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Al final, sin embargo, Ivan dijo:

– Éste es el motivo, osaría decir.

– ¿Qué?

– ¿Por qué no has subido al micrófono en «Empuñar palabras»? ¿Por qué tampoco participas en «Caminar por las palabras»?

– He seguido escribiendo poemas.

– Mmm. Sí. Tanto mejor. -Ivan volvió a leer los versos de Joel antes de decir-: ¿Quién es él exactamente? ¿Hablas de Stanley? Se trata de una descripción bastante acertada de lo que parece ser su estado anímico.

– ¿El Cuchilla? Qué va.

– ¿Entonces…?

Joel se agachó y se volvió a atar el zapato, una acción totalmente innecesaria.

– Neal Wyatt. Ya sabes.

– Ah. Neal. Ese altercado en Meanwhile Gardens.

– Ha habido más. Está metiéndose con Toby. He intentado pensar qué puedo hacer para que pare.

Ivan dejó el poema sobre la mesa. Lo alineó perfectamente con el borde, lo que permitió a Joel advertir por primera vez que el mentor llevaba las manos arregladas, las uñas cortadas y relucientes. En ese momento, se acentuó la mayor diferencia que había entre ellos. Joel vio esas manos como una extensión del mundo en el que vivían, un mundo en el que Ivan Weatherall -pese a todas sus buenas intenciones- nunca había sabido lo que era trabajar como lo había hecho el padre de Joel. Esta ignorancia creaba un abismo no sólo entre ellos, sino entre Ivan y toda la comunidad. Ninguna velada de poesía podría tender un puente sobre ese abismo, ningún curso en Paddington Arts, ninguna visita a la casa de Ivan. Por lo tanto, antes de que el hombre blanco respondiera, Joel supo bien qué le diría.

– Neal ha abandonado su arte, Joel. El piano habría alimentado su alma, pero no tuvo la paciencia suficiente para descubrirlo. Esto es lo que os diferencia. Ahora tú posees un modo más importante de expresarte, pero él no. De modo que lo que hay aquí -se llevó un puño sobre el corazón- se experimenta aquí -dijo, y puso el mismo puño sobre el papel de la mesa-. Esto te proporciona una razón para no ir pegando a los demás. Y nunca tendrás ninguna razón mientras tengas tus versos.

– Pero Toby… -dijo Joel-. Tengo que impedir que se metan con Toby.

– Hacerlo es entrar en el círculo -dijo Ivan-. Lo ves, ¿verdad?

– ¿El qué?

– Impedírselo. ¿Cómo te propones hacerlo?

– Hay que escarmentarlos.

– A la gente siempre hay que «escarmentarla» si uno insiste en pensar de manera cuadriculada.

Círculos. Cuadros. Nada de aquello tenía sentido.

– ¿Qué significa eso? -dijo Joel-. Toby no puede defenderse de esos tipos. La pandilla de Neal está esperando el momento de ir a por él, y si eso ocurre… -Joel cerró con fuerza los ojos. No había más que decir si Ivan no podía imaginar qué le pasaría a Toby si la banda de Neal le ponía las manos encima.

– No quería decir eso -dijo Ivan. Estaban sentados de lado y acercó más su silla a la de Joel y le pasó el brazo alrededor de los hombros. Era la primera vez que tocaba al chico, y Joel recibió el abrazo con sorpresa. Pero parecía un gesto destinado a consolarle e intentó obtener consuelo de él, aunque la verdad era que nada podría aliviarle verdaderamente hasta que se resolviera el problema de Neal Wyatt-. La que parece ser la respuesta siempre es la misma al tratar con alguien como Neal. Escarmentarle, pelearse con él, darle a probar su propia medicina, hacerle a él exactamente lo que te ha hecho a ti. Pero eso perpetúa el problema, Joel. Pensar de manera cuadriculada y hacer siempre lo que se ha hecho sólo te adentra en un círculo vicioso. Él ataca, tú atacas, él ataca, tú atacas. No se resuelve nada; el problema se intensifica hasta alcanzar el punto de no retorno. Y tú ya sabes lo que significa eso. Sé que lo sabes.

– Está decidido a hacer daño a Toby -logró decir Joel, aunque tenía el cuello y la garganta agarrotados por tener que reprimir todo lo que quería decir-. Tengo que protegerle…

– Sólo podrás hacerlo hasta cierto punto. Después, tendrás que protegerte a ti: a la persona que eres ahora y a la persona que puedes llegar ser. Las mismas cosas en las que Neal no soporta pensar porque no satisfacen lo que quiere ahora. Si agredes a Neal por el motivo que sea, Joel, te convertirás en Neal. Sé que comprendes lo que te estoy diciendo. Tienes las palabras dentro de ti y el talento para utilizarlas. Eso es lo que debes hacer.

Cogió el poema y lo leyó en voz alta. Cuando acabó, dijo:

– Ni siquiera Adam Whitburn escribía así a tu edad. Eso es decir mucho, créeme.

– Los poemas no son nada -protestó Joel.

– Los poemas -dijo Ivan- son lo único.

Joel quería creerlo, pero día tras día la calle le demostraba lo contrario y el hecho de que Toby se refugiara en Sose -en comunión con Maydarc y temeroso de salir de casa- se lo demostraba aún más. Con el tiempo, Joel se descubrió donde jamás habría pensado que estaría: deseando que mandaran a su hermano pequeño a una escuela especial o a un lugar especial donde, al menos, estuviera a salvo. Pero cuando le preguntó a su tía por los papeles que Luce Chinaka había enviado a casa para que los rellenara y qué podrían significar para el futuro de Toby, Kendra dejó claro que nadie iba a examinar a Toby por nada del mundo.

– Y supongo que imaginarás por qué -dijo.

Así que, en resumen, Toby no iba a ir a ningún lado, y ahora le daba miedo ir a cualquier lado. En el mundo de Joel, por lo tanto, algo tenía que ceder.

Resultó que sólo había una solución que el chico pudiera contemplar si quería actuar de la manera no cuadriculada que había descrito Ivan. Iba a tener que abordar a Neal Wyatt a solas. Iban a tener que hablar.

Capítulo 17

Mientras sucedía todo esto con Joel, la vida de Ness estaba dando un giro inesperado, empezando por el mismo día de su humillación a manos del guardia de seguridad. Si alguien le hubiera dicho que el resultado de aquel acto degradante habría sido la amistad, si alguien le hubiera dicho que la persona con la que llegaría a entablar esa amistad sería una mujer pakistaní de mediana edad, Ness hubiera calificado tales afirmaciones de estupideces, aunque seguramente lo habría expresado de un modo mucho más vulgar. Pero eso fue justo lo que ocurrió, como una flor que se abre lentamente.

Esta amistad improbable comenzó cuando Majidah invitó o, tal vez, mejor dicho, ordenó a Ness que la acompañara a casa el día que llegó tarde al centro infantil, procedente de Kensington High Street. Sin embargo, no fueron directamente, sino que comenzaron con algunas compras necesarias en Golberne Road.

Ness accedió con temor. Comprendía a la perfección que Majidah tenía su futuro en sus manos: una llamada de la pakistaní al Departamento de Menores -a Fabia Bender-bastaría para fastidiarla. En la zona del mercado, tuvo la sensación de que Majidah estaba jugando con ella, prolongando el momento en que soltaría la bomba, y eso provocó una reacción típica y muy propia de Ness. Pero logró reprimir su furia mientras Majidah compraba, pues sabía que era mejor esperar a desplegarla cuando no se encontraran en un lugar público.

Majidah fue primero a E. Price e Hijo, donde los dos caballeros antiguos la ayudaron con su selección de frutas y verduras. La conocían bien y la trataron con respeto. Era una compradora hábil y no se quedó con nada que no inspeccionara desde todos los ángulos. A continuación, fue a la carnicería. No se trataba de cualquier carnicería, sino de una donde vendían carne halal. Allí, hizo su pedido y se volvió hacia Ness mientras el carnicero pesaba y empaquetaba.

– ¿Sabes lo que es la carne halal, Vanessa? -Y cuando Ness contestó «Algo que comen los musulmanes», dijo-: Es lo máximo que sabes, ¿verdad? ¡Qué chica tan ignorante! ¿Qué os enseñan en el colegio hoy en día? Pero, claro, tú no has ido al colegio, ¿verdad? A veces se me olvida lo tontas que podéis ser las chicas inglesas.