– Joel -dijo Ness en un tono que combinaba advertencia y ruego, algo que en sí mismo era algo insólito. Para Joel, ponía a su hermana directamente en el campo enemigo. Se apartó de la mesa y se dirigió a las escaleras.
– No te creas que no vamos a retomar esta conversación más tarde -le dijo Dix.
– Lo que tú digas -dijo Joel, y empezó a subir.
Oyó que Dix le seguía y creyó que el culturista iba a obligarle a colaborar tras una confrontación física. Pero en lugar de seguir a Joel hasta su cuarto, Dix entró en el de Kendra y cerró la puerta.
La mujer estaba en la cama con un brazo sobre los ojos, pero lo apartó cuando Dix se sentó a su lado y le colocó la mano en el muslo.
– ¿Ha dicho algo?
Dix negó con la cabeza.
– No pinta bien -le dijo-. Así empieza cuando los chicos se echan a perder, Ken.
– Ya lo sé -dijo cansinamente-. Ya lo sé, ya lo sé. Tengo un ex marido en Wandsworth, ¿recuerdas?, y ahora mismo Joel es su viva imagen. Anda metido en algo, ¿tráfico de drogas?, ¿robos en casas?, ¿de coches?, ¿atracos a ancianos medio lisiados?, y así es como se empieza, no te creas que no lo sé, porque sí lo sé, Dix. Lo sé.
– Tienes que cortarlo de raíz.
– ¿Crees que estoy ciega? Ya le tengo con un mentor en el colegio, sólo que ahora he llamado a la Poli porque he sospechado de él, así que no puedo esperar que quiera seguir haciéndole de mentor, ¿verdad? Mientras tanto, la mujer de los Servicios Sociales me ha hablado de un lugar al otro lado del río donde escarmientan a los chicos como Joel, pero está en Elephant and Castle, y no puedo permitir que vaya hasta allí todos los días después del colegio: necesito que me ayude con Toby… -Tiró del cubrecama de felpilla. Como le dolía la cabeza y llevaba dos días sin dormir, para Kendra no había respuestas.
Así que Dix le dio la única contestación que conocía.
– Necesita un padre -dijo.
– Bueno, pues no tiene padre.
– Necesita alguien que ocupe el lugar de su padre.
– Imagino que ese tal Ivan…
– Ken. Vamos. ¿Un hombre blanco? ¿Ese hombre blanco en concreto? ¿Te parece alguien en quien Joel pueda verse reflejado? Porque eso es lo que necesita: tener alguien que ocupe el lugar de padre y que sea alguien en quien quiera verse reflejado.
– Joel es medio blanco.
– Y tú también. Pero no se trata de ser blanco. Se trata de ser práctico e imaginar a quién puede admirar el chico.
– ¿Qué sugieres, entonces?
Para Dix era evidente. Volvería a instalarse, le dijo. La echaba de menos y sabía que ella también le añoraba. Esta vez harían que las cosas funcionaran. La única razón por la que antes no habían funcionado era que él había estado demasiado absorto en el culturismo como para prestarles suficiente atención a ella y a los chicos. Pero ahora las cosas no tenían por qué ser así. Cambiaría sus costumbres. Tenía que hacerlo, ¿verdad?
Kendra le señaló que ahora las cosas aún estaban peor, ya que su padre todavía estaba recuperándose del infarto, y Dix, por lo tanto, aún estaba más ocupado. Pero él le explicó que, en realidad, la situación había mejorado y que les ofrecía posibilidades que todavía no habían explorado. Kendra quiso saber de qué posibilidades se trataba. Dix le dijo que Joel podía trabajar en el Rainbow Café y, a la vez, ganar dinero de manera honrada y no meterse en líos. También podía acompañar a Dix al gimnasio. Por lo demás, podía ir al colegio, ayudar con Toby y seguir con sus veladas de poesía. No tendría tiempo libre para meterse en líos. Y también tendría de modelo a un hombre de color, que era algo que necesitaba urgentemente.
– ¿Y tú no quieres nada a cambio? -le preguntó Kendra-. ¿Harás todo eso porque tienes buen corazón? ¿Por qué será que no te creo?
– No voy a mentirte. Te deseo como siempre te he deseado, Ken.
– Eso lo dices hoy, pero dentro de cinco años… -Kendra suspiró-. Dix. Cariño. No puedo darte lo que quieres. Tienes que saberlo en algún lugar dentro de ti, tío.
– ¿Cómo puedes decir eso cuando me das lo único que quiero ahora mismo? -le preguntó, acariciándole la mejilla.
Así pues, Dix regresó con ellos: de puertas afuera parecían una familia. El hombre procedió con cautela, pero a sus veintitrés años -si bien era cierto que pronto cumpliría veinticuatro- estaba totalmente perdido con una adolescente, un chico que pronto lo sería y un niño de ocho años con necesidades que sobrepasaban ampliamente la capacidad de Dix D'Court. Si se hubiera tratado de niños normales en circunstancias normales, tal vez habría tenido una oportunidad como padre de acogida para ellos -a pesar de su juventud-, porque era obvio, incluso para los niños, que realmente tenía buenas intenciones. Pero Ness no iba a consentir una figura paterna que tuviera sólo siete años más que ella, y Joel no estaba interesado, sino que tenía la seguridad de que, al haber demostrado su valía al Cuchilla, pronto acabarían sus problemas con Neal Wyatt. Y en cuanto acabaran sus problemas con ese chico, la vida podría continuar y todos estarían razonablemente seguros. Así que Joel rechazó los esfuerzos bienintencionados de Dix para crear lo que podrían llamarse vínculos masculinos. Las invitaciones de Dix para acompañarlo al gimnasio y su oferta de empleo en el Rainbow Café, para cuando saliera del colegio, llegaban, en opinión de Joel, demasiado tarde. Además, no se tomó en serio ni las invitaciones ni la oferta, puesto que por las noches podía escuchar el entusiasmo con que Dix y su tía habían reanudado sus relaciones sexuales. Aquélla parecía ser la verdadera razón del regreso del culturista a Edenham Way: sabía que no tenía nada que ver con ninguno de los Campbell ni con el interés de Dix por practicar sus aptitudes paternales con ellos.
Dix fue paciente con la reticencia de Joel. Kendra no. Sólo unos días aguantó su tía la indiferencia del chico hacia los intentos de su novio por acercarse a Joel. Así pues, se decidió a intervenir. Lo hizo cuando Joel se fue a la cama, una noche que Dix estaba entrenando en el gimnasio. Fue al cuarto de los chicos y los encontró en pijama: Joel de lado con los ojos cerrados; Toby sentado con la espalda apoyada en la cabecera maltrecha, el monopatín encima de las rodillas, dando vueltas a las ruedas desconsoladamente.
– ¿Está dormido? -le preguntó Kendra al pequeño.
Toby negó con la cabeza.
– Respira raro cuando está dormido.
Kendra se sentó en el borde de la cama de Joel. Le tocó la cabeza; su pelo rizado se hundió como algodón de azúcar entre sus dedos.
– Siéntate, Joel. Tenemos que hablar -le dijo.
El chico siguió fingiendo que estaba dormido. Aunque no sabía de qué quería hablarle, decidió que no podía ser nada bueno. Ya había conseguido esconderle lo que había hecho toda la noche fuera y quería que las cosas siguieran así.
Kendra le puso la mano en el trasero y le dio una palmadita.
– Vamos, anda -dijo-. Sé que no estás dormido. Es hora de hablar.
Pero ella quería hablar precisamente sobre lo que Joel quería mantener oculto. El chico se dijo que no podía hablar con ella por la sencilla razón de que no lo comprendería. A pesar de ser parientes de sangre, la vida de la tía Ken era muy distinta a la suya. Ella siempre había tenido a gente en quien confiar, así que nunca entendería qué significaba estar completamente solo: dependiente pero sin nadie de confianza en el horizonte. No sabía qué era sentir eso.
– Quiero dormir, tía Ken -murmuró.
– Luego. Ahora puedes hablar conmigo.
Encogió el cuerpo y se hizo un ovillo. Se agarró a las mantas para que Kendra no pudiera bajarlas, si es que tenía pensado hacerlo.
Ella suspiró.
– De acuerdo -dijo, y cambió la voz, lo que provocó que Joel se armara de valor para escuchar lo que vendría a continuación-. Estás tomando una decisión, Joel, y es algo bueno y adulto siempre que estés dispuesto a vivir con las consecuencias. ¿Quieres pensar en ello7 ¿Quieres mantener tu decisión o quieres cambiarla?