Выбрать главу

Ness fue al lugar en el momento en el que sabía que el Cuchilla estaría haciendo tratos con sus subordinados. Lo encontró tal como esperaba: inspeccionando la mercancía proporcionada por dos matones y tres chicos en bici.

Se abrió paso entre ellos a codazos. La verja del muro de piedra estaba abierta, y dejaba al descubierto la parte trasera de un edificio abandonado, una plataforma lo rodeaba; encima de esta plataforma había varias cajas de madera abiertas y otras cerradas. Cal Hancock estaba moviendo la mercancía de una de estas cajas, lo que significaba que había dejado al Cuchilla desprotegido. El propio Cuchilla estaba examinando una pistola de aire comprimido que le habían entregado, quería comprobar cuánto trabajo habría que invertir para convertirla en un arma útil.

– Eh -dijo Ness-. Hemos terminado, cabrón. He pensado en pasarme y hacértelo saber.

El Cuchilla la miró. El grupo que lo rodeaba pareció tomar aire, todos al mismo tiempo. Al otro lado del patio, Cal Hancock dejó caer la tapa de la caja en su sitio. Saltó de la plataforma. Ness conocía sus intenciones. Tenía que ser rápida, así que habló deprisa,

– No eres nada -le dijo al Cuchilla-. ¿Te enteras, capullo? Actúas como si fueras un tío importante porque sabes que eres un gusano que se arrastra en la mierda. Un gusano enorme, ¿te enteras, tío? -Se rió y apoyó las manos en las caderas-. Colega, estoy harta de tu cara con ese tatuaje estúpido desde la segunda vez que te vi, y aún estoy más harta de esa cabeza calva como una bola de billar y la pinta que tiene cuando me lo chupas. ¿Entiendes? ¿Te enteras de lo que estoy diciendo? Eres bueno para colocarse, es verdad, pero, joder, ya no vale la pena, no con lo que tienes para ofrecer. Así que…

Cal la sujetó con fuerza. La cara del Cuchilla era una máscara. Sus ojos se habían vuelto opacos. Nadie más se movió.

La alejó con firmeza del muro y la sacó del callejón, a través de un silencio mortal en el que Ness reconoció su triunfo diciéndoles a los matones y a los chicos de las bicis:

– ¿Creéis que es alguien? No es nadie. Es un gusano. ¿Le tenéis miedo? ¿Le tenéis miedo a un gusano?

Y entonces se encontró de nuevo en Bravington Road. Cal le dijo entre dientes:

– Zorra estúpida. Eres una zorra lamentable, estúpida y atravesada. ¿Sabes con quién te estás metiendo? ¿Sabes lo que puede hacer si quiere? Lárgate de aquí. Y no te acerques a él. -Le dio un empujón, un empujón diseñado para alejar sus pies reacios de aquel lugar. Como Ness había conseguido lo que se había propuesto, no protestó ni luchó por zafarse.

En lugar de eso, se rió. Había terminado con el Cuchilla. Se sentía ligera como el aire. Ese tipo podía tirarse a Arissa y a quien le diera la gana, se dijo. A quien no iba a tirarse -y nunca podría volver a tirarse- era a Vanessa Campbell.

* * *

En su búsqueda de la perfección física -que ratificaría el título de Mister Universo-, Dix D'Court necesitaba apoyo económico, así que había conseguido patrocinadores. Sin ellos, habría estado condenado a sacar tiempo para hacer pesas antes o después de trabajar o los fines de semana, que era cuando más lleno estaba el gimnasio. Tenía pocas esperanzas de hacer realidad su sueño de ser el cuerpo masculino mejor esculpido del mundo si tenía que perseguirlo de esta forma, así que se había rodeado de personas dispuestas a financiar su empresa. Tenía que encontrarse con ellas de vez en cuando, para ponerles al día sobre las competiciones recientes en las que había participado y ganado y, sin querer, programó una de estas reuniones para la noche del cumpleaños de Toby. En cuanto se dio cuenta, Dix quiso cancelar la cita. Pero permitir la cancelación sugería otro paso hacia el tipo de compromiso que Kendra intentaba evitar, así que le dijo que el cumpleaños tenía que ser un asunto privado, familiar. El mensaje era implícito: Dix no era de la familia. Él le lanzó una mirada que decía «Como quieras». En privado, sin embargo, le dijo a Joel que se pasaría en cuanto terminara la reunión con los patrocinadores.

Por este comentario, Joel supo que no debía decirle a Kendra que Dix aparecería. Había profundidades entre su tía y Dix a las que él no podía descender y, de todos modos, tenía otras preocupaciones. La principal era no haber logrado encontrar un cartel de «Feliz cumpleaños» para colgar en la ventana de la cocina. Ya era lo bastante malo no tener el viejo carrusel de hojalata de la familia para colocarlo en el centro de la mesa, pero carecer de un modo espectacular de desearle felicidad al cumpleañero era un golpe aún más significativo para Joel. Porque incluso Glory Campbell había logrado colgar el cartel de cumpleaños infantil, rescatándolo -cada año más maltrecho- de donde fuera que lo guardara cuando no lo utilizaban. Este cartel, con sus arandelas, que permitían colgarlo con alegría de cualquier manera, había seguido el mismo camino que la mayoría de las posesiones que no eran ropa antes de que su abuela se marchara a Jamaica: lo había tirado a la basura sin que Joel lo supiera, y sólo cuando el niño rebuscó entre sus propias pertenencias se dio cuenta de que había dejado de ser una posesión del clan Campbell.

No tenía suficiente dinero para comprar otro, así que tuvo que conformarse con hacer uno él mismo, y utilizó papel de libreta. Cogió una hoja para cada letra y las coloreó con un lápiz rojo que le prestó el señor Eastbourne del colegio Holland Park. El día del cumpleaños de Toby estaba listo para colgarlas en la ventana, pero no tenía nada que pudiera usar como adhesivo, salvo una lámina de sellos de tarifa superior.

Habría preferido celo o Blu Tac. Pero tampoco disponía de los fondos para adquirirlos. Así que utilizó los sellos, imaginando que podrían pegarse después a los sobres, siempre que tuviera cuidado de colocarlos en la ventana de manera que luego fuera fácil arrancarlos. Fue así como empezó a explicárselo a su tía cuando llegó a casa después de trabajar el día en cuestión.

– ¡Qué es esto! -exclamó al ver el cartel hecho a mano y cómo lo había pegado a la ventana. Dejó las bolsas del supermercado en la encimera y se volvió hacia Joel, que la había seguido hasta la cocina con su explicación preparada. Pero ella le detuvo pasándole el brazo alrededor de los hombros-. Has hecho algo bueno -le dijo acercándose a su cabeza. Su voz era ronca, y Joel pensó que se había ablandado desde que Dix había empezado a ir por el número 84 de Edenham Way, en especial desde el día que desfilaron todos hasta el Rainbow Café para conocer a su padre y a su madre, quien fue más que generosa con las cucharadas de crema caliente cuando pidieron el pastel de manzana.

Kendra vació las bolsas, que resultó que contenían curry para llevar.

– ¿Dónde está Ness? -preguntó, y luego gritó desde las escaleras al piso de arriba, donde los sonidos de la televisión anunciaban dibujos animados-. ¿Señor Toby Campbell? Baje a la cocina ahora mismo. ¿Me oye?

Joel se encogió de hombros, era su respuesta a dónde se encontraba Ness. Su hermana pasaba por casa más a menudo que en los últimos días, una presencia inquietante que se lamía las heridas cuando no andaba por ahí con Six y Natasha. Joel no sabía dónde se había metido. No la había visto desde la noche anterior.

– Sabe qué día es hoy, ¿verdad? -preguntó Kendra.

– Supongo -dijo Joel-. No se lo he dicho. No le he visto.

– La -dijo Kendra.

– No la he visto. ¿Y tú? -añadió porque no pudo evitarlo. Como seguía siendo muy niño, le parecía que, como adulta, Kendra podría haber hecho algo con el problema que suponía Ness.

Kendra lo miró fijamente y le leyó el pensamiento como si hubiera hablado.

– ¿Qué? ¿La ato? ¿La encierro en una habitación? -Sacó unos platos del armario y se los dio, junto con los cubiertos. Él empezó a poner la mesa-. Llega un momento, Joel, en que una persona decide cómo va a ser su vida. Ness ha decidido.