embargo, cuando Lily lo tocaba, se sentía como si estuviera con una mujer por primera vez en su vida.

¿Se debería aquella sensación al hecho de estar haciendo algo completamente prohibido? ¿Estaba ya tan hastiado del sexo que sólo le excitaba lo que fuera diferente o acaso Lily tenía algo que hacía que ella fuera diferente de las otras mujeres con las que había estado hasta entonces? Casi no la conocía, pero se sentía como si el destino hubiera tenido un motivo para hacer que sus caminos se cruzaran.

Cuando ella le deslizó la mano por debajo de la cinturilla del pantalón, lanzó un gruñido. Estaba ya muy cerca, pero no por ello dejaba de controlar su deseo. Quería perderse en ella, pero, en ese momento, comprendió que no importaba cómo ni dónde se aliviara.

Aquélla no sería la última vez que compartirían una experiencia así. Aidan no tenía intención alguna de dejarla marchar cuando salieran del aeropuerto. Volvería a seducirla y no sería en un minúsculo cuarto de baño de un avión, sino en una cama grande y suave.

Lily enterró el rostro en la cuna del cuello de Aidan y le mordió suavemente mientras ambos seguían moviéndose uno contra el otro. Para su sorpresa, el cuerpo de Lily comenzó a temblar entre sus brazos. El sonido del orgasmo que ella estaba experimentando se ahogó contra la piel de Aidan.

Él se quedó asombrado, igual que, aparentemente, se sentía Lily. La miró y vio que tenía los ojos abiertos de par en par, completamente atónita. La besó suavemente y ella se fundió contra él. Aún tenía la respiración acelerada.

– ¿Cuánto tiempo crees que podemos permanecer aquí antes de que venga alguien a llamar a la puerta? -susurró él.

– Yo no creo que debiéramos irnos ya -dijo ella-. Aún no… Aún no hemos terminado, ¿verdad?

Aidan miró el reloj.

– Aún nos quedan dos horas para aterrizar. Se pueden hacer muchas cosas en dos horas.

– ¿Como cuáles? -le provocó ella.

– Todo lo que quieras. Estoy a tus órdenes.

Lily sonrió levemente.

– Oh, un esclavo. Una de mis fantasías hecha realidad. Bésame, esclavo…

Aidan gruñó. Entonces, le mordió suavemente el labio inferior.

– Prefiero ser ayudante de esclavo.

Ella se echó a reír. Entonces, apretó la boca contra la de él en un delicioso beso. Sin embargo, el placer que estaba experimentando en aquel momento duró muy poco. Un brusco movimiento hizo que Aidan perdiera el equilibrio. Él tuvo que extender las manos para tratar de no caerse. Se sujetó como pudo contra la puerta.

Cuando miró a Lily, vio que ella tenía los ojos abiertos de par en par con una expresión de terror reflejada en ellos.

– ¿Qué ha sido eso?

– Me ha parecido que se movía la tierra -bromeó él. Sin embargo, ella no sonrió con la broma-. No te preocupes. Sólo ha sido una pequeña turbulencia.

El avión volvió a agitarse violentamente. En esta ocasión, el movimiento fue lo suficientemente brusco como para lanzar a Aidan hacia delante. Se golpeó la cabeza contra una afilada esquina que había encima del lavabo. Se le escapó una maldición de los labios.

– Mierda. Eso me ha dolido.

– ¿Te encuentras bien? -le preguntó Lily.

Aidan se miró en el espejo por encima del hombro de Lily.

– Creo que estoy sangrando.

Lily le agarró por la barbilla y le miró el arañazo que tenía en la frente. Entonces, se inclinó y tomó una toalla de papel del dispensador. Sin embargo, cuando trató de girarse un poco para pulsar el grifo del lavabo, notó que no podía moverse.

– Ahora siéntate tú y yo me pondré de pie.

Aidan hizo lo que ella le había pedido, pero una tercera sacudida la envió a ella de nuevo entre sus brazos.

– Tal vez ésta sea la fantasía de todos los hombres, pero la logística de hacerlo en un sitio como éste es muy complicada -comentó él. Tenía su erección apretada contra la suave carne del vientre de Lily.

– Señoras y caballeros, les habla el capitán. Nos hemos encontrado con una zona de inestabilidad, por lo que les rogamos que permanezcan en sus asientos con los cinturones de seguridad abrochados. Vamos a probar una altitud diferente para ver si podemos continuar con el vuelo sin incidencias.

– ¿Zona de inestabilidad? ¿Que significa eso? -preguntó Lily.

– Significa que es mejor que nos vistamos y que regresemos a nuestros asientos antes de que vengan a buscarnos -musitó él. Debería sentirse desilusionado de que todo fuera a terminar tan rápidamente, pero él estaba dispuesto a esperar.