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La portera no apareció preguntándole de dónde venía, el edificio está silencioso, parece deshabitado. Fue este silencio lo que hizo nacer en la cabeza de don José una idea, la más osada de su vida, Y si me quedo aquí esta noche, si yo duermo en su cama, nadie lo sabría. Dígase don José que no hay nada más fácil, que sólo tiene que subir otra vez en el ascensor, entrar en el apartamento, quitarse los zapatos, hasta puede suceder que alguien vuelva a equivocarse de número, Si es así tendrás el gusto de oír una vez más la voz velada y grave de la profesora de matemáticas, No estoy en casa, dirá ella, y si, durante la noche, acostado en su cama, algún sueño agradable excita tu viejo cuerpo, ya sabes, el remedio está a mano, sólo tendrás que tener cuidado con las sábanas. Son sarcasmos y groserías que don José no merece, su osada idea, más romántica que osada, así como vino, así se fue, él ya no está dentro del edificio, sino fuera, parece que lo ayudó a salir el recuerdo doloroso de la imagen de sus viejos calcetines zurcidos y de sus canillas delgadas y blancas, de escaso vello. Nada en el mundo tiene sentido, murmuró don José, y se encaminó hacia la calle donde vive la señora del entresuelo derecha.

La tarde está en el fin, la Conservaduría General ya cerró, no son muchas las horas que restan al escribiente para inventar la historia que justifique haber faltado al trabajo durante un día entero. Todos saben que no tiene familiares a quienes necesite acudir de urgencia, y, aunque los tuviese, no puede haber disculpa para su caso, compartiendo pared con la Conservaduría, era sólo entrar y decir desde la puerta, Adiós, hasta mañana, tengo una prima muriéndose.

Don José decide que está todo hecho, que lo pueden despedir si quieren, expulsarlo del funcionariado, tal vez el pastor de ovejas necesite un ayudante para cambiar los números de las tumbas, sobre todo si anda pensando en ensanchar su campo de actividad, de hecho no hay motivo para que quede limitado a los suicidas, a fin de cuentas los muertos son iguales, lo que es posible hacer con unos puede ser hecho con todos, confundidos, mezclarlos, qué más da, el mundo no tiene sentido.

Cuando don José llamó a la puerta de la señora del entresuelo derecha, sólo tenía pensamientos para la taza de té que tomaría. Tocó una vez, dos veces, pero nadie abrió. Perplejo, inquieto, llamó al timbre del entresuelo izquierda. Apareció una mujer que preguntó en tono seco, Qué desea, Nadie atiende en aquel lado, Y qué, Puede decirme si ocurrió alguna cosa, Qué cosa, Un accidente, una enfermedad, por ejemplo, Es posible, vino una ambulancia a buscarla, Y eso cuándo ha sido, Hace tres días, Y no ha sabido más noticias, sabe por casualidad dónde está, No señor, disculpe. La mujer cerró la puerta dejando a don José a oscuras. Mañana tendré que ir a los hospitales, pensó.

Se sentía exhausto, todo el día andando de un lado para otro, emociones todo el día, ahora este choque para rematar. Salió del edificio y se quedó parado en la acera preguntándose si podría hacer algo más, preguntar a otros inquilinos, no todos serán tan desagradables como la mujer del entresuelo izquierda, don José volvió a entrar en el edificio, subió la escalera hasta el segundo piso, llamó a la puerta de la casa de la madre de la niña y del marido celoso, a esta hora ya habrá vuelto del trabajo, pero eso no tiene importancia, don José sólo va allí para preguntar si saben alguna cosa de la vecina del entresuelo derecha. La luz de la escalera está encendida, la puerta se abrió, la mujer no trae a la criatura en brazos y no reconoce a don José, Qué desea, preguntó, Perdone que la incomode, venía a visitar a la señora del entresuelo derecha, pero ella no está y la inquilina del otro lado me ha dicho que se la llevaron hace tres días en una ambulancia, Sí, es cierto, Sabe por casualidad dónde se encuentra, en qué hospital, o en casa de algún familiar.