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– Se dice que una persona es legalmente imputable, es decir, que tiene capacidad criminal, cuando puede apreciar lo erróneo de su acto en el momento de cometerlo. Para valorar esta capacidad criminal, es necesario tener pleno conocimiento de los acontecimientos y el estado mental de tal persona antes de que se cometiera el acto. ¿Cuáles fueron los acontecimientos y el estado mental en el caso de Duncan Lindgard?

»La noche anterior, hacia las primeras horas de la madrugada, se siente preocupado por la seguridad de la mujer que ama porque no ha regresado a la casita donde vive con él como pareja. Ahora me gustaría volver un poco a ciertos aspectos de esta relación porque es importante para el personaje: el carácter constantemente afectuoso, el sentido de responsabilidad humana de Lindgard. Natalie James intentó suicidarse, quitarse la vida, y Duncan Lindgard le salvó la vida. Gracias a sus desesperados esfuerzos, ella resucitó. En aquel momento, no había ningún vínculo afectivo ni relación sexual; apenas la conocía. Tras ello, se desarrolló una amistad y la alojó en su casa. Convivían en la casita, en la finca donde vivían tres amigos de Lindgard, y ocupaban la propiedad, tal como el acusado ha descrito al tribunal, como algo parecido a una familia, no constituida por madre, padre, hijos y demás, sino por adultos unidos por una amistad leal, en armonía, los tres miembros homosexuales y la pareja heterosexual. Lindgard no sólo hizo que Natalie James volviera a la vida físicamente; tal como ha testificado un miembro de esta supuesta familia, por amor a ella, hizo suya la pesada carga de reconciliarla con los problemas de su pasado tormentoso (el hijo que había tenido y dado en adopción, y otros problemas de personalidad) y se dedicó a intentar ayudarla para que desarrollara su lado positivo, el potencial que veía en ella constantemente amenazado por unas irresponsables tendencias autodestructivas. Durante los dos años, más o menos, que convivieron como amantes, no hay prueba de que él respondiera a su agresión mental ni a las diversas transgresiones que amenazaron la relación con otra cosa que paciencia y deseo de ayudarla. Ninguna de las provocaciones de ella lo llevaron nunca a actuar con violencia durante este período.

Motsamai lanzó una mirada al público durante unos segundos, reteniendo su atención, y regresó de nuevo al juez.

– Con el debido respeto, señoría, no pretendo denigrar la moralidad de esta joven, sólo deseo explicar el marco real de la preocupación del acusado por ella durante las horas de la madrugada, cuando ella no apareció.

Para Claudia, para Harald, que escribe protegiendo la página con el puño, es difícil ser consciente de la presencia del juez; está allí, aunque uno no se dé cuenta, tal como ella sabe que Harald cree que está Dios.

El recuento de Motsamai no ha perdido interés para el público.

– Duncan Lindgard cruza en dirección a la casa, inquieto por la posibilidad de que ella haya sido atacada por un intruso en el jardín oscuro. ¿Qué encuentra? Una puerta abierta, todas las luces encendidas y, sobre el sofá, Natalie James y Cari Jespersen en pleno acto sexual. Con el debido respeto, señoría, están tan lanzados que ni siquiera se separan de un salto ante la presencia de Lindgard. Ejeee… ¿Qué hace Lindgard? El golpe es tan terrible, tan increíble, que huye. Bien, ¿por qué resultó tan devastador lo que encontró? Para cualquier hombre, cualquier mujer, la visión de su pareja realizando el acto sexual con otra persona resulta un shock doloroso. No cabe duda. Pero Duncan Lindgard fue golpeado por una doble traición de carácter atroz. Porque lo que vio en el sofá no fue sólo la infidelidad de la mujer que amaba, sino el hecho de que el hombre que realizaba el acto sexual con ella era el mismo hombre con el que él había tenido una breve relación homosexual y que le había causado dolor, en otro tiempo, rompiendo bruscamente esa relación. Él sabía perfectamente que Jespersen no sentía deseo por las mujeres: ha contado al tribunal cómo Jespersen hablaba con desagrado, incluso con asco, sobre sus características sexuales, sus órganos genitales. Que Jespersen superara la revulsión que sentía específicamente para realizar el acto sexual con la mujer de Lindgard sólo podía significar dos cosas, igualmente horrorosas: o bien a Jespersen le gustaba la idea de humillar una vez más al hombre que ya había rechazado una vez, o le proporcionaba un especial placer la idea de ayudar a Natalie en un impulso, exquisitamente cruel, de humillar y herir al amante hacia el que ella sentía algún perverso resentimiento por deberle tanto: la vida. Lo que Duncan vio fue un acto de implicaciones tan nauseabundas que, tal como ha dicho en su testimonio sobre cómo pasó el día siguiente pensando en la casita, no se podía hacer nada. Ninguna acción sería adecuada para hacerle frente.

»Pasó el día siguiente solo en la casita, en un estado de shock en el que no cabía ninguna resolución de intenciones. Era incapaz de formular ningún sentimiento hacia Natalie James o Cari Jespersen. Según el informe de un psiquiatra de gran experiencia, se produjo en él una sensación de irrealidad amnésica en relación con ellos. No era capaz, en contra de lo que ha sugerido mi distinguido colega, de la menor intención de venganza. Y como el mismo acusado ha dicho en respuesta a la pregunta de mi ilustre colega, el fiscaclass="underline" ¿venganza por qué? ¿Por la traición de ella? ¿Por la de Cari Jespersen? ¿La traición de James y Jespersen en connivencia?

«Permaneció acostado en la casita todo el día, incapacitado. Si el perro no hubiera hecho que se levantara porque tenía hambre, si él no hubiera realizado todos los gestos necesarios para dar de comer al perro en el jardín, ¿no habría permanecido en su aislamiento hasta que, quizá, alguien hubiera ido a buscarlo? ¿Se habría encontrado en el jardín que había cruzado corriendo la noche anterior, si no hubiera salido a dar de comer al perro? Se encontró en el jardín, sí; y ahí estaba la casa donde lo increíble había sucedido. Volvió allí para situarse en el mismo lugar donde lo había visto todo, para hacerlo creíble en su estado de confusión.

Las arrugas del rostro de Motsamai se convirtieron en profundas cuchilladas. Tomó aire y lo expulsó lentamente como pretexto para una pausa calculada. Parecía estar presenciando lo que estaba a punto de describir.

– ¿Y qué ve? Ese hombre, Cari Jespersen, está repantigado cómodamente en el sofá. Se ha preparado su bebida favorita. Sonríe. Saluda a Duncan Lindgard, el amigo, el antiguo amante a cuya mujer ha seducido delante de sus ojos, y lo saluda llamándolo bra, hermano. A continuación se lanza a un monólogo en tono de broma, de conversación sofisticada entre hombres. Da por hecho que ése es el contexto en que el «incidente», ese apareamiento imposible de detener que concluyó con descaro en presencia de Lindgard, debe ser recibido, compartido, por Lindgard. Sírvete una copa, dice. Sí, brindemos por ello, hermano. Todo lo sucedido la noche anterior no es nada. ¡Una broma grotesca!

»¿Este shock es menor que el del acoplamiento mismo?

»El espectáculo que ahora contempla Lindgard es la culminación de una tensión emocional total. Hay un arma sobre la mesa. Se le ofrece. No sabe si está cargada o no. La coge y dispara a la fuente de la diatriba contra él. Lo que ha descrito como "el ruido" se detiene. Así se da cuenta de que ha disparado a Cari Jespersen.