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– Ness está haciendo los servicios comunitarios, ¿verdad? -preguntó-. Se marcha de casa a su hora, pero no la he seguido para asegurarme de que va. Me pareció que tenía que… ¿demostrar que confío en ella?

– Y es una buena idea -dijo Fabia Bender-. Hasta la fecha, la señora Ghafoor sólo nos ha entregado informes positivos sobre Ness. Yo no diría que esté disfrutando de la experiencia, me refiero a Ness, no a la señora Ghafoor, pero es constante. Eso dice mucho en su favor.

Kendra asintió con la cabeza y esperó una aclaración. Tenía una cita en un barrio fino de Maida Vale, con una estadounidense blanca de mediana edad que quería convertirse en clienta regular suya y que también disponía de mucho tiempo libre y dinero. Kendra no quería llegar tarde. Miró la hora y metió el contenedor de aceites y lociones en la parte trasera del coche, junto con la mesa de masajes.

– En realidad he venido a hablar del hermano de Ness -dijo Fabia- ¿Podríamos mantener esta conversación dentro en lugar de en la calle, señora Osborne?

Kendra dudó. No preguntó qué hermano porque le pareció que tenía que ser Joel. No podía imaginar que una asistente social del Departamento de Menores tuviera una razón para hablarle de Toby, lo que significaba -con lo difícil que resultaba creerlo teniendo en cuenta su personalidad- que ahora Joel era quien tenía problemas.

– ¿Qué ha hecho? -dijo, e intentó parecer preocupada en lugar de aterrada, que era como estaba.

– ¿Podríamos entrar? Los chicos se quedarán aquí fuera, naturalmente. -Sonrió-. No se preocupe por sus cosas. Si les pido que vigilen el coche, lo harán muy bien. -Ladeó la cabeza en dirección a la puerta, expectante-. No tardaremos -añadió, y les dijo a los perros-: Vigilad, chicos.

Estos comentarios finales eran un modo de decir que no había forma de eludir su intención de entrar en la casa, y Kendra los reconoció como tales. Cerró la puerta del maletero y pasó por delante de los perros, ninguno de los cuales se movió. Fabia Bender la siguió.

Una vez dentro, la asistente social no reveló su misión de inmediato, sino que preguntó si la señora Osborne podía enseñarle la casa. Nunca había estado en una de las casas adosadas de Edenham Estate, dijo en tono agradable, y confesó tener interés por cómo estaban dispuestos todos los edificios o cómo los habían reformado para alojar a familias.

Kendra se lo creyó tanto como creía que las vacas vuelan, pero no vio más alternativa que colaborar, teniendo en cuenta los problemas que Fabia Bender podía causarle si la asistente social así lo decidía. Así que si bien no había mucho que ver, Kendra le enseñó el piso de todos modos, siguiéndole el juego, a la vez que sabía lo improbable que era que la mujer blanca hubiera ido a visitarla para ampliar sus conocimientos sobre diseño de interiores.

Fabia hacía preguntas mientras caminaban: ¿cuánto tiempo llevaba Kendra viviendo en esta casa? ¿Era una afortunada propietaria o pagaba alquiler? ¿Cuántas personas vivían aquí? ¿Cómo dormían?

Kendra no entendía qué tenían que ver esas preguntas con Joel o con cualquier problema que pudiera tener el chico, así que desconfió. No quería tenderse una trampa, si ésa era la intención de la asistente social y, por eso, respondió las preguntas con tanta brevedad e imprecisión como pudo cuando le pareció que la situación lo exigía. Por lo tanto, en el primer piso, no aportó ninguna razón para el biombo que estaba apoyado contra la pared cerca del sofá como una debutante lánguida sin pareja de baile y, en el segundo piso, no explicó por qué tenía plegatines y sacos de dormir para los chicos en lugar de camas normales y sábanas.

Por encima de todo, no mencionó a Dix. Daba igual que en toda la ciudad -por no mencionar en todo el país- hubiera gente que vivía en condiciones mucho más irregulares que ésta, con las parejas de los padres entrando y saliendo con una regularidad mareante mientras las mujeres buscaban a los hombres y los hombres buscaban a las mujeres, todos aterrorizados de estar solos más de cinco minutos. Kendra decidió que cuanto menos dijera sobre Dix, mejor. Llegó a mencionar incluso que compartía su cuarto con Ness, una decisión que lamentó cuando Fabia Bender echó un vistazo al baño y vio las camisetas de hombre secándose en perchas encima de la bañera. Encima del lavabo había más pruebas de la ocupación masculina de la casa. Los utensilios de afeitar de Dix estaban perfectamente colocados: la maquinilla, la espuma y la brocha.

Fabia Bender no dijo nada hasta que volvieron abajo. Allí, sugirió que Kendra y ella se sentaran a la mesa de la cocina un momento. Le explicó que durante el tiempo que había pasado con Ness -en la comisaría de Policía, en el juzgado y en el despacho del Departamento de Menores en Oxford Gardens- nunca se había mencionado que había dos niños Campbell más viviendo con la señora Osborne. Lo había descubierto a través del Centro de Aprendizaje Westminster, donde una mujer llamada Luce Chinaka había mostrado su preocupación cuando no le habían devuelto, como había solicitado, unos papeles que requerían la firma de un padre o de un tutor. La petición se había cursado a Joel Campbell y hacía referencia a su hermano, Toby.

No era ninguna coincidencia que Fabia Bender hubiera recibido la llamada de Luce Chinaka. Sobrepasada por el trabajo, como todos los empleados del Departamento de Menores, la secretaria que desviaba las llamadas a los asistentes sociales reconoció en el apellido «Campbell» a uno de los niños de Fabia y le pasó la llamada. Históricamente, los problemas inundaban a las familias. Cuando Luce Chinaka expresó su preocupación por un tal Joel Campbell, a la secretaria le pareció probable que se tratara de un hermano de Ness.

– ¿Qué clase de papeles? -preguntó Kendra-. ¿Por qué Joel no me los ha dado?

Tenían que ver con unas pruebas avanzadas que querían realizarle a Toby, para darle una formación más adecuada, acorde a sus necesidades, mejor que la recibida en la escuela Middle Row, le contó Fabia.

– ¿Pruebas? -preguntó Kendra con cautela. Se dispararon las alarmas, se encendieron las sirenas. Toby era territorio prohibido. Hacer pruebas a Toby, examinar a Toby, evaluar a Toby… Era del todo impensable. Sin embargo, como tenía que conocer la naturaleza exacta del enemigo al que se enfrentaba, dijo-: ¿Qué clase de pruebas? ¿Hechas por quién?

– Aún no estamos seguros -dijo Fabia Bender-. Pero en realidad no he venido por eso.

Como había tres niños, y no uno, ocupando la vivienda de la señora Osborne, le explicó, estaba allí para evaluar las condiciones en las que vivían. También estaba allí para hablar de establecer una custodia permanente, oficial y formal de los niños.

Kendra quiso saber por qué era necesario todo aquello. Los Campbell tenían una madre, tenían una abuela -aunque no mencionó que Glory se había trasladado a Jamaica- y tenían una tía. Alguno de sus parientes siempre cuidaría de ellos. ¿Por qué había que hacerlo oficial? Y, de todos modos, ¿qué significaba oficial?

Papeleo, resultó ser. Firmas. Que Carole diera la custodia de sus hijos a alguien o que fuera incapacitada legalmente, para que otra persona pudiera ocuparse de ellos. Había que tomar decisiones sobre su futuro y al parecer, actualmente, no se había designado a nadie para tomarlas. Si nadie estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad, entonces el Gobierno…

Kendra le dijo que aquellos niños no iban a acabar en una familia de acogida, si a eso se refería Fabia Bender. Causaban problemas, no iba a negarlo. En especial, Ness, y aguantar a la chica no tenía prácticamente ninguna recompensa. Pero los niños eran los últimos familiares de sangre que le quedaban a Kendra en Inglaterra y, si bien nunca había pensado que sería un detalle importante, al tener a Fabia Bender sentada a la mesa de su cocina hablando del Gobierno y de realizarle pruebas a Toby, se convirtió en un detalle muy patente.