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como dos niños nos tenemos.

6

Cuando sueño la Cordillera,

camino por desfiladeros,

y voy oyéndoles, sin tregua,

un silbo casi juramento.

7

Veo al remate del Pacífico

amoratado mi archipiélago,

y de una isla me ha quedado

y de una isla me ha quedado

un olor acre de alción muerto…

8

Un dorso, un dorso grave y dulce,

remata el sueño que yo sueño.

Es al final de mi camino

y me descanso cuando llego.

Es tronco muerto o es mi padre,

el vago dorso ceniciento.

Yo no pregunto, no lo turbo.

Me tiendo junto, callo y duermo.

9

Amo una piedra de Oaxaca

o Guatemala, a que me acerco,

roja y fija como mi cara

y cuya grieta da un aliento.

Al dormirme queda desnuda;

no sé por qué yo la volteo.

Y tal vez nunca la he tenido

y es mi sepulcro lo que veo…

Anexo de “Saudade”

"SAUDADE"

Suelo creer con Stefan George en un futuro préstamo de lengua a lengua latina. Por lo menos, en el de ciertas palabras, logro definitivo del genio de cada una de ellas, expresiones inconmovibles en su rango de palabras "verdaderas". Sin empacho encabezo una sección de este libro, rematado en el dulce suelo y el dulce aire portugueses con esta palabra Saudade. Ya sé que dan por equivalente de ella la castellana "soledades". La sustitución vale para España; en América el sustantivo soledad no se aplica sino en su sentido inmediato, único que allá le conocemos.

La ola Muerta

DÍA

Día, día del encontrarnos,

tiempo llamado Epifanía.

Día tan fuerte que llegó

color tuétano y ardentía,

sin frenesí sobre los pulsos

que eran tumulto y agonía,

tan tranquilo como las leches

de las vacadas con esquilas.

Día nuestro, por qué camino,

bulto sin pies, se allegaría,

que no supimos, que no velamos,

que cosa alguna lo decía,

que no silbamos a los cerros

y él sin pisada se venía.

Parecían todos iguales,

y de pronto maduró un Día.

Era lo mismo que los otros,

como son cañas y son olivas,

y a ninguno de sus hermanos,

como José, se parecía.

Le sonriamos entre los otros.

Tenga talla sobre los días,

como es el buey de grande alzada

y es el carro de las gavillas.

Lo bendigan las estaciones,

Nortes y Sures lo bendigan,

y su padre, el año, lo escoja

y lo haga mástil de la vida.

No es un río ni es un país,

ni es un metaclass="underline" se llama un Día.

Entre los días de las grúas,

de las jarcias y de las trillas,

entre aparejos y faenas,

nadie lo nombra ni lo mira.

Lo bailemos y lo digamos

por galardón de Quien lo haría,

por gratitud de suelo y aire,

por su regato de agua viva,

antes que caiga como pavesa

y como cal que molerían

y se vuelquen hacia lo Eterno

sus especies de maravilla.

¡Lo cosamos en nuestra carne,

en el pecho y en las rodillas,

y nuestras manos lo repasen,

y nuestros ojos lo distingan,

y nos relumbre por la noche

y nos conforte por el día,

como el cáñamo de las velas

y las puntadas de las heridas!

ADIÓS

En costa lejana

y en mar de Pasión,

dijimos adioses

sin decir adiós.

Y no fue verdad

la alucinación.

Ni tú la creíste

ni la creo yo,

"y es cierto y no es cierto"

como en la canción.

Que yendo hacia el Sur

diciendo iba yo:

– Vamos hacia el mar

que devora al Sol.

Y yendo hacia el Norte

decía tu voz:

– Vamos a ver juntos

dónde se hace el Sol.

Ni por juego digas

o exageración

que nos separaron

tierra y mar, que son

ella, sueño, y él

alucinación.

No te digas solo

ni pida tu voz

albergue para uno

al albergador.

Echarás la sombra

que siempre se echó,

morderás la duna

con paso de dos…

¡Para que ninguno,

ni hombre ni dios,

nos llame partidos

como luna y sol;

para que ni roca

ni viento errador,

ni río con vado

ni árbol sombreador,

aprendan y digan

mentira o error

del Sur y del Norte,

del uno y del dos!

AUSENCIA

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.

Se va mi cara en un óleo sordo;

se van mis manos en azogue suelto;

se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!

Se va mi voz, que te hacía campana

cerrada a cuanto no somos nosotros.

Se van mis gestos que se devanaban

en lanzaderas, debajo tus ojos.

Y se te va la mirada que entrega,

cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:

como humedad de tu cuerpo evaporo.

Me voy de ti con vigilia y con sueño,

y en tu recuerdo más fiel ya me borro.

Y en tu memoria me vuelvo como esos

que no nacieron en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas

de tu labor, y en tu boca de mosto.

Tu entraña fuese, y sería quemada

en marchas tuyas que nunca más oigo,

¡y en tu pasión que retumba en la noche

como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!

MURO

Muro fácil y extraordinario,

muro sin peso y sin color:

un poco de aire en el aire.

Pasan los pájaros de un sesgo,

pasa el columpio de la luz,

pasa el filo de los inviernos

como el resuello del verano;

pasan las hojas en las ráfagas

y las sombras incorporadas.

¡Pero no pasan los alientos,

pero el brazo no va a los brazos

y el pecho al pecho nunca alcanza!

ENFERMO

Vendrá del Dios alerta

que cuenta lo fallido.

Por diezmo no pagado,

rehén me fue cogido.

Por algún daño oscuro

así me han afligido.

Está dentro la noche

ligero y desvalido

como una corta fábula