Выбрать главу

Quería añadir «y nuestros hijos», pero se contuvo. No quería que Blake se preocupara por esto. Todavía estaba convencida de que Charles y los niños acabarían llevándose bien, incluso que se apreciarían.

– Debo reconocer que el bebé de Zellie es muy gritón. -Le sonrió-. ¿Crees que algún día encontrará el botón del volumen de ese crío? Su madre debió de excederse tomando drogas.

– No quiero que digas eso. El crío está mejorando, pero lleva tiempo.

– En eso no culpo a Charles -dijo Blake sinceramente-. ¿Qué me dices de ti? ¿Tú tienes dudas?

Le tomaba el pelo y ella le dio un empujón, como si fueran dos niños.

– ¡Cállate! Estoy cabreada. No tengo dudas.

– ¡Deberías! -gritó Daphne al pasar.

– ¡Tú no te metas! -gritó Maxine-. Mocosa insolente. ¿Les has contado tus planes para el orfanato? -preguntó a Blake.

– Pensaba hacerlo esta noche. Espero que se emocionen y no se pongan nerviosos. Últimamente parecen tener opiniones propias. Jack me ha dicho que mis pantalones son demasiado cortos, mis cabellos demasiado largos y que no estoy en forma. A lo mejor tiene razón, pero duele oírlo.

Sonreía. Sam le echó un vistazo de arriba abajo.

– Yo te veo bien, papá -dijo con entusiasmo.

– Gracias, Sam.

Blake lo abrazó y Sam sonrió encantado.

– ¿Quieres venir a comer pizza con nosotros esta noche? -preguntó Maxine.

– Claro. Con mucho gusto.

Maxine no tenía nada más que hacer. Le gustaba que la gente entrara y saliera de la casa de Southampton y también que Blake pasara por allí. Era una lástima que Charles no pudiera relajarse un poco y disfrutar. Pero al marcharse ya había dicho que había demasiada confusión para su gusto. Lo llamaba un circo de tres pistas, y no lo decía como un cumplido. A veces, como ahora, Maxine tenía ganas de estrangularlo; sin embargo, estaban a punto de casarse. La emoción y los preparativos de la boda estaban sacando lo peor de ellos. Maxine no tenía tanta paciencia como de costumbre, y creía que Charles se había comportado mal, huyendo a Vermont en un arrebato ante la llegada de Blake. Al fin y al cabo, él no había hecho nada para provocarlo. Para Maxine era obvio que Charles tenía complejo de inferioridad con él. Esperaba que lo superara pronto.

Blake fue a recogerlos para salir a cenar y, tal como había dicho, les contó los planes para el orfanato de Marruecos mientras comían. Se quedaron un momento asombrados, pero enseguida se dieron cuenta de que era algo maravilloso. Todos le dijeron que estaban encantados. Maxine se alegró de que los niños supieran apreciar lo que hacía su padre.

– ¿Podremos ir a verlo, papá? -preguntó Sam con interés.

– Por supuesto. Un día iremos todos juntos a Marruecos. La obra no está terminada, pero cuando lo esté os llevaré a los tres conmigo.

Creía que los niños debían verlo. Estaba muy alejado de su mundo seguro y feliz, y opinaba que sería beneficioso para ellos.

Blake les dijo lo maravillosa que había estado su madre durante su estancia en Marruecos y lo mucho que lo había ayudado. Les explicó lo que habían hecho y lo que habían visto, y los niños escucharon con interés. De repente, sin más, Daphne le preguntó qué había sido de Arabella.

– La despedí -dijo él simplemente.

No necesitaban saber más.

– ¿Así, sin más? -preguntó Jack.

Blake asintió y chasqueó los dedos.

– Así, sin más. Le dije: «¡Vete, bruja!», y se fue. Fue como hacer magia. Desapareció.

Lo dijo en tono misterioso y todos rieron, incluido Blake. Maxine vio que estaba mejor; se había recuperado rápidamente. Como siempre. Sus sentimientos hacia las mujeres nunca eran demasiado profundos, aunque Maxine era consciente de que Arabella había sido más importante que las otras. Pero habían tenido un mal final, teniendo en cuenta la escena que le había descrito. Sabía que no se lo contaría a los niños, y ella tampoco lo haría. Le parecía bien la manera como lo había enfocado.

– Me alegro -dijo Daphne con convicción.

– Me lo imagino -dijo su padre-. Te portaste como un monstruo con ella en Aspen.

– No es verdad -se defendió Daphne acaloradamente.

– Sí es verdad -dijeron Sam, Jack y Blake al unísono.

Todos rieron, incluida Daphne.

– Quizá sí, pero no me caía bien.

– No sé por qué -comentó Blake-. Ella era simpática contigo.

– Era una simpatía falsa. Como cuando Charles es simpático con nosotros. No es sincero.

Maxine la miró, estupefacta.

– ¿Cómo puedes decir algo así, Daffy? Charles no es falso, es reservado -protestó.

– Es falso. Nos detesta. Solo quiere estar contigo.

– Bueno, es normal -intervino Blake-. Está enamorado de tu madre. Es comprensible que no le apetezca estar siempre con niños.

– No quiere estar nunca con nosotros -dijo Daphne con aire triste-. Se nota.

Maxine no pudo evitar pensar en los comentarios elogiosos de Charles sobre los internados. Era asombroso el instinto que tenían los niños.

– Arabella tampoco nos quería cerca. No sé por qué nos os casáis otra vez tú y mamá. Sois mejores que cualquiera de las personas con las que salís. Vuestras parejas siempre son horribles.

– Gracias, Daphne -respondió Blake por ambos, con una sonrisa-. Personalmente, salgo con gente muy simpática.

– No es verdad. Son guapas y tontas -afirmó Daphne, y todos rieron-. Y mamá sale con hombres aburridos, estirados y tensos.

– Es para contrarrestarme -declaró Blake alegremente-. Cree que no soy lo bastante maduro, así que sale con hombres muy serios que no tienen nada que ver conmigo. ¿Verdad que sí, Max? -Ella parecía avergonzada y no hizo ningún comentario-. Además, a vuestra madre y a mí nos gusta esta situación tal como está. Ahora somos buenos amigos. No nos peleamos. Podemos reunimos todos para cenar. Yo tengo a mis rubias y ella a sus hombres serios. ¿Qué más podríamos querer?

– Que volvierais a casaros -insistió Daphne.

– Eso no pasará -dijo su madre con calma-. La semana que viene me caso con Charles.

– Y yo organizo la fiesta previa al enlace -añadió Blake para cambiar de tema. La conversación se estaba poniendo tensa, aunque Maxine sabía que era normal que los hijos quisieran ver juntos a sus padres. Que se casara con otro ponía fin a sus esperanzas para siempre-. La fiesta será muy divertida -siguió Blake, para tapar el silencio incómodo y la reacción de Maxine-. Tengo una sorpresa preparada para esa noche.

– ¿Vas a salir desnudo de un pastel? -preguntó Sam con cara de felicidad.

Todos se animaron inmediatamente y se rieron, lo que distendió el ambiente.

– ¡A Charles le encantaría! -exclamó Maxine, riendo con ganas.

– No es mala idea. No se me había ocurrido -dijo Blake con una sonrisa.

Después propuso que fueran a su casa alquilada y se bañaran en la piscina. A todos les pareció una buena idea. Cogieron los bañadores en casa de Maxine y fueron a bañarse. Disfrutaron mucho, y los niños decidieron pasar la noche con él. Blake también invitó a Maxine a quedarse.

– Me gustaría -dijo Maxine sinceramente-, pero si Charles se enterara, me mataría. Más vale que vuelva a casa.

Dejó a los niños con Blake y se fue. Había sido una velada fantástica, y la noticia del orfanato había puesto a todos de buen humor. Maxine estaba deseando conocer a los niños y evaluar los efectos del trauma que habían sufrido.

Blake fue continuamente de su casa a la de Maxine el resto de la semana. Y Maxine se dio cuenta de que todo era más fácil sin Charles. Apenas la llamó durante la semana que estuvo en Vermont, y ella tampoco lo hizo. Decidió que sería mejor dejar que se calmara. Ya aparecería un día u otro. Faltaban pocos días para la boda.

Charles regresó el día de la fiesta. Entró como si fuese a por pan a la tienda. Besó a Maxine, se dirigió al dormitorio y dejó sus cosas. Cuando vio a Blake en casa por la tarde, se comportó civilizadamente, para gran sorpresa y alivio de Maxine. Charles estaba mucho más relajado que antes de marcharse. Como dijo Daphne a su padre al oído, parecía como si Charles se hubiera deshecho de la escoba que se había tragado. Blake la miró sorprendido y le pidió que no le dijera eso a su madre. Blake rió para sus adentros y regresó al club para revisar los detalles de la fiesta de la noche. Lo que había dicho Daphne era cierto. Charles estaba mucho más simpático. Blake quería que Maxine fuera feliz con él. Le deseaba lo mejor.