– Nací en East Anglia -repuso al instante; no veía ningún motivo para mentir en eso. Los Bridgerton eran de Kent; era improbable que lady Bridgerton conociera muy bien Norfolk, donde ella se crió-. No muy lejos de Sandrigharn, si sabe dónde está.
– Sí que lo sé. No he estado ahí, pero me han dicho que es un edificio muy hermoso.
– Sí, mucho. Claro que nunca he estado en el interior. Pero el exterior es muy hermoso.
– ¿Dónde trabajaba tu madre?
– En Blackheath Hall -mintió, sin que ni siquiera se le enredara la lengua. Le habían hecho esa pregunta muchas veces; hacía tiempo que le había puesto nombre a su hogar de ficción-. ¿La conoce?
Lady Bridgerton frunció el ceño.
– No. Creo que no.
– Está un poco al norte de Swaffham.
– No, no la conozco -dijo lady Bridgerton negando con la cabeza.
– No muchas personas la conocen -explicó Sophie, sonriendo amablemente.
– ¿Tienes algún hermano o hermana?
Sophie no estaba acostumbrada a que una empleadora deseara saber tantos de sus datos personales; normalmente lo único que les interesaba saber eran referencias y recomendaciones de sus empleos anteriores.
– No -contestó-. Fui hija única.
– Ah, bueno, por lo menos tenías la compañía de las niñas con las que compartías estudios. Eso debe de haber sido agradable para ti.
– Nos divertíamos muchísimo -mintió Sophie.
Había sido una tortura estudiar con Rosamund y Posy. Había preferido con mucho las clases cuando estaba sola con su institutriz, antes de que ellas llegaran a Penwood Park.
– He de decir que los empleadores de tu madre fueron muy generosos… mmm, perdón -añadió con el ceño fruncido-, ¿cómo dijiste que era el apellido de la familia?
– Grenville.
Lady Bridgerton volvió a fruncir el ceño.
– No los conozco.
– No suelen venir a Londres.
– Ah, eso lo explica. Pero como decía, fue mucha su generosidad al permitirte que estudiaras con sus hijas. ¿Qué estudiaste?
Sophie se sintió paralizada; ya no sabía si eso era un interrogatorio o sólo simple interés de lady Bridgerton. Nadie se había interesado jamás en ahondar en el pasado falso que se había inventado.
– Pues, las asignaturas normales; aritmética, literatura, historia, algo de mitología, francés.
– ¿Francés? -repitió lady Bridgerton, sorprendida-. Qué interesante. Los tutores de francés suelen ser muy caros.
– La institutriz hablaba francés -explicó Sophie-. Por lo tanto no costaba un precio extra.
– ¿Cómo es tu francés?
De ninguna manera podía decirle la verdad, que su francés era perfecto. O casi perfecto, pues hacía mucho tiempo que no lo practicaba y había perdido algo de fluidez.
– Pasable -contestó-. Lo bastante bueno para pasar por criada francesa, si eso es lo que desea.
– ¡Oh, no! -exclamó lady Bridgerton riendo alegremente-. Cielos, no. Sé que está muy de moda tener criadas francesas, pero jamás te pediría que hicieras tus quehaceres tratando de hablar con acento francés.
– Muy amable de su parte -dijo Sophie, procurando que no se le reflejara la desconfianza en la cara.
Estaba segura de que lady Bridgerton era una señora encantadora; tenía que ser encantadora para haber criado a una familia tan encantadora. Pero eso era demasiado encanto.
– Bueno, es… ah, buen día, Eloise. ¿Qué te trae por aquí?
Sophie miró hacia la puerta y vio a una joven que sólo podía ser una Bridgerton. Llevaba sus abundantes cabellos castaños recogidos en un elegante moño en la nuca, y su boca era ancha y expresiva, igual que la de Benedict.
– Benedict me dijo que tenemos una nueva doncella -dijo Eloise.
Lady Bridgerton hizo un gesto hacia Sophie.
– Ella es Sophie Beckett. Estábamos charlando. Creo que nos vamos a llevar a las mil maravillas.
Eloise miró a su madre algo extrañada, o al menos a Sophie le pareció que su expresión era de extrañeza. Era posible que Eloise siempre mirara a su madre con cierta desconfianza, algo confusa, de soslayo. Pero algo la hizo pensar que no era así.
– Mi hermano me ha dicho que le salvaste la vida -dijo Eloise volviéndose hacia ella.
– Exagera -dijo, con una leve sonrisa.
Eloise la miró con una expresión extrañamente atenta, y Sophie tuvo la clara sensación de que le estaba analizando la sonrisa, intentando discernir si quería ridiculizar a Benedict, y en ese caso, si era en broma o con mala intención.
El momento pareció alargarse y de pronto Eloise curvó los labios de una manera sorprendentemente astuta.
– Creo que mi madre tiene razón. Nos vamos a llevar a las mil maravillas.
Sophie tuvo la impresión de que acababa de aprobar una especie de examen fundamental.
– ¿Ya conoces a Francesca y Hyacinth? -le preguntó Eloise. Negó con la cabeza, justo en el momento en que lady Bridgerton decía:
– No están en casa. Francesca fue a visitar a Daphne y Hyacinth está en casa de las Featherington. Parece que ya hizo las paces con Felicity y vuelven a ser inseparables.
– Pobre Penelope -rió Eloise-. Creo que le gustaba la relativa paz y silencio que disfrutaba en ausencia de Hyacinth. Sé que yo disfrutaba de la ausencia de Felicity.
– Mi hija Hyacinth -explicó lady Bridgerton a Sophie- suele encontrarse con más frecuencia que menos en la casa de su mejor amiga Felicity Featherington. Y cuando ella no está ahí, se puede encontrar a Felicity aquí.
Sophie sonrió y asintió, nuevamente tratando de entender por qué le contaban esos detalles a ella. La trataban como si fuera de la familia, algo que no le había ocurrido jamás en su propia familia.
Era muy extraño.
Extraño y maravilloso.
Extraño, maravilloso y horrible.
Porque no duraría.
Pero tal vez podría quedarse un tiempo. No mucho. Unas cuantas semanas, tal vez incluso un mes. El tiempo suficiente para ordenar sus asuntos y pensamientos. El tiempo suficiente para relajarse y simular que era algo más que una sirvienta.
Jamás podría formar parte de la familia Bridgerton. Pero tal vez si podría ser una amiga.
Y hacía tanto tiempo que no había sido amiga de nadie.
– ¿Te pasa algo, Sophie? -le preguntó lady Bridgerton-. Tienes una lágrima en el ojo.
Sophie negó con la cabeza.
– Una mota de polvo -dijo y se apresuró a fingir que estaba ocupada sacando las cosas de su bolsa.
Se dio cuenta de que no la creyeron, pero no le importó mucho.
Y aun cuando no tenía idea de adónde pretendía ir a partir de ese momento, tuvo la rarísima sensación de que acababa de comenzar su vida.
Capítulo 15
Esta cronista es de la muy certera opinión de que a la mitad masculina de la población no le interesará la parte que viene a continuación, de modo que todos tenéis permiso para saltaros esto y pasar a la siguiente sección de la columna. Las señoras, sin embargo, permitid que esta cronista sea la primera en informaros que no hace mucho la familia Bridgerton fue arrastrada a la batalla por las criadas que ha hecho furor toda la temporada entre lady Penwood y la señora Featherington. Parece ser que la doncella que atendía a las hijas Bridgerton ha desertado a favor de las Penwood, para reemplazar a la doncella que volvió corriendo a la casa Featherington después de que lady Penwood la obligara a limpiar trescientos pares de zapatos.
Otra noticia relativa a los Bridgerton es que Benedict Bridgerton ciertamente está de vuelta en Londres. Parece que cayó enfermo estando en el campo y prolongó su estancia allí. Ojalá hubiera una explicación más interesante sobre todo cuando uno, como esta cronista, depende de historias interesantes para ganarse la vida, pero lamentablemente, eso es todo lo que hay.