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Brinkley Meyers había financiado también una serie de vendedores ambulantes que regalaban perritos calientes, chocolate y dulces.

También habían llegado montañas de regalos de donantes anónimos.

Por otra parte, Palmer y Stockwell habían anunciando que financiarían la reinstalación de las cañerías de Magnolia Heights.

Hope y Maybelle se acercaron donde Benton estaba dando una conferencia de prensa.

– Esta situación ha sido horrible para todas estas maravillosas personas -estaba diciendo Benton-. Así que tanto si la culpa es nuestra como si no, aceptamos nuestra responsabilidad y nos ocuparemos de arreglar lo que ha pasado.

– Oh, Dios, eso es estupendo -comentó Maybelle.

– Sí, no podría haber salido mejor -asintió Hope.

– Bueno, eso es exagerar. He estado en los otros edificios y esta gente tiene sus casas hechas un desastre.

– Es que no todo el mundo tiene dinero para decorarlas como es debido.

– No estoy hablando de dinero. Lo que sucede es que no respetan la armonía. Voy a organizar unos seminarios gratuitos de feng shui para esta gente.

– Es estupendo, Maybelle. Por cierto, ¿cuándo quieres que te pague la…?

– ¿La factura? -terminó la frase por ella-. Ya te la mandaré uno de estos días. Y ahora, adiós. ¡Felices fiestas!

Después de que Maybelle se fuera, Hope echó un vistazo a su alrededor buscando a Sam. Pero no había ni rastro de él.

Hope estaba sentada en el suelo, contemplando el árbol de Navidad. Debajo de él, estaba el regalo para Sam. Un jersey de cachemir del color de sus ojos.

El problema era que no estaba Sam para poder dárselo. De todos modos, sabía que lo suyo no habría salido bien.

Al día siguiente, volvería a Chicago para pasar unos días con su familia. A su regreso a Nueva York, tendría que comprarse un gato y conseguir un trabajo nuevo.

En ese momento, sonó el teléfono.

– Hola.

– ¿Sam? -dijo ella con voz temblorosa.

– ¿Estás ocupada?

– No, estoy delante del árbol de Navidad, contemplándolo.

– Bueno, es que tengo un regalo para ti y me gustaría dártelo.

– ¿Ah, sí? -preguntó Hope-. Pues yo tengo otro para ti.

– Entonces me pasaré por allí en… minuto y medio -aseguró él.

Cuando le abrió la puerta, Hope tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse en sus brazos. Lo que habría sido difícil, por otra parte, ya que él llevaba una jaula en la mano.

Por los maullidos era evidente de qué se trataba.

– Ahora verás -dijo él, destapando una de las jaulas.

Se trataba de un gatito precioso, de pelo largo y ojos azules.

– Oh, Sam, es muy bonita -dijo, agachándose para acariciar al animal.

– Bonito -la corrigió él-. Es un gato.

El animal echó a correr y se metió en el dormitorio.

– Me encanta, Sam. Muchas gracias -aseguró ella, abrazándolo y dándole un beso-. ¿Me has perdonado ya por no haber confiado en ti?

– Claro que sí. Además, tenías razón. Por un momento, me olvidé de mis prioridades. Es normal que te enfadaras conmigo -dijo él, llevándola hasta la cama-. Pero, ¿confías en mí ahora? Recuerda que estoy en el paro. ¿Confías en que podré conseguir otro trabajo y convertirme en un ciudadano responsable?

– ¿Quieres decir que si confío en que podrás alimentar una familia? -Hope comenzó a besarle el cuello-. Porque como yo también estoy en el paro, quizá sea el momento adecuado para tener un hijo.

– Mientras nos tengamos el uno al otro, todo irá bien -dijo él, tumbándose al lado de ella sobre la cama.

Hope se apretó contra él mientras se despertaba en ella un deseo incontrolable.

Entonces Sam la besó apasionadamente y ella le desabrochó la camisa, impaciente por sentir el vello del pecho de él contra sus senos.

– Oh, Dios -exclamó entonces Hope al ver que el gato estaba en lo alto del árbol de Navidad, luchando contra la estrella de goma espuma.

Se levantó y fue a agarrar al animal.

– Me parece que vas a encajar bien en esta casa -le dijo al gato mientras le desenganchaba las garras de la estrella.

Igual que Sam.

Hope decidió llamar Feng Shui al gato.

Pasaron las navidades juntos. Primero estuvieron con la familia de Sam y luego con la de Hope. Feng Shui fue con ellos.

En febrero, Hope y Sam fundaron su propia empresa.

Se casaron en marzo, decidiendo que si después de trabajar juntos no se habían peleado todavía, su matrimonio podía durar.

Susana Summer Sharkey nació el día de Navidad del año siguiente. Como habían montado una guardería infantil en su empresa, podían llevarla con ellos al trabajo todos los días.

Con Feng Shui no había ratones en la casa, pero tuvieron que cambiar las cortinas dos veces.

Maybelle se siguió encargando de la decoración, pero sin mandarle ninguna factura a Hope.

***