Cuentos
LA MADRE GRANADA (Plato de cerámica de Chapelle-aux-Pots.)
Contaré una historia en mayólicarojo-púrpura y rojo-encarnada,en mayólica mía, la historiade Madre Granada.Madre Granada estaba vieja,requemada como un panecillo;mas la consolaba su real corona,larga codicia del membrillo.Su profunda casa tenía partidapor delgadas lacasen naves donde andan los hijosvestidos de rojo-escarlata.Con pasión de rojeces, les pusola misma casulla encarnada.Ni nombre les dio ni los cuenta nunca,para no cansarse, la Madre Granada.Dejó abierta la puerta,la Congestionada,soltó el puño ceñido,de sostener las mansiones, cansada.Y se fueron los hijosde la Empurpurada.Quedóse durmiendo y vacíala Madre Granada…Iban como las hormigas,estirándose en ovillos,iguales, iguales, iguales,río escarlata de monaguillos.A la Catedral solemne llegaron,y abriendo la gran puerta herrada,entraron como langostinoslos hijos de Madre Granada.En la Catedral eran tantas navescomo cámaras en las granadas,y los monaguillos iban y veníanen olas y olas encontradas…Un cardenal rojo decía el oficiocon la espalda vuelta de los armadillos.A una voz se inclinaba o se alzabael millón de monaguillos.Los miraban los rojos vitrales,desde lo alto, con viva mirada,como treinta faisanes de rojapechuga asombrada.Las campanas se echaron a vuelo;despertaron todo el vallecillo.Sonaban en rojo y granate,como cuando se quema el castillo.Al escándalo de los broncesfueron saliendo en desbandaday en avenida bajaron la puertaque parecía ensangrentada.La ciudad se levanta tardey la pobre no sabe nada.Van los hijos dejando las calles;entran al campo a risotadas…Llegan a su tronco, suben en silencio,entran al estuche de Madre Granada,y tan callados se quedan en ellacomo la piedra de la Kaaba.Madre Granada despertóse llenade su millón rojo y sencillo;se balanceó por estar segura;pulsó su pesado bolsillo.Y como iba contando y contando,de incredulidad, la Madre Granada,estallaron en risa los hijosy ella se partió de la carcajada…La granada partida en el huerto,era toda una fiesta incendiada.La cortamos guardando sus fuerosa la Coronada…La sentamos en un plato blanco,que asustó su rojez insensata.Me ha contado su historia, que pongoen rojo-escarlata…
Anejo
GOLONDRINAS DEL YODO
Del Desierto de Atacama,moradas de amanecer,las golondrinas del yodosuben todas de una vez.Vuelan espejos andinos,ciegas de su ciega Fe,una por cada hombre heridoy el otro que va a caer.Vuelan dormidas tres maressin coger alga ni pezy no paran en las Islasni por juegos ni por sed.Oyen gritos de penínsulasque no las hacen volvery en duna africana posancon su abrasada mercad.Entran por los hospitalesen bandada y en mudez,abren las lonas embreadasy van, mansas, a caeren cofias, manos y vendas,plegadas como el Amén.Tanteando llegan a Lázaroy hallan su pecho y sus pies.Los soldados malheridosen su capullo candielse alzan desde su resuellode algodones, para verlas golondrinas que coseny cosen sin escogerpiel australiana, brazos galeses:carne acostada sobre Argel.Ellas se hunden las llagassin volver a aparecer,ellas no ven al que salvany el salvado no las ve,golondrinas requemadasde su amor como Raquel,ocres al rasar la llaga,sombrías al parecer.En fantasmas acongojadollego al campo del inglés.Cuento soldados heridos,las cuento a ellas también.Yo las exprimo y las cargocorno el pescador la red,y las sepulto en las dunasa la luz de su rojez,en un pespunte y una hebrade yodo y de sangre fiel.