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Besó a Liza en la frente y miró encantada cómo la pequeña se acurrucaba dormida. Después, se dirigió a la ventana y miró abajo, sonriendo al recordar a Tomaso y sus estúpidos chistes. No es que le gustara, pero había sido una compañía divertida.

– Bella Holly.

La voz venía desde abajo. Al mirar, vio a Tomaso de pie, alzando su copa hacia ella.

– La mia piu bella Holly -suspiró.

– No soy tu Holly -le respondió con una sonrisa.

– No, no eres de ningún hombre. Estás ahí, lejana, fuera de mi alcance, como lo están el sol y la luna, mientras tu esclavo te anhela.

– Compórtate -dijo, riéndose.

– ¡Ah! Me partes el corazón. No rechaces la pasión que siento hacia ti.

– Esa pasión viene de la copa de vino que te estás bebiendo.

Como respuesta, comenzó a llorar exageradamente. Los invitados se acercaron a ver qué pasaba. Cuando los hombres vieron a Holly, también la saludaron, alzando sus copas.

– Nos has abandonado -gritó uno de ellos.

– Estamos desolados -gritó otro.

Matteo salió de la casa y miró hacia arriba.

– ¿Ya ha vuelto Berta? -gritó.

– Sí, está aquí con Liza.

– Entonces baja y únete a nosotros -al verla dudar, añadió-: una buena anfitriona siempre atiende los deseos de sus invitados. Por favor, baja.

– Vaya -dijo Berta-. Yo me quedaré con Liza.

Riéndose, bajó las escaleras. Matteo la estaba esperando en la puerta que daba al jardín y, al verlo, ella dijo muy segura:

– Sólo me quedaré un momento.

– Te quedarás tanto como queramos -dijo, sonriendo.

– ¿Pero no vais a hablar de asuntos legales?

– No, después de la segunda botella. Te lo prometo. Sólo te diré que tengas cuidado con Tomaso, es joven y se entusiasma con todo demasiado al principio.

– Es lo que pensaba.

– Y cuidado con mi viejo amigo Andrea Lionello, que debería haber aprendido hace mucho tiempo. Pero sobre todo, cuidado con la signora Lionello.

– Bueno, ella merece toda mi simpatía, dado el marido que tiene.

– Hagas lo que hagas, que ella no note que le tienes compasión. De ser así, desenfundaría su estilete.

– Gracias por la advertencia.

Holly fue el alma de la fiesta. Sólo tomó una copa de vino y disfrutó durante un momento de ser una triunfadora por primera vez en su vida.

Pero no se lo tomó demasiado en serio. El éxito que había tenido era simplemente una extensión de la nueva mujer en la que se estaba convirtiendo. La sensual ropa interior, su encuentro con Bruno, el gran descubrimiento de que ella era capaz de rechazarlo y vencerlo… todos esos pasos la habían conducido al punto en el que encontraba ahora. Por primera vez, los hombres suspiraban por ella y besaban su mano. Nunca antes le había ocurrido y estaba decidida a disfrutar recuperando el tiempo perdido.

Con gracia, declinó el flirteo con Lionello.

– No, no beberé más -dijo, riéndose pero manteniéndose firme-. No me fío de vosotros.

Eso produjo una gran ovación entre los asistentes. Detrás de ella, alguien preguntó:

– Me pregunto de quién desconfías más.

Sin saber quién había hablado, respondió coquetamente:

– Por supuesto de ti -dijo, y se giró con una sonrisa que desapareció al ver de quién se trataba.

– Siempre he sabido que no confiabas en mí -dijo Matteo.

– Bueno, es mutuo -dijo, intentando quitarle importancia.

– Te prometo que lo es -respondió él en el mismo tono-. Aunque creo recordar que una vez fuimos aliados…

– Claro que sí -se rió-. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Pero cuando mi enemigo no está delante…

– Entonces, habría que reconsiderarlo todo. Te aconsejo que no estés tan segura de que tu enemigo ya no está. Algunos tienen la terrible costumbre de reaparecer.

– ¿Eso cree…?

– Lo único que digo es que tengas un poco de cuidado. Y si llegara el momento -encogiéndose de hombros, añadió-, aquí estaré para que me utilices si me necesitas.

Inclinó su cabeza a modo de pequeña reverencia y se alejó, dejándola pensativa.

Holly se quedó un rato más, pero fue lo suficientemente lista como para irse pronto, a pesar de dejarlos a todos decepcionados.

– No tienes por qué irte -dijo Matteo en voz baja-. Eres bienvenida, si quieres quedarte.

– Gracias, pero prefiero irme. Éste no es mi sitio.

– Eso debería decirlo yo.

– No tiene que decir nada. Ambos sabemos que es así. Buenas noches, signore.

CAPÍTULO 7

Desde su ventana, Holly oía los murmullos de la fiesta que estaba llegando a su final. Oyó cómo marchaban los coches y entonces todo quedó en silencio.

Debería desvestirse e irse a dormir, pero la noche más emocionante de su vida todavía no había terminado. No tenía sueño y los jardines iluminados por la luna eran muy tentadores. Bajó las escaleras en silencio, salió por la puerta de atrás y siguió uno de los caminos.

Había tantas preguntas por contestar, tanta confusión. Pero la admiración que había despertado esa noche estaba siendo una experiencia tan agradable para ella que incluso esa confusión le producía alegría.

No podía evitar sonreír al recordar algunas de las cosas que le habían dicho y las miradas que le habían lanzado. Y no sólo por parte de los invitados. La verdad es que era Matteo quien más le había llamado la atención. Su belleza, su voz, la mirada de admiración en sus ojos. No dejaba de darle vueltas a lo que había vivido.

Miró hacia la casa y, al ver que la mayoría de las habitaciones estaban apagadas, se dio cuenta de lo tarde que era. Era hora de volver. Tomó el camino más rápido, y para ello tuvo que pasar por delante del despacho del juez. Fue entonces cuando escuchó una voz cargada de malicia y desprecio.

– Has visto cómo ha actuado esta noche, exhibiéndose delante de los hombres.

– Estaba en la fiesta porque yo la invité -respondió Matteo.

Holly reconoció la voz, era la signora Lionello. Se había reprimido toda la noche y ahora estaba dando rienda suelta a sus sentimientos.

– ¡Y se salió con la suya! No sé qué tretas empleó para colarse aquí, pero una criatura como…

– ¿Como qué? No la conoces.

– Conozco a las de su clase, intenta conseguir un novio rico, o incluso un marido. Y después se marchará y dejará a Liza llorando. Deberías librarte de ella antes de que os haga daño.

Holly sabía que no debía quedarse, escuchar a escondidas no era correcto. Pero necesitaba escuchar lo que Matteo diría de ella.

La voz de Matteo indicaba que estaba intentado mantener la calma para no perder los modales.

– Sé que Andrea no es el marido perfecto, pero a él siempre se le han ido los ojos detrás de las mujeres, no ha sido sólo esta noche. No es justo culpar a la signorina Holly.

– La próxima vez se fijará en ti.

– Lo dudo. En cualquier caso, mi corazón tiene una coraza y nada va a cambiar eso. Está aquí por el bien de Liza, ésa es la única razón. Créeme, sé cómo ocuparme de esto.

– ¿Y cómo lo vas a hacer?

Holly se alejó, con curiosidad, pero no preocupada.

Estaba empezando a sentir que ya nada la volvería a asustar.

Para su alivio, no supo nada de Lionello, pero dos días más tarde Tomaso Bandini la llamó y la invitó a salir.

– Que no se te pase si quiera por la cabeza -le dijo Matteo cuando se lo contó-. Es demasiado inmaduro para ti.

– No estoy de acuerdo. Parece divertido. Todavía no he ido a Roma, y ya va siendo hora.

– Claro que sí. Tienes derecho a divertirte. Lo prepararé todo.

– ¿De verdad? ¡Siempre eres tan organizado! Planeas esto, aquello…

– Y voy a planear una maravillosa noche para ti. Como bien dices, soy bueno organizando cosas.