Debido a la humedad nocturna, don José no se sentó en un banco, empleó el tiempo paseando por las alamedas, se distrajo mirando las flores y preguntándose qué nombres tendrían, no es de sorprender que sepa tan poco de botánica quien se ha pasado toda su vida metido entre cuatro paredes y respirando el olor punzante de los papeles viejos, más punzante siempre que atraviesa el aire aquel olor de crisantemo y rosa a que se hizo mención en la primera página de este relato. Cuando el reloj marcó la hora de apertura de la Consevaduría General al público, don José, ya a salvo de posibles malos encuentros, se puso en camino del colegio. No tenía prisa, el día era todo suyo, por eso decidió ir a pie.
Como partía del jardín tuvo dudas sobre la dirección a seguir, pensó que si hubiera comprado el mapa de la ciudad, como fuera su intención, no necesitaría estar ahora pidiéndole a un agente de la policía que lo orientase, pero es verdad que la situación, la ley aconsejando al crimen, le proporcionó un cierto placer subversivo. El caso de la mujer desconocida había llegado al final, sólo faltaba esta indagación en el colegio, después la inspección de la casa, si tuviera tiempo todavía haría una visita rápida a la señora del entresuelo derecha para narrarle los últimos acontecimientos, y después nada más. Se preguntó cómo viviría su vida de ahora en adelante, si volvería a sus colecciones de gente famosa, durante rápidos segundos apreció la imagen de sí mismo, sentado a la mesa en la velada, recortando noticias y fotografías con una pila de periódicos y revistas al lado, intuyendo una celebridad que despuntaba o que, por el contrario, fenecía, alguna que otra vez, en el pasado, tuvo la visión anticipada del destino de ciertas personas que después se convertirían en importantes, alguna que otra vez había sido el primero en sospechar que los laureles de este hombre o de aquella mujer iban a comenzar a marchitarse, a secarse, a convertirse en polvo, Todo acaba en la basura, dijo don José, sin percatarse en aquel momento si estaba pensando en las famas perdidas o en su colección.
Con el sol dando de lleno en la fachada, el reverdecer de los árboles del patio, los arriates floreciendo, la apariencia del colegio no recordaba en nada al tenebroso edificio donde este don José penetró, en una noche de lluvia, por escalo y efracción.
Ahora estaba entrando por la puerta principal, le decía a una empleada, necesito hablar con el director, no, no soy encargado de educación, tampoco soy repartidor de material escolar, soy funcionario de la Conservaduría General del Registro Civil, se trata de un asunto de trabajo. La empleada informó por el teléfono interior, dio conocimiento a alguien de la llegada del visitante, después dijo, Haga el favor de subir, el señor director está en secretaría, es en el segundo piso, Muchas gracias, dijo don José, y comenzó a subir la escalera tranquilamente, que la secretaría estaba en el segundo piso él ya lo sabía. El director estaba hablando con una mujer que debía de ser la jefa, le decía, Necesito el gráfico mañana mismo, y ella respondía, Cuente con ello, director, don José se había detenido en la entrada esperando que reparasen en su presencia. El director terminó la conversación, lo miró, sólo entonces don José dijo, Buenos días, señor director, después, ya con el carné de identidad en la mano, dio tres pasos adelante, Como podrá verificar, soy funcionario de la Conservaduría General del Registro Civil, vengo por una cuestión de trabajo. El director hizo el gesto de rechazar el carné, después preguntó, De qué se trata, Es por causa de una profesora, Y qué tiene que ver la Conservaduría General con los profesores de este colegio, Como profesores, nada, aunque sí con las personas que ellos son o fueron, Explíquese, por favor, Andamos trabajando en una investigación sobre el fenómeno del suicidio, tanto en sus aspectos psicológicos como en sus incidencias sociológicas y yo estoy encargado del caso de una señora que era profesora de matemáticas en este colegio y que se suicidó. El director puso cara de pena, Pobre señora, dijo, es una historia muy triste que ninguno de nosotros, hasta hoy, consigue comprender, El primer acto a que procederé, dijo don José, usando el lenguaje más oficial que podía, será confrontar los elementos de identificación que constan en los archivos de la Conservaduría con la inscripción profesional de la profesora, Supongo que se refiere al registro como integrante de nuestra plantilla, Sí señor. El director se volvió hacia la encargada de la secretaría, Búsqueme esa ficha, Todavía no la habíamos retirado del cajón, dijo en tono de disculpa la mujer, al mismo tiempo que recorría con los dedos las fichas de un archivador, Aquí está, dijo. Don José sintió una contracción brusca en la boca del estómago, un conato de mareo que felizmente no fue a más le recorrió la cabeza, de hecho el sistema nervioso de este hombre se encuentra en un estado lastimoso, pero tenemos que reconocer que el caso no es para menos, basta recordar que tuvo al alcance de la mano la ficha que le está siendo mostrada en este momento, sólo con haber abierto aquel cajón, el que tiene el rótulo que dice Profesores, pero cómo podría entonces imaginar que la chiquilla que él buscaba vendría a enseñar matemáticas precisamente en el colegio en que había estudiado. Disimulando la perturbación aunque no el temblor de las manos, don José fingió que comparaba la ficha del colegio con la copia de la ficha de la Conservaduría, después dijo, Es la misma persona. El director lo miraba con interés, No se siente bien, preguntó, y él respondió simplemente, Es natural, ya no soy joven, Supongo que querrá hacerme algunas preguntas, Así es, Venga conmigo, vamos a mi despacho.
Don José sonrió para sus adentros mientras seguía al director, Yo no sabía que su ficha estaba allí, y tú no sabes que me quedé una noche en tu sofá. Entraron en el gabinete, el director avisó, No tengo mucho tiempo, pero estoy a su disposición, siéntese, y apuntó al sofá que sirviera de cama al visitante, Desearía saber, dijo don José, si notaron alguna alteración en su habitual estado de ánimo en los días que antecedieron al suicidio, Ninguna, siempre fue una persona discreta, muy callada, Era buena profesora, De las mejores que el colegio ha tenido, Tenía amistad con algún colega, Amistad, en qué sentido, Amistad, sin más, Era amable, delicada con toda la gente, pero no creo que alguien de aquí pueda decir que tenía con ella relaciones de amistad, Y los alumnos, la estimaban, Mucho, Era saludable, Tanto cuanto creo saber, sí, Es extraño, Qué es extraño, Ya hablé con los padres y todo lo que oí de sus bocas, más lo que estoy oyendo ahora parece apuntar a un suicidio sin explicación, Me pregunto, dijo el director, si el suicidio podrá ser explicado, Se refiere a éste, Me refiero al suicidio en general, A veces dejan cartas, es cierto, lo que no sé es si podrá llamarse explicación a lo que en ellas se dice, en la vida no faltan cosas por explicar, eso es verdad, Qué explicación podrá tener, por ejemplo, lo que sucedió aquí unos cuantos días antes del suicidio, Qué sucedió, Me asaltaron el colegio, Sí, Cómo lo sabe, Perdone, mi sí quería ser interrogativo, tal vez no le haya dado la suficiente entonación, en cualquier caso los asaltos generalmente son fáciles de explicar, Excepto cuando el asaltante sube por un tejadillo, entra por una ventana después de partir el vidrio, anda por toda la casa, duerme en mi sofá, come de lo que encuentra en el frigorífico, usa el material de la enfermería y después se va sin llevarse nada, Por qué dice que durmió en su sofá, Porque estaba en el suelo la manta con la que suelo cubrirme las rodillas para que no se me enfríen, tampoco yo soy joven, tal como usted ha dicho, Presentó denuncia a la policía, Para qué, al no haber robo, no merecía la pena, la policía diría que está para investigar delitos y no para descifrar misterios, Es extraño, no hay duda, Verificamos en todas partes, todas las instalaciones, la caja estaba intacta, todo se encontraba en su sitio, Excepto la manta, Sí, excepto la manta, ahora dígame si encuentra alguna explicación para esto, Habría que preguntarle al asaltante, él deberá saberlo, habiendo dicho estas palabras don José se levantó, señor director, no le robo más tiempo, le agradezco la atención que se dignó prestar al infeliz asunto que me ha traído aquí, No creo que le haya ayudado mucho, Probablemente tenía razón cuando dijo que tal vez ningún suicidio pueda ser explicado, Racionalmente explicado, se entiende, Todo ha pasado como si ella no hubiese hecho más que abrir una puerta y salir, O entrar, Sí, o entrar, según el punto de vista, Pues ahí tiene una excelente explicación, Era una metáfora, La metáfora es siempre la mejor forma de explicar las cosas, Buenos días, señor director, se lo agradezco de todo corazón, buenos días, fue un placer conversar con usted, evidentemente no me estoy refiriendo al triste asunto, sino a su persona, Claro, son maneras de decir, Le acompaño a la escalera. Cuando don José ya estaba bajando el segundo tramo, el director se acordó de que no le había preguntado cómo se llamaba, No tiene importancia, reconsideró a continuación, es una historia terminada.