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Ro. Visa llamó para confirmar empleo en tu solicitud.

Bosch lo leyó en un par de segundos, pero Mackey lo miró un buen rato antes de finalmente dejar la nota otra vez en el escritorio y coger el dinero. Mackey puso los billetes en el cajón de efectivo y empezó a buscar un talonario de recibos en el escritorio. Estaba tardando mucho.

– Normalmente los recibos los hace Kenny -dijo-. Y ha ido a buscar pollo.

Bosch estaba a punto de decir que se olvidara del recibo cuando oyó el crujido de un escalón detrás de él y supo que alguien acababa de entrar en el despacho. No se volvió por si era Araña.

– Muy bien, Ro, ya está hecho. Sólo has de bajarlo.

Bosch sabía que era el momento más peligroso. Mackey podía presentarle o no.

– Gracias, Araña -dijo Mackey.

– Me voy.

– Vale, tío, gracias por quedarte. Te veo mañana.

Araña salió del despacho sin que Bosch se volviera en ningún momento. Mackey encontró lo que estaba buscando en el cajón central y garabateó algo. Se lo dio a Bosch. Era el recibo en blanco. En la parte inferior había escrito 125 $ en una caligrafía infantil.

– Rellénalo tú -dijo Mackey al tiempo que se levantaba-. Iré a bajar el coche y podrás irte.

Bosch lo siguió afuera, dándose cuenta de que había dejado el periódico en el asiento del camión. Se preguntó si debería dejarlo allí o pensar en una excusa para volver al camión a fin de cogerlo y dejarlo en la oficina en la que sabía que Mackey veía la televisión en los ratos menos ajetreados de su turno.

Decidió no intervenir más. Había plantado la semilla lo mejor que había podido. Era el momento de retroceder y ver si germinaba.

El Mercedes ya estaba desenganchado de la grúa. Bosch lo rodeó hasta el asiento del conductor. Mackey estaba guardando el arnés en la parte de atrás del camión grúa.

– Gracias, Roland -dijo Bosch.

– Sólo Ro, tío -respondió Mackey-. Ten cuidado, tío. Y hazte un favor y no te acerques a South Central.

– Descuida, no tengo ninguna intención -dijo Bosch.

Mackey sonrió y guiñó un ojo mientras se sacaba otra vez el guante y le ofrecía la mano a Bosch. Bosch se la estrechó y le devolvió la sonrisa. Luego bajó la mirada a las manos de Mackey y vio una pequeña cicatriz blanca en la parte carnosa entre el pulgar y el índice derechos del conductor de grúas. El tatuaje de un Colt 45.

– Nos vemos -dijo.

30

Bosch se dirigió hasta el lugar donde se había reunido con Rider al principio del turno de vigilancia, y ella estaba allí esperándolo. Aparcó y salió de su Taurus.

– Ha ido de poco -dijo ella-. Resulta qúe probablemente sí que conocías a ese tipo. Jerry Townsend. ¿Te suena? Miramos la matrícula de su furgoneta cuando salió de trabajar y conseguimos la identidad.

– ¿Jerry Townsend? No, el nombre, no. Sólo reconocí la cara.

– Lo condenaron por homicidio sin premeditación en el noventa y seis. Cumplió cinco años. Suena a caso de abuso doméstico, pero era todo lo que sacaron del ordenador. Apuesto a que si conseguimos el expediente saldrá tu nombre. Por eso lo reconociste.

– ¿Crees que puede estar relacionado con el asunto que estamos trabajando?

– Lo dudo. Probablemente lo que ocurre es que al dueño del garaje no le importa contratar a ex presidiarios. Salen baratos, ¿sabes? Y si está haciendo trampas con los recambios, ¿quién lo va a denunciar?

– Bueno, volvamos y veremos qué ocurre.

Ella puso el coche en marcha y salieron a Tampa para dirigirse de nuevo al cruce donde estaba el garaje.

– ¿Cómo ha ido con Mackey? -preguntó Rider.

– Muy bien. Hice todo menos leerle el artículo. No mostró nada, ningún reconocimiento, pero la semilla está plantada definitivamente.

– ¿Vio los tatuajes?

– Sí, han funcionado bien. Empezó a hacer preguntas en cuanto los vio. Tu archivo de Simmons también me sirvió. Surgió en la conversación. Y por si sirve de algo, tiene una cicatriz en la carne junto al pulgar. Del mordisco.

– Harry, tío, no se te escapa nada. Supongo que lo único que hemos de hacer ahora es sentamos y esperar a ver qué pasa.

– ¿Los otros se han largado?

– En cuanto volvamos al puesto, se van.

Cuando llegaron al cruce de Tampa y Roscoe vieron el camión grúa de Mackey esperando para meterse en Roscoe y dirigirse hacia el oeste.

– Está en marcha -dijo Bosch-. ¿Por qué no nos lo ha dicho nadie?

Justo cuando Bosch lo decía, sonó el móvil de Rider. Ella se lo pasó a Bosch para poder concentrarse en la conducción. Se colocó en el carril de girar a la izquierda para poder seguir a Mackey a Roscoe. Bosch abrió el móvil. Era Tim Marcia. Explicó que Mackey se había puesto en marcha sin que en el garaje se recibiera ninguna llamada pidiendo una grúa. Jackson lo había verificado con la sala de sonido. No se habían recibido llamadas en las líneas que estaban escuchando.

– Está bien -dijo Bosch-. Comentó algo de ir a buscar cena cuando estaba con él en la grúa. Quizá sea eso.

– Quizá.

– Vale Tim ahora lo tenemos. Gracias por quedaros por aquí. Dale las gracias también a Rick.

– Buena suerte, Harry.

Siguieron al camión grúa hasta un centro comercial y observaron que Mackey entraba; en un restaurante de comida rápida Subway. No cogió el periódico que Bosch había dejado en la grúa, pero después de elegir su comida se sentó a una de las mesas interiores y empezó a cenar.

– ¿Vas a tener hambre, Harry? -preguntó Rider-. Ésta podría ser la ocasión.

– He parado en Dupar's de camino, gracias. A no ser que veamos un Cupid's. A eso me apunto.

– Ni hablar. Hay una cosa que superé después de que lo dejases. Ya paso de la comida basura.

– ¿Qué quieres decir? Comíamos bien. ¿No íbamos a Musso’s cada jueves?

– Si te parece que el estofado de pollo con hojaldre es una comida sana, sí, comíamos bien. Además, estoy hablando de las vigilancias. ¿Has oído hablar de Arroz y Frijoles, en Hollywood?

Arroz y Frijoles era como llamaban a un par de detectives de robos de la Di visión de Hollywood llamados Choi y Ortega. Estaban allí cuando Bosch trabajaba en la división.

– No, ¿qué ocurrió?

– Estaban en una movida de vigilancia de esos tíos que robaban a las prostitutas de Hollywood, y Ortega estaba sentado en el coche comiéndose un perrito caliente. De repente empezó a atragantarse y no podía respirar. Se puso morado y empezó a señalarse la garganta, y Choi mirándolo Con cara de ¿qué coño te pasa? Así que Frijoles saltó del coche y Choi por fin entendió lo que estaba pasando. Llegó corriendo para hacerle una Heimlich. Ortega vomitó el perrito caliente en el capó del coche. Y a la mierda la vigilancia.

Bosch se rió al imaginárselo. Sabía que a Arroz y Frijoles les tomarían el pelo toda la vida en el departamento. Al menos mientras hubiera gente como Edgar para contar y recontar la anécdota a cualquiera que llegara.

– Bueno, a ver, no hay un Cupid’s en Hollywood -dijo-. Si hubieran estado comiendo un buen perrito caliente de Cupid’s no habrían tenido ese problema.

– No me importa, Harry. No hay perritos calientes en las vigilancias. Nada de comida basura. Es mi regla. No me gustaría que la gente hablara de mí así el resto de mi…

El móvil de Bosch sonó. Era Robinson, que estaba en el último turno de la sala de sonido, con Nord.

– Acaban de recibir una llamada de grúa en el garaje. Después han llamado a Mackey. No debe de estar en el garaje.

Bosch explicó la situación y se disculpó por no haber mantenido informada a la sala de sonido.

– ¿Dónde está el coche? -preguntó.

– Es un accidente en Reseda y Parthenia. Supongo que el coche está siniestro total. Ha de llevarlo a un concesionario.

– Vale, estamos con él.

Al cabo de unos minutos, Mackey salió del restaurante de comida rápida llevando un vaso grande de gaseosa con una pajita que sobresalía. Lo siguieron al cruce de Reseda Boulevard y Parthenia Street, donde había un Toyota con el morro hundido en un lado de la carretera. Otra grúa estaba llevándose el otro coche, un todoterreno grande que tenía la parte de atrás abollada por el accidente. Mackey habló brevemente con el otro conductor de grúa -cortesía profesional- y se puso manos a la obra con el Toyota. Había un coche patrulla del Departamento de Policía de Los Ángeles en el aparcamiento de la esquina del centro comercial y el agente que se hallaba en su interior estaba escribiendo un atestado. Bosch no vio conductores. Pensó que eso significaba que los habían llevado a Urgencias por las heridas.