– Pero el tema es más complicado de lo que parece -dijo Fabia-. Que lo soltaran tan deprisa…
– ¿Que lo soltaran? ¿Qué está pasando con Joel? -preguntó Dix con brusquedad-. ¿Tiene problemas? Ken, maldita sea…
El hombre se pasó la mano por la calva. Era un acto de frustración y decepción, y Dix no se percató de lo que le revelaba su ignorancia en este asunto a la asistente social, que miró a la mujer y al hombre e hizo una evaluación de su relación, algo que Kendra no podía permitir.
– La Poli lo llevó a la comisaría de Harrow Road -le dijo-. No quise preocuparte; has estado liado y todo se arregló. No me pareció…
– ¿Cómo vamos a conseguir que esto funcione si tienes secretos, Ken? -preguntó con un susurro feroz.
– ¿Podemos hablarlo luego? -contestó Kendra.
– Mierda. -Dix cruzó los brazos y se recostó en la silla.
Fabia Bender interpretó los movimientos como lo que eran. Tomó nota mentalmente. Figura paterna inexistente. Otro dato en la columna donde llevaba la cuenta de los puntos a favor de sacar a los niños de aquella casa.
– En otras circunstancias -dijo-, insistiría en que Joel asistiera a ese programa que le mencioné en otra ocasión, el que está al otro lado del río en Elephant and Castle. De hecho, también lo recomendaría para Ness. Pero coincido con usted, señora Osborne: está la distancia y el hecho de que nadie podrá garantizar ni su asistencia ni su seguridad hasta el sur de Londres… -Levantó la mano y la dejó caer sobre la carpeta que contenía la información de Joel-. Joel necesita terapia, igual que Ness, pero necesita más que eso. Necesita supervisión, un rumbo en la vida, un interés en el que centrarse, una salida a sus preocupaciones y un modelo masculino con el que pueda identificarse. Hay que proporcionárselos o habrá que plantearse otras opciones para él.
– Esto es cosa mía -intercedió Dix, que creía que tenía cierta responsabilidad en lo que le había ocurrido a Joel, aunque no estuviera muy seguro de qué era lo que le había ocurrido-. Puedo hacer más con Joel de lo que he estado haciendo. No lo he intentado lo suficiente por… -Soltó un suspiro mientras pensaba en todas las razones por las que no había logrado ser la figura paterna que pretendía ser: sus responsabilidades para con su propia familia, su deseo de triunfar en el campo que había elegido, su apetito insaciable por el cuerpo de Kendra, su incompetencia ante los problemas de los niños, su falta de experiencia con niños, la imagen que tenía de lo que se suponía que debía ser una familia. Podía poner nombre a algunas de estas razones de su fracaso; el resto las veía en su mente. En cualquier caso, lo que sentía era culpa por todas y cada una ellas y acabó expresándolo-: Por la vida en general. Quería hacerlo mejor con los chicos, y a partir de ahora lo haré.
Fabia Bender no estaba por la labor de romper familias y quería creer que el compromiso de las dos personas con las que estaba sentada a una mesa de tamaño inadecuado implicaba que existía la posibilidad de que el problema de Joel sirviera de advertencia para todo el mundo. Aun así, el deber la obligaba a acabar lo que había venido a decir, así que lo hizo.
– Tenemos que pensar con detenimiento en el futuro de los niños. A veces, alejarlos del entorno, incluso una temporada corta, es lo único que hace falta para provocar el cambio. Me gustaría que lo pensaran. Una familia de acogida es una opción. Un internado es otra: una escuela especial que satisfaga las necesidades de Toby…
– Toby está bien donde está -la interrumpió Kendra, que hizo que el tono de la afirmación fuera de firmeza, no de pánico.
– … y otra escuela para dar un rumbo nuevo a Joel -continuó Fabia como si Kendra no hubiera dicho nada-. Si reciben este tipo de atención, podríamos concentrarnos en Ness.
– No me da la gana… -dijo Kendra-. No es necesario pensar nada. No puedo entregarlos a una familia de acogida. Ni mandarlos fuera. No lo entenderán. Han pasado por demasiadas cosas. Han… -Hizo un gesto de impotencia. Llorar delante de esta mujer era impensable, así que no dijo nada más.
Dix lo hizo por ella.
– Ahora mismo todos están haciendo lo que tienen que hacer, ¿verdad?
– Sí -dijo Fabia Bender-. Técnicamente. Pero Ness va a tener que…
– Entonces déjenos ser una familia. Nos ocuparemos de Ness. Nos ocuparemos de los chicos. Si fallamos, es usted libre de volver.
Fabia accedió, pero cualquiera podía ver lo insalvable que era la tarea a la que se enfrentaba aquella gente. Había que cubrir demasiadas necesidades, mucho más complicadas de las de comida, techo y ropa, que simplemente requerían dinero para procurarlas y tiempo para comprarlas. En cuanto a necesidades más profundas como disipar miedos, calmar preocupaciones, reconciliar el dolor pasado con la realidad presente y la posibilidad futura…, para eso hacía falta la participación de un profesional o un grupo de profesionales. Fabia vio que la tía y su novio no lo entendían; era suficientemente lista como para saber que las personas tenían que llegar a las conclusiones por sí mismas.
Les dijo que regresaría al cabo de dos semanas para ver cómo les iba a todos. Pero, mientras tanto, iban a tener que llevar a Ness a Oxford Gardens para que recibiera terapia. El juez no aceptaría menos.
– No necesito una puta terapia -dijo Ness.
– ¿Necesitas un calabozo, entonces? -respondió Kendra-. ¿Necesitas que te manden fuera? ¿Ir con una familia de acogida? ¿Que a Toby lo metan en una escuela especial y que Joel vaya a un internado? ¿Es eso lo que necesitas, Vanessa Campbell?
– Ken. Ken. Tranquilízate -dijo Dix, e intentó sonar comprensivo con Ness.
Estaba intentando ser un padre para Joel y Toby: revisaba sus deberes, veía juntos a los patinadores en Meanwhile Gardens cuando el tiempo invernal lo permitía, arañaba dos horas para ir al cine a ver películas de acción, convencía a los chicos para ir al gimnasio y participar en unos ejercicios que no les interesaban a ninguno de los dos. Pero aquélla era una calle por la que sólo circulaba Dix: Ness se burlaba de sus intentos de intervenir; Joel colaboraba en un silencio que indicaba su falta absoluta de colaboración; Toby seguía los pasos de Joel como siempre, totalmente confuso con la situación que vivía.
– Será mejor que lo entiendas -le dijo Kendra a Joel entre dientes cuando contemplaba los esfuerzos bienintencionados de Dix y la indiferencia de los niños hacia ellos-. Si no hacemos las cosas a su manera, esa Fabia Bender se os va a llevar a todos. ¿Entiendes, Joel? ¿Sabes lo que significa eso?
Joel lo sabía, pero estaba atrapado de un modo que no podía permitirse explicar a su tía. Por haber escapado de la comisaría de Harrow Road, le debía una al Cuchilla y sabía que si no pagaba cuando llegara el momento, el problema al que se enfrentarían haría que la dificultad que tenían ahora pareciera un paseo primaveral por el camino de sirga del canal Gran Union.
Porque por algún motivo, todo se había torcido. Lo que había comenzado para Joel como una lucha sencilla y primigenia para ganarse el respeto en la calle se había transformado en un ejercicio de pura supervivencia. La existencia de Neal Wyatt pasó a un segundo plano en cuanto Joel se convirtió en figura central de la atención del Cuchilla. En comparación con él, Neal Wyatt era, en realidad, tan irritante como una hormiga que subiera por dentro del pantalón. No era nada comparado con lo que Joel había aprendido a estas alturas de su vida: se había topado con el lugar más complicado e implacable de todo North Kensington. Se había topado con los deseos de Stanley Hynds.
Por poco realista que pudiera parecerle a una persona racional que conociera mínimamente siquiera la historia de Carole Campbell, para Joel, sin embargo, la mujer parecía la única respuesta que podía proporcionar una escapatoria.